España se convertirá en un páramo desertificado si continúa el aumento de las temperaturas globales al nivel que mantiene hasta ahora. Se trata del escenario más pesimista planteado por la Asociación Intergubernamental para el Cambio Climático, pero no es tan difícil de alcanzarlo: los Acuerdos de París planteaban que la temperatura no iba a subir más de 2 grados en el siglo, y ya nos encontramos en 1,1ºC. El peor escenario es de cuatro y teniendo en cuenta el ritmo que llevamos... parece muy probable.
En lo que respecta a España, la situación sería completamente catastrófica: desde Santa Cruz de Tenerife hasta Vigo, nos encontraríamos con páramos desertificados en los que sería imposible que creciese ninguna especie vegetal. La falta de agua y las altas temperaturas, unidas a la ausencia de agricultura y ganadería que provocaría esta situación, causarían una fuerte crisis humanitaria en el país ibérico.
Igual suerte tendría que soportar África, uno de los continentes que se verían más afectados, a pesar de ser el menos culpable en todo este problema. En lo que respecta a Europa, la región habitable se iniciará al norte de Alemania (el sur también sería un páramo).
En América, tan sólo Canadá y la Patagonia contarían con la suerte de albergar vida humana. En Asia, países como China desaparecerían y tan sólo habría vida humana en Rusia y sobre todo la región de Siberia. Además, algunas islas importantes como Papúa Nueva Guinea estarían completamente condenadas a la extinción.
El culpable de todo ello sería el efecto invernadero, que provocaría el progresivo deshielo de los polos y convertiría a la Antártida en un prolífico bosque. Ésta última hipótesis no es tan descabellada: en el continente ya está apareciendo vegetación cuando hubiera sido impensable años atrás.
El deshielo de los polos es un problema medioambiental importante: se encargan de regular las temperaturas de todo el planeta y de equilibrar el resto de ecosistemas. Si se acaban, el resto del planeta está condenado a la desaparición por no contar con un elemento regulador del clima. Y nadie está haciendo nada por evitarlo.
Precisamente, el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, ya ha anunciado que la primera potencia mundial (y uno de los países con mayor responsabilidad en este problema, junto con China) abandonará los Acuerdos contra el Cambio Climático de París porque considera que todo es una "estafa" urdida por China para debilitar la economía del país norteamericano. Las evidencias demuestran lo contrario.
Sin embargo, el problema de estos acuerdos radica en que se trata de meras declaraciones de buenas intenciones y no establecen controles y sanciones para todas aquellas naciones que no cumplan con lo establecido. Por todo ello, los Acuerdos de París planteaban que la temperatura no iba a aumentar en 2ºC a final de siglo y, en 2017, ya vamos por 1,1ºC.
El Sáhara se convertirá en una selva
Mientras que aún nos cuesta imaginarnos a Francia como el desierto de los Monegros, aún nos cuesta más imaginar lo que sucederá en otras regiones actualmente desérticas como el Sahel o el desierto del Sáhara: se convertirán en un completo vergel.
La causa de todo ello será la concentración de precipitaciones en la zona, que permitirá crear un microclima más suavizado que permitirá que la vida pueda congregarse en esta zona, como una especie de isla separada del resto de la vida.
El problema de toda esta situación es variado: por un lado, no habrá espacio para albergar a los más de 7.000 millones de seres humanos que viven en la Tierra. Por otro lado, las regiones habitadas estarán tan separadas entre sí, que se terminarán creando núcleos de población aislados y que favorecerán un retroceso completo en todo lo que ha alcanzado la civilización humana.
Por todo ello, lo más conveniente es que los distintos estados se comprometan realmente a aplicar medidas eficaces que permitan poner coto a un problema que aún no es irreversible, pero que está a punto de serlo.