El abandono de la cuarentena no implicará la vuelta a la normalidad tal y como la hemos conocido hasta ahora. Las medidas de contención del coronavirus continuarán, aunque mucho más relajadas y en forma de distanciamiento social, al menos hasta el año 2022. Este paso será vital para que el sistema sanitario no colapse mientras se extiende la inmunidad entre la población.
Esa es la conclusión a la que ha llegado un estudio publicado en la revista Science y que ha sido elaborado por científicos de la prestigiosa universidad estadounidense de Harvard. Mediante simulaciones elaboradas con ordenador, se ha concluido que el Covid-19 probablemente serña una enfermedad estacional que, como la gripe, se endurecerá durante los meses de frío.
El problema, por tanto, se encuentra en la falta de inmunización. El virus va a continuar circulando y el 80% de la población lo sufrirá, algunos con síntomas leves y, en los peores casos, con ingresos en hospitales. Para garantizar la atención óptima, eso sí, habrá que escalonar los contagios con las citadas medidas.
Mientras tanto, la ansiada vacuna se ha convertido en el punto de inflexión. Por la naturaleza del virus, se trataría de una administración estacional y garantizaría síntomas mucho más leves, si es que se llega a producir el contagio, tal y como ya scuede con la gripe. El problema es que, como mínimo, hay que esperar un año para que llegue a desarrollarse y todavía más tiempo para que se produzca en masa y llegue a la población en general.
El director de esta investigación Stephen Kissler, señala la importancia de mantener el distanciamiento social ante la falta de tratamientos y, también, desconocimiento con el que todavía se afronta el coronavirus. Y considera que un periodo como el que actualmente se contempla no sería efectivo: el resultado serían nuevos brotes en el futuro.
Distanciamiento social, no cuarentena
Esto quiere decir que, con la salida de los confinamientos, volveremos a la normalidad, aunque con un contexto diferente. Por ejemplo, con cines en los que se obliga a mantener libres dos o tres butacas entre los espectadores; con aforos mucho más limitados en bares o incluso con calles céntricas en las que se restringe el paso en función de la gente que se acumula en las vías.
Eso sí, este escenario, según los autores del estudio, no sería permanente. La intención es contar con un importante stock de test de coronavirus con el que mantener una fotografía actualizada de la población y activar intermitentemente el distanciamiento en función de las necesidades de los hospitales. Es decir, si hay un repunte en la demanda de atención sanitaria, se abre un periodo breve de distanciamiento. Si hay camas libres, por el contrario, las medidas se relajarían, en teoría.
¿Qué sucede con esos períodos de relajación de las medidas? "Permitirán acelerar la adquisicón de la inmunidasd de grupo", señala Marc Lipsitch, coautor del trabajo. Es decir, garantizar una expansión controlada de un virus que llega para quedarse, como la gripe. El propio Lipsitch añade que, si se mantuviese el distanciamiento sin modificaciones, "no aumentaría nunca la inmunidad de la población". De eso se trata: que nuestro sistema inmune genere anticuerpos y que la enfermedad encuentre mayor resistencia cuando vuelva a instalarse en nuestro cuerpo.
A falta de conocer más detalles
Los resultados de este estudio, sin embargo, hay que cogerlos con cautela. El motivo: todavía es demasiado pronto para concluir que nuestro cuerpo se inmuniza frente al coronavirus, así como el grado de defensas que adquirimos y cuánto tiempo permaneceremos inmunes. El coronavirus actual no lleva siquiera un año en movimiento y eso hace que todavía se desconozca profundamente su verdadero comportamiento.
Por ello, los autores piden hacer estudios serológicos, de anticuerpos, a la mayoría de la población, con el objetivo de determinar la extensión y la duración de la inmunidad. Con ello, además, se pueden prever cómo serán las próximas oleadas en un momento en el que todavía no existe una vacuna que permita enfrentarse al Covid-19.