El turrón es, sin duda, uno de los grandes protagonistas de la navidad. Su consolidación como producto estrella en las cestas de compra navideñas se ha convertido en una tradición durante estas fechas, aunque actualmente puede comprarse durante todo el año.
Cuando cada año acudimos a esas frecuentes copiosas comidas familiares, suelen surgir los temores sobre lo calórico que puede ser el turrón, especialmente si atendemos a sus componentes principales: clara de huevo, masa de miel, azúcar y sobre todo, un ingrediente estrella que lo salva de ser un producto nada recomendable para la salud: las almendras.
Son las grandes desconocidas de los turrones, se encuentran en los más tradicionales y son los principales ingredientes que podrían aportar algún tipo de beneficio a nuestro organismo. Cuanto más tradicional, mejor. Esta propiedad no quiere decir que debamos sustituirlo por el consumo de fruta, ya que al contrario que el turrón, esta es mucho menos calórica, apenas tiene grasa y contiene los niveles justos de azúcar.
La dulzura del turrón ya nos indica algo. Unas 500 calorías de media por cada 100 gramos no son un buen indicativo, por lo que podemos deducir que no debemos abusar de él como si no hubiera un mañana, especialmente si somos diabéticos, obesos o tenemos alguna afección cardiovascular. Si bien todo es azúcar y grasa, hemos de analizar algo que la mayoría desconoce: la grasa del turrón duro o blanco tradicional es considerablemente saludable, pues procede de su alto contenido en almendras.
Si bien ningún nutricionista nos recomendará el turrón como sustitutivo de ningún otro producto, es cierto que un capricho al año no hace daño. Marián García, de Boticaria García, explica en El Español que la grasa del turrón es la que marca la diferencia, pues es de buena calidad por su aporte en ácidos grasos insaturados similares a los del aceite de oliva y hace que el producto tenga algún tipo de beneficio.
Las almendras, principal distintivo beneficioso
Las dos variedades tradicionales del turrón, que a su vez son las mejores que podemos encontrar en el supermercado, son el turrón de Alicante (o duro) y el turrón de Jijona (blando). Eso sí, sus beneficios también dependen de su sello de calidad. Además de su alto contenido en almendras, el turrón de estas dos clases también tiene proteínas procedentes del huevo, vitamina E, calcio, potasio, zinc, magnesio y ácido fólico. Aunque nos de la sensación de que solo el turrón duro tiene almendras, esto no es así, puesto que en el blando las almendras están trituradas, pero ambos están hechos con los mismos ingredientes.
Lo que diferencia un turrón malo de uno bueno es la categoría a la que pertenece cada uno. Mientras que la categoría suprema tiene un 60% de almendras, la popular tan solo tiene un 30%, aunque entre medias están la extra y la estándar. La diferencia es notable, pero si estamos dispuestos a darnos el capricho una vez al año, también deberíamos valorar la posibilidad de gastarnos unos euros más y realmente apostar por un producto cuyo aporte no sea tan perjudicial para el organismo.
¿Es recomendable conservar el turrón? La respuesta es no. Si bien podría no pasarle nada, es cierto que tienda a ponerse rancio en caso del turrón duro. En el caso del turrón blando, podría criar moho y, por tanto, ya no sería posible comerlo. Los expertos aconsejan no guardar las tabletas de turrón hasta las navidades siguientes, puesto que habrán perdido las propiedades que tenían cuando los compramos.
Que no te engañen
Por otro lado, tenemos los turrones de chocolate y los de marca blanca. Tenemos que tener cuidado con ellos, pues la mayoría no tienen en su envase el sello de garantía de la Indicación Geográfica Protegida (IGP), por lo que sus incredientes y recetas no han pasado los controles más estrictos hasta llegar al supermercado.
Ni siquiera todos ellos deberían ser considerados turrones. El de chocolate se ha conseguido imponer como uno de los más populares en la actualidad, aunque es uno de los que no merece ser observado como tal y este carácter no depende si lleva almendras o no, pues es irrelevante en este caso. Los hay, entre otros, con arroz crujiente, guindas o conguitos, pero ninguno de ellos goza de los pocos beneficios del tradicional, pues sus niveles de azúcar son mucho más elevados.
Ni hablar de las nuevas variedades de turrones que han aparecido en el mercado en los últimos tiempos. De hecho, cada vez son más y es que cuando acudimos cada año al supermercado para efectuar las compras navideñas, nos llevamos una sorpresa. Para todos los gustos y sabores: de piña colada, de yogur, de arroz con leche, de frambuesa, e incluso de quinoa. La mayoría de ellos no contienen almendras, pues han sido reemplazadas por otro tipo de productos que modifican su gusto en el paladar, pero también tiene su parte negativa, y es que sus beneficios son escasos.
¿Qué pasa con el turrón sin azúcar?
Los productos que rezan en su etiquetado "sin azúcares añadidos" dicen la verdad, eso no se puede negar. Sus niveles son mucho más bajos con respecto a los originales, pero en muchos casos la diferencia no es tan significativa o simplemente, este dato no afecta a los beneficios del producto. Como no es tan simple, la OCU se ha encargado de poner las cartas sobre la mesa con un análisis comparativo de turrones tradicionales y aquellos que dicen contener una menor cantidad de azúcares.
La conclusión final es que si bien la cantidad de azúcar es menor, pues en su mayoría bajan en un 91%, las calorías son practicamente las mismas, pues solo descienden un 11%. Además, la cantidad de grasas es hasta mayor (4,5%), pues aunque es cierto que reducen las calorías procedentes del azúcar, estas se compensan con calorías presentes en un mayor número de grasas y otros elementos. Por tanto, ese turrón que nos intentan vender como más saludable no tiene realmente los beneficios que nos hacen creer cuando leemos en su etiqueta eso de "sin azúcares añadidos".