Los partidos de la derecha, además de sus medios afines, están realizando una campaña en contra del ministro de Universidades, Manuel Castells, porque no había ofrecido ninguna rueda de prensa desde el mes de enero, cuando el coronavirus ya circulaba por el país.
Sus apariciones públicas se han producido con cuentagotas y ha habido ciertas quejas con la tardanza a la hora de conocer detalles como las tasas, el futuro de los exámenes y, en definitiva, cómo sería el funcionamiento de la universidad durante la 'nueva normalidad'.
Sin embargo, el ministro no ha estado tan ausente como aseguran. A pesar de que no ha comparecido desde el escenario habitual de las ruedas de prensa, lo cierto es que sí ha coordinado todo el trabajo y ha mantenido un elevado número de reuniones. Pero a través de videoconferencia: desde su casa.
El ministro está muy preocupado por su salud. Es una persona de altísimo riesgo y evita el coronavirus a toda costa. A sus 78 años, tiene patologías previas que podrían complicar seriamente con una infección.
En 1993 le diagnosticaron un cáncer de riñón. Los médicos entonces le dieron un máximo de tres años de vida, algo que evidentemente se ha extendido notablemente. Además, ha sufrido algunos infartos. Todo este cúmulo de problemas de salud, además de la edad (la mortalidad se dispara a partir de los 75 años) le han llevado a tener un cuidado exquisito: cree que si se contagia podría no salir hacia adelante.
Tres años de esperanza de vida
La vida de Manuel Castells cambió radicalmente en 1993. En mitad de un momento de gran movimiento intelectual y vital, un médico le diagnosticó un tumor malo. Él, que veía el reloj corriendo, tenía gran preocupación por no dejar inacabada su trilogía 'La era de la información: economía, sociedad y cultura'.
A partir de entonces paró el ritmo por completo y se dedicó a intentar terminar la obra cuanto antes. En 1996, un médico le dijo que el cáncer había empeorado y, junto a su mujer, decidió publicar la obra aún incompleta.
Pero, sorprendentemente, sobrevivió: al extirparle el riñón, los médicos dieron la enfermedad por controlada y siete años después le declararon libre de cáncer en su cuerpo. Él, que se había preparado para irse, vio el éxito de la obra que publicó inacabada: se ha traducido a 23 idiomas.
Todo esto se suma a algunos infartos del corazón que ha sufrido posteriormente. La comunidad universitaria ya había mostrado sus temores porque sus problemas de salud pudieran interceder en su labor como ministro. Ahora, con la pandemia, han vuelto a aparecer.
Recluido en su vivienda en Madrid
Castells ahora vive en Marrid, lejos de su familia que permanece en Barcelona. El piso es de propiedad estatal y se le ha habiitado en virtud de su condición como ministro. Se trata de un inmueble de Patrimonio Nacional con sala de reuniones, despacho y vivienda. No es el único que lo hace: también utilizaron una Juan Ignacio Zoido e Íñigo de la Serna (PP) y Carmen Calvo o José Luis Ábalos (PSOE).
Allí trabaja encerrado, se reúne por videoconferencia para desempeñar su trabajo, siempre en una habitación con paredes blancas y coordina todas las labores de su ministerio. Escucha lo que le proponen y solo delega en cargos inferiores algunas reuniones técnicas sobre las que no tiene conocimiento.
Lo único que echan de menos desde la comunidad educativa es la presencia del ministro en ruedas de prensa, explicando las medidas que quiere aprobar, sobre todo en una situación como la actual.
