Después de que el pasado 11 de octubre el Consejo de Europa rechazara una recomendación del Comité de Ministros que pretendía acordar unas línea directrices comunes al abordar los derechos de los niños por maternidad subrogada, quedó patente la división que existe entre los políticos europeos acerca de este tema: 83 parlamentarios votaron en contra, 77 a favor y 7 se abstuvieron. Esto no es sino un reflejo de la división que existe en la sociedad en relación con esta nueva forma de maternidad.
La maternidad subrogada es un tema muy complejo, puesto que entran muchas variables en juego, pero la definición básica es que una mujer (llamada 'madre de alquiler' o 'madre gestante') se presta a quedarse embarazada por fecundación in vitro, y llevar al feto en su interior hasta que nace, momento en que se lo entrega a una pareja con la que ha acordado tener el bebé. Esta pareja, por lo general, no puede tener hijos o no puede arriesgarse a pasar por las posibles complicaciones de un embarazo.
A partir de ahí, hay muchas posibilidades: la madre gestante puede haber donado también el óvulo, habérselo implantado de la madre adoptiva o de otra mujer, el semen puede proceder del futuro padre o de otro hombre, puede hacerlo a cambio de rédito económico o de forma altruista, etc.
En cuanto a su regulación, también hay grandes diferencias dependiendo de dónde nos encontremos. En España, la maternidad subrogada es ilegal, pero está permitido viajar a otro país para tener un niño de esta forma y luego traerlo a España. Y en Estados Unidos, pese a la concepción popular de que esta práctica es legal, solo ocho estados permiten la maternidad subrogada sin importar condiciones como un contrato pre-embarazo o el intercambio monetario. En los demás estados hay límites. En países como Rusia y la India, la maternidad subrogada con retribución económica es legal, mientras que en otros como Reino Unido, Suecia u Holanda solo se permite la forma altruista.
Estas diferencias tan amplias nacen precisamente de la diversidad de opiniones que hay acerca de este tema. La maternidad subrogada es uno de los temas conflictivos por excelencia, y no faltan argumentos a favor y en contra de esta práctica.
A favor
El principal argumento que emplea la gente que está a favor de los vientres de alquiler es que el intercambio se hace entre adultos que dan su consentimiento, ninguno de ellos está obligado a hacer nada que no quiera. Además, explican que el niño no puede ser más deseado, y que está seguro de entrar en una familia que lo va a querer por encima de todo. También argumentan que no hay estudios que demuestren que el vínculo materno-filial tenga por qué ser igual en todas las personas: hay madres que no se sienten unidas a sus hijos biológicos hasta después del parto, o hasta que no han interactuado durante un tiempo con ellos.
También hay que tener en cuenta que, en la mayoría de casos, los padres que 'alquilan' el vientre de otra mujer no pueden tener hijos, por problemas de fertilidad, de salud o de cualquier otro tipo. También es muy común en parejas homosexuales. Los defensores de la maternidad subrogada ven esta técnica como un acto de solidaridad, de altruismo y un regalo a gente que no puede tener niños. Como explica David González, presidente de la Asociación de Padres por la Gestación Subrogada, se trata de una técnica que se ha llevado a cabo en otros países desde hace 30 años, y que igual que se donan órganos, hay que respetar el derecho de una persona a ayudar a otra que quiera tener hijos.
En contra
Pero los detractores de esta forma de maternidad también tienen razones para no apoyarla. Una de las principales es que consideran que es una forma de traficar con la vida, que acaba con la dignidad de la mujer a la par que con la del niño. La mujer se convierte, a sus ojos, en una suerte de incubadora, que solo sirve para alojar al niño en su cuerpo durante nueve meses. El niño, por su parte, se convierte en mercancía, que es pasada de unas manos a otras.
Surge también el dilema moral de qué pasa si los padres adoptivos cambian de opinión, o de si es la propia madre de alquiler la que quiere interrumpir su embarazo o incluso quedarse con el niño. Estos problemas suelen estar reflejados en el contrato que firman la madre de alquiler y los padres adoptivos, pero hay quien ve poco ético que estos problemas emocionales se regulen con un contrato. Según Mariano Calabuig, presidente del Foro de la Familia, "es un desprecio a la dignidad de la mujer al producirse un mercadeo con ella. Por eso se llama a este sistema de reproducción como el de vientres de alquiler".
Posibles soluciones
Pero el principal problema es el que haya dinero de por medio. Muchos detractores de esta práctica afirman que si no hubiera un intercambio de grandes cantidades de dinero, y se hiciera de forma verdaderamente altruista, se eliminarían muchos de los problemas anteriormente mencionados: el cuerpo de la mujer ya no sería un mero instrumento que puede ser alquilado a un precio (y muchas mujeres no recurrirían a este método cuando se hayan en una mala situación económica), el niño ya no sería equiparado con un objeto que se compra y se vende, y los nuevos padres no se verían obligados a tener que pagar para conseguir un ansiado hijo.
Por eso, en España se ha intentado ir en esta dirección, que puede satisfacer tanto a seguidores como detractores de la maternidad subrogada. En una iniciativa presentada por Ciudadanos en la Asamblea de Madrid, a la que se unió Cristina Cifuentes, se proponía que la política de vientres de alquiler fuera regulada por ley, eso sí, matizando que no puede haber transacción comerciar ni económica entre los padres y la madre gestante. Sin embargo, la iniciativa no prosperó, con 64 votos en contra (PSOE y Podemos) y 62 a favor (PP y C´s).
Lo que está claro es que la maternidad subrogada sigue siendo un tema candente en España, a la que todavía le cuesta aceptar esta forma de reproducción alternativa.