La madre de Godella actuó bajo un brote psicótico, según apuntan todos los indicios. El consenso empieza a surgir entre el tribunal, lo que podría derivar en dos consecuencias: que se aplicara una rebaja de la pena sobre la madre o que, por otro lado, se la considerase como una víctima más de su propia enfermedad y se aplicase un eximente. En ese caso, no iría a la cárcel, pero sería recluida en un centro psiquiátrico, tal y como sucedió en el caso de la doctora Noelia de Mingo.
Los testimonios de la madre están siendo clave y los análisis de los médicos corroboran esta versión. También el historial de Gombau, que ya había padecido un brote similar varios años atrás; así como las advertencias de la madre ante las autoridades, que avisó de lo que iba a suceder sin que nadie actuara.
Pero hay más. A pesar de que la pareja de María, Gabriel, lleva dos meses en prisión preventiva como presunto coautor del crimen, el testimonio de la mujer desmonta cualquier posible participación por parte del acusado: ella creía que formaba parte de una especie de secta que estaba dominando a sus hijos e incluso a ella misma.
Para alcanzar todos estos escenarios, será fundamental la valoración que se haga del testimonio que ha relatado la joven. Porque, a su llegada a las urgencias del Hospital de la Fe de Valencia, reconoció los hechos, se mostró completamente aliviada, y creía que había salvado la vida de sus hijos matándolos.
"Dios me habla al oído. No es un varon como todo el mundo cree, sino que Dios es una mujer"
El cerebro de María había cambiado poco a poco su manera de percibir el mundo. Una terrible enfermedad, unida al consumo de estupefacientes, habían sido clave para que la joven perdiese por completo su contacto con el mundo real hasta el momento del terrible desenlace
Cuando María llegó al centro médico y le preguntaron el motivo de su llegada, la joven se abrió en canal y comenzó a relatar todo lo que pasaba por su cabeza con celeridad: "Sí, porque he matado a mis hijos. Me lo ha pedido Dios. Hace ya un tiempo que Dios me habla al oído. me dice cómo debo actuar. No es un varón como todo el mundo cree, sino que Dios es una mujer. Me ha enseñado que es a través del dolor y de la tristeza que nos acercamos a ella", aseguró según recoge el periodista Nacho Abad en un artículo del diario El Confidencial.
María creía que esos contactos le habían brindado una serie de habilidades para luchar contra una situación adversa que existía en su realidad: "Dios me ha dado poderes para detectar el mal. En este mundo en el que vivimos, hay sectas malignas que te lavan el cerebro. Históricamente esta práctica arrancó en la época de los nazis, con las SS. Después llegaron los denominados 'U'. Son personas muy peligrosas. Se trata de humanos que se dedican a lavar el cerebro de la gente, provocan guerras y los enfrentamientos entre los seres humanos. A mí me quieren asesinar para quedarse con mis genes. Están en todos lados. Es una plaga. Hay miembros de mi familia, amigos, vecinos y hasta mi pareja Gabriel pertenece a los 'U'. No se imaginan la cantidad de personas que forman sus filas", relató.
"Mi hija es un cuerpo sin alma"
María siempre actuó por el bien de sus hijos, dentro del mundo que se había instalado forzosamente en su cabeza: "Yo sé que los 'U' han influido en mis hijos. Estos últimos días han sido horribles y me he terminado de convencer. A mi mayor lo mandé a la escuela en septiembre y a los pocos días me empecé a darcuenta de que le habían robado el alma. Para una madre como yo, eso es fácil de detectar. Estaba más violento, más agresivo, se enfrentaba a mí, pero lo peor fue cuando me percaté de que a pesar de su edad era capaz de controlar mi voluntad, hacía conmigo lo que quería".
Todo ello la llevó a proyectar finalmente sus delirios en contra de sus propios hijos: "Mi hijo llegó al punto en que también se colaba en mi cerebro y dominaba mi pensamiento. En cuanto a mi hija, es una tristeza, pero nada más nacer le robaron el alma. Es un cuerpo sin alma. La que tenía al morir ahora no es la misma que cuando nació".
María Gombau sintió una especie de liberación que se reflejaba en su rostro. Creía que había salvado la vida de sus hijos y lo destacó en su declaración: "No tengo miedo. Todo lo he hecho por Dios. Ella me ordenó que practicara un ritual de purificación y yo cumplí con sus deseos. Me da mucha pena la muerte de mis pequeños, pero es que habían perdido su alma. No eran mis hijos. Es la voluntad de Dios y yo estoy tranquila. Quitarles a Ichel y a Amiel la vida era la única forma de salvar sus almas y salvarme yo misma".
Un modelo de salud mental ineficaz
El caso de María Gombau demuestra que el modelo de salud mental en España aún cuenta con muchas lagunas, heredero de las reformas realizadas a finales de la década de 1970.
En esta materia, hubo un cambio radical: se pasó de encerrar a los enfermos de manera permanente y utilizar todo tipo de prácticas controvertidas; a proporcionar total libertad a la hora de gestionar su enfermedad.
El problema, sin embargo, es que se deja de lado al entorno de la persona. No hay que olvidar que, en pleno brote, el paciente percibe la realidad como realidad y, por tanto, no se puede convencer de que está siendo víctima de una enfermedad hasta que un médico regula su química cerebral.
En Godella, la madre de María había advertido reiteradamente a los servicios sociales y médicos del estado de su hija, previamente diagnosticada con esquizofrenia. Nadie le hizo caso. Y el crimen, en ese caso, se podría haber evitado.