Marieke Vervoort es una atleta paralímpica, ganadora ya de dos medallas. Lleva toda la vida haciendo deporte y de pequeña era una niña extremadamente activa, tal y como cuenta su padre Joseph al diario El País.
Solía nadar, montar en bicicleta y practicar jiu-jitsu. No obstante, con 14 años se le inflamó un pie de una forma muy dolorosa. A partir de ahí, todo su cuerpo comenzó a verse comprometido, hasta que a los 20 años dependía de una silla de ruedas para moverse. En un principio pensó en dedicarse a enseñar, a ser profesora de guardería; pero, finalmente, no quiso abandonar el deporte. Como cualquier otro deportista, Marieke necesitaba de actividad física diaria para sentirse completa. Y no iba a dejar que una enfermedad le arrebatara eso.
Ahora mismo, la mitad inferior de su cuerpo se encuentra completamente paralizada. Además, su visión se ha visto reducida a tan solo el veinte por ciento, y sufre dolores constantes. Es por eso que ha decidido que, una vez finalizados los Juegos Paralímpicos de Río, firmará los papeles necesarios para poder llevar a cabo la eutanasia.
En Bélgica, país donde ella reside, la eutanasia lleva muchos años siendo legal. De esta forma, Marieke no tendrá que esperar a que sea su propio cuerpo el que, tras meses de dolores y sufrimiento, acabé muriendo. Será ella la que decida que ya no puede más. La eutanasia ha recibido en muchas ocasiones el nombre de 'la muerte digna', puesto que acaba siendo esto para personas que, como esta atleta, sufren enfermedades terminales.
En Bélgica, país de Marieke, la eutanasia lleva muchos años siendo legal
Marieke vive siendo constantemente atendida porque, aunque sea capaz de valerse por sí misma, sus dolores son atroces en algunas ocasiones. También es proclive a sufrir ataques epilépticos. Su vida cambió radicalmente desde que le diagnosticaron su enfermedad.
"Cuando quiera, puedo coger mis papeles y decir que es suficiente. Quiero morir. Me da tranquilidad cuando tengo mucho dolor. No quiero vivir como un vegetal", explica la atleta paralímpica. Marieke habla de dos facetas suyas: la que da la cara al público, que hace deporte y siempre está feliz, y la que está en casa, la que sufre la enfermedad y debe soportar el dolor. "La gente siempre me ve sonriendo y haciendo deporte, pero no ve lo que pasa cuando estoy en casa", reconoce.
Ninguna de las personas de su alrededor se ha mostrado contrariada por su decisión. Tiene suerte de vivir en Bélgica, que es considerado uno de los países con una legislación más permisiva en cuanto a la eutanasia. Pese a eso, no cualquiera puede someterse a un suicidio asistido simplemente por un capricho, ni mucho menos: Marieke debió demostrarle a un psiquiatra que no había tomado la decisión en un momento puntual, sino que era fruto de haber estudiado mucho la situación. Además, tuvo que demostrar ante tres médicos diferentes que sus dolores eran realmente tan intensos como para no poder hacer vida normal con ellos; fueron los mismos tres médicos que le confirmaron que, efectivamente, no había esperanza de que mejorara.
Lo positivo de la situación es que ella podrá decidir cómo morirá. Si bien no decidirá el método, pues ese es el mismo para todos los pacientes (una inyección), sí podrá decidir quién quiere que la acompañe en ese momento. La situación se encuentra mucho más normalizada de lo que está en España, por ejemplo. Por supuesto, su familia sufrirá y tendrá que llorar su pérdida, pero Marieke no tiene miedo. "Te duermes lentamente y no te vuelves a despertar nunca", así es como describe ella la experiencia.
Marieke debió demostrarle a un psiquiatra que no había tomado la decisión en un momento puntual
No cree que vaya a reencarnarse o que vaya a ir al cielo, puesto que no se considera creyente. Lo que sí sabe es que, en el momento en el que ella ya no sea capaz de continuar enfrentándose a su cuerpo, podrá marcharse. Espera que tanto sus padres como sus dos mejores amigas la acompañen durante sus últimos minutos e, incluso, ha dejado una carta escrita para que la lean cuando todo haya terminado.
Pero aún quedan unos cuantos años para que llegue ese momento. Por ahora, se conforma con intentar conseguir otra medalla para Bélgica en los Juegos Paralímpicos. Una vez termine, dejará de dedicarse al deporte profesionalmente y disfrutará el tiempo que le quede. Ella podrá decidir cuánto será y no tendrá que esperar a que la naturaleza siga su curso.
La eutanasia sigue siendo un tema muy controvertido y con muchas opiniones contrapuestas. No obstante, si hay algo claro, al menos en este caso, es que Marieke se siente mucho más tranquila sabiendo que podrá decidir si quiere seguir sufriendo o no. No tendrá que suicidarse por su propia cuenta, sino que contará con la ayuda de profesionales que, de la forma menos dolorosa posible, pondrán fin a su sufrimiento.