Una profecía autocumplida es esa falsa afirmación con potencial de verdad que, de ser dicha o pensada de manera más o menos repetida o, al menos, convencida, se hace realidad. Si cruzando un peligroso puente de madera vieja que se sostiene con finas cuerdas deshilachadas nos repetimos constantemente que caeremos al agua, probablemente nos invadirá una sensación de inseguridad suficientemente poderosa como para despertar nuestra torpeza y precipitarnos al río. Pero aquello de que la sanidad española es la mejor sanidad del mundo quizá no es tanto una profecía autocumplida, sino más bien una mentira que, repetida mil veces, alguien ha interiorizado como verdad.
La pandemia de la COVID-19 ha desmantelado todo tipo de filtros y ha puesto frente al espejo a un sistema sanitario lleno de carencias, insuficiente a todas luces, y que lo sostienen profesionales de la salud mal pagados, con turnos inhumanos y con una presión laboral que desemboca en problemas de ansiedad, depresión y burnout. Pero, si bien el virus ha acentuado estos problemas, el sistema ya estaba podrido antes. Médicos residentes de toda España denuncian por primera vez que sufren coacciones de sus superiores para cubrir, en sus días libres, las bajas y las guardias de sus otros compañeros.
Presiones y amenazas para doblar turnos
Imagine que un día suena el despertador y se levanta de la cama como cada mañana para ir a trabajar. Es viernes y en unas horas empieza su fin de semana. Llega a la oficina, cumple con sus ocho horas de trabajo y vuelve a casa deseando empezar su descanso. Pero a eso de las ocho de la tarde recibe un WhatsApp: un compañero de su oficina que cubre el turno de fin de semana se ha puesto malo y no irá a trabajar. Si usted no le sustituye, tendrá graves consecuencias. Y así una o varias veces al mes. Un fin de semana, una tarde, un día de asuntos propios... Da igual, usted tiene que cubrir siempre las bajas de sus compañeros. Pues esto es lo que está ocurriendo en los hospitales españoles.
El sistema público de salud obliga cada día a sus propios médicos residentes a cubrir las bajas de sus compañeros para poder garantizar la atención médica a los ciudadanos, y lo hace bajo coacciones que amenazan con consecuencias negativas en sus evaluaciones si no acceden a aceptar el chantaje. En datos del año 2020, más de 2.000 médicos estaban registrados como demandantes de empleo y otros 4.500 habían aprobado el examen de acceso a la especialidad, pero se habían quedado sin plaza. Es decir, pese al "excedente" de médicos que existe en nuestro país, nuestro sistema sanitario ahorra gastos explotando a aquellos que ya están dentro de él, en lugar de contratar a sustitutos en paro.
A pesar de que esta práctica abusiva y poco ortodoxa se realiza desde hace mucho tiempo, la avalancha de sanitarios contagiados y en cuarentena se ha multiplicado en los últimos meses, lo que ha generado muchos agujeros pendientes de tapar en las plantillas de nuestros hospitales y centros de salud. Esta circunstancia ha provocado que los médicos residentes reciban presiones de sus superiores para doblar turnos y reforzar las puertas de urgencias con guardias que cubren las 24 horas de un día. No solo deben cubrir a sus compañeros residentes, sino también a sus superiores adjuntos, obligándoles a ausentarse de su propio rotatorio, lo que degrada inevitablemente su formación.
No se trata, por tanto, de un acontecimiento puntual ni de un favor entre compañeros, sino más bien de un modus operandi que se ha ido normalizando en el sistema público de salud. Ante la baja de un médico, es este quien debe encargarse de convencer a un compañero para que le cubra su turno. En muchas ocasiones, este aviso llega fuera del horario laboral, obligando a los residentes a renunciar a su derecho a la desconexión digital recogido en nuestra legislación. En algunos hospitales se configuran listas de mal llamados "retenes" o "residentes localizados", una figura alegal que obliga a los jóvenes a estar pendientes de tener que cubrir cualquier baja imprevista durante sus días libres. Esta disponibilidad, al contrario que en otras profesiones, no tiene una contraprestación económica.
Una figura fundamental para la sostenibilidad del sistema público de salud
Son, quizá, el colectivo de sanitarios más maltratados de todo el sistema. Tras seis años de formación en la universidad, los médicos residentes españoles pasan entre cuatro y cinco años más (dependiendo de la especialidad que escojan) formándose en nuestros hospitales públicos atendiendo a sus propios pacientes. Sobre el papel, transitan por el sistema en calidad de profesionales en formación, con un sueldo bajo y tutorizados por otros médicos especialistas que ya han hecho el mismo recorrido con anterioridad. Pero, en el campo de batalla, se enfrentan a decisiones que tienen repercusión en la salud de sus pacientes y pasan noches en vela en sus eternas guardias alejados de sus tutores.
El sueldo base de estos médicos depende de cada comunidad autónoma, pero ronda los 900 euros mensuales, sin llegar en la mayoría de casos al salario mínimo interprofesional. Si no fuera porque su formación les obliga a realizar las famosas guardias de 24 horas, tanto en urgencias como en sus respectivas plantas especializadas, no podrían percibir un sueldo digno que se ajustase a las necesidades básicas de cualquier ciudadano en España. Esto provoca que muchos jóvenes carguen en su calendario mensual más de una guardia extra para poder ingresar un mejor sueldo.
En estas guardias, muchos de los residentes apenas pueden dormir una o dos horas en toda la noche, pues las salas de urgencias están llenas de pacientes que requieren una atención inaplazable; mientras que algunos de los médicos adjuntos, que tienen una posición jerárquica superior, pasan gran parte de la noche durmiendo, aunque disponibles en caso de tener que intervenir. Esta y otras circunstancias hacen que los residentes tengan un papel fundamental en el sistema de salud público, pues sin su presencia, la atención médica universal sería directamente insostenible. Cabe recordar que cada año ingresan en los hospitales de toda España entre 7.000 y 8.000 residentes nuevos; y que, según el Ministerio de Sanidad, hay en torno a 30.000 residentes formándose actualmente en nuestros hospitales.
La mejor sanidad del mundo
Se le atribuye a Göbbels, el ministro de propaganda de Hitler, la ingeniosa idea de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Muchos de nosotros hemos crecido creyendo que en España teníamos la mejor sanidad del mundo. Quizá lo que teníamos era la mejor plantilla de sanitarios del mundo que, a pesar de las carencias y, en ocasiones, precariedades del sistema público de salud, lo sostienen con trabajo y mucho esfuerzo.
En el eco de nuestras calles han quedado los aplausos que los ciudadanos le dedicaban a los sanitarios cada tarde durante el confinamiento del año 2020. Un eco que, durante un tiempo, sostuvo el delicado puente de madera vieja que es hoy nuestro sistema de salud. Y que ahora nos hace temer que acabe cumpliéndose aquella profecía antigua que hablaba sobre no cuidar a quienes nos cuidan.