La situación en la Comunidad de Madrid preocupa. La región acumula un alto número de hospitalizaciones y 22 rebrotes de manera oficial, pero todavía aparece lejos de liderar el ránking de contagios.
El problema, en este caso, se evidencia en una falta de medios humanos. La región padece un fuerte déficit de rastreadores que lleva a cerrar la mayoría de casos como aislados y sin una investigación eficiente.
De hecho, la propia Comunidad de Madrid reconoce este déficit: todavía no ha contratado a todos los reastreadores que prometió hace dos meses, cuando la situación estaba completamente controlada y la región empezaba su desconfinamiento. Ahora, la urgencia es mucho mayor.
Por el momento, quien ha pagado la factura ha sido el ocio nocturno. Isabel Díaz Ayuso ha fijado una especie de toque de queda a la 01:30 de la madrugada, lo que implica el cierre velado de las discotecas sin anunciarlo como tal, ya que la ruptura en el modelo de negocio es total. Algunas salas intentan adaptarse trasladando sus fiestas a la tarde, pero ya hay descontento y se prepara una gran huelga con cierres en el fin de semana del próximo 7 a 9 de agosto.
Mientras se espera a que Ayuso finalice la contratación de rastreadores, los casos continuan sin cerrar vínculos y, de esta manera, se escapan potenciales asintomáticos que no son diagnosticados y finalmente continuan expandiendoe l patógeno.
Para muestra, un botón. Si la media española se encuentra en un rastreador por cada 12.000 habitantes, Madrid se mantiene en uno por cada 47.000. Todas las cifras, no obstante, son malas: los estándares internacionales recomiendan fijar un rastreador por cada 5.500 ciudadanos.
De esta manera, además de la incapacidad de atender todos los positivos, también surge la sobrecarga de trabajo, que no permite contactar directamente con potenciales infectados ni contactar o identificar locales o zonas que podrían estar actuando como focos de rebrotes.
En 'nueva normalidad' con los medios de la fase 1
La situación no solo evidencia una falta de medios, sino también cierta dejadez a la hora de hacer los deberes en la identificación de los contagios. Solo así se explica que la Consejería de Sanidad haya anunciado el pasado 23 de julio que tenía solo 142 rastreadores, además de solo 40 profesionales que siguen la evolución de los contactos.
Son los mismos medios que se empleaban en la fase 1, cuando no había ocio nocturno, tampoco centros comerciales, había más teletrabajo y las tiendas solo podían abrir espacios de 400 metros cuadrados con aforos ultrarreducidos.
Ese agujero se suma a las perspectivas. Madrid está viviendo un mes de agosto a medio gas por el verano, pero queda comprobar cómo se afrontará la llegada de septiembre y sobre todo octubre, cuando se suman diversos factores de riesgo: más ciudadanos que vuelven a sus puestos de trabajo, mayores aglomeraciones en el transporte público, bajadas de temperaturas que favorecen los contagios... con los medios actuales, la situación promete ser complicada.
Además, la sanidad pública también arrastra los problemas derivados de varias décadas de recortes. La Consejería de Sanidad todavía no ha anunciado un refuerzo del personal, después de haber expulsado a la práctica totalidad de los sanitarios que contrató durante el pasado confinamiento.
La apertura del llamado 'hospital de pandemias' se suma a los restos de Ifema, que será el salvavidas hasta que el centro en construcción opere. Pero los grandes hospitales de la región, como el Clínico o el Doce de Octubre, a los que se destina a pacientes graves, no cuentan todavía con planes de refuerzo y están infradotados en estos momentos.
La situación parece controlable porque por el momento la gran mayoría de los contagios se detectan entre la población menos vulnerables, los jóvenes. El temor a una segunda ola y el contagio de personas mayores o enfermos crónicos, sin embargo, amenazan con devolver el temido triaje según el cual se negaba asistencia sanitaria a determinados tipos de enfermos. Un escenario que podría dejar consecuencias dramáticas.