Noviembre de 1983, West Baltimore, Maryland, Estados Unidos. Una de las ciudades menos afortunadas, con casas abandonadas, destruidas, ventanas tapiadas y puertas repletas de candados ante el miedo de los habitantes. La falta de coches, comercios e incluso de anuncios nos evocan al pasado. Por aquel entonces, DeWitt Ducket, un adolescente de 14 años, murió tiroteado en el pasillo de su instituto cuando intentaban robarle la chaqueta que llevaba puesta.
Era una de esas chaquetas vintage con el logo de la Universidad de Georgetown. Ese 18 de noviembre de 1983 alguien se cruzó con DeWitt, alrededor de la una y media de la tarde y se la reclamó. Aquella persona iba con otros dos chicos que le acompañaban y que huyeron. Después, se produjo un disparo y DeWitt apareció muerto.
En aquel momento la policía se aferró a la única pista que tenían para poder seguir el caso: tres jóvenes de otra escuela habían hecho pellas y estaban por Harlem Park viendo a otros amigos o conocidos que había allí. Pero no quedó en eso la cosa: en casa de uno de ellos, Alfred Chestnut, encontraron la misma chaqueta, aunque el acusado mantuvo que había sido un regalo de su madre.
La investigación se centró entonces en Chestnut, Ransom Watkins y Andrew Stewart. El día de Acción de Gracias, cuando no había pasado ni una semana del suceso, los arrestaron. Aunque declararon su inocencia, los testigos se mostraron dubitativos y no hubo pruebas incriminatorias válidas. Poco después entraron en prisión.
36 años después
Sin embargo, los acusados se negaron a tirar la toalla y el pasado 25 de noviembre quedaron exonerados del crimen. Ahora son tres hombres con más de 50 años, que llevan en prisión desde los años ochenta y que se enfrentan a una realidad completamente diferente a la que dejaron, sin que haya posibilidad de que puedan devolverles su tiempo.
Recientemente, se ha descubierto que el detective que llevó el caso, David Kincaid, enseñó las fotos de los tres presos a varios testigos que no los identificaron las primeras veces. Sin embargo, siguieron insistiéndoles durante semanas hasta que lo hicieron.
Además, cuando tuvo lugar el crimen, varios testigos señalaron a Michael Willis, un joven que por aquel entonces tenía 18 años. Dijeron que le vieron correr y tirar una pistola, y por la noche le encontraron con la famosa chaqueta robada a DeWitt. No obstante, la policía no le dio importancia y siguió investigando a los tres inocentes, a pesar de que la madre de Chestnut mostró el recibo de la compra de la chaqueta, demostrando así que no pertenecía al asesinado.
"Hubo un mal trabajo policial y problemas con la identificación por parte de los testigos. Los testigos eran niños, que fueron interrogados por la policía, sin sus padres delante, y hemos sabido que les amenazaron para que dieran la versión contra Los Tres", explicó Brianna Ford, abogada que ha representado a Chestnut.
El culpable
En aquel momento el crimen sucedido en el instituto venía precedido de otros asesinatos por prendas de ropa, que había atemorizado a la población. La policía tenía prisa por hallar culpables y atar cabos. Una vez lograda una condena es muy difícil rectificar ya que, según Ford, algunos fiscales se preocupan más "por mantener las condenas conseguidas que por hacer justicia".
Sin embargo, Michael Willis, el que apuntaba a ser el verdadero homicida, no podrá responder ni pagar por el asesinato: murió en 2002 tiroteado en el mismo barrio. Además, acumuló un gran historial de arrestos por drogas y agresiones.
Ahora, Baltimore sigue sumida en el caos. Está sumida en una ola de crímenes que no se va, ya que desde 2015 se han sufrido alrededor de 300 homicidios por año, los mismos que en Nueva York, con 13 veces menos población. Incluso hubo una serie de televisión que quiso retratar la violencia en Baltimore, 'The Wire', creada por uno de los periodistas de Baltimore Sun. David Simon, el creador, había escrito además un libro llamado 'Homicide', en el que narró un año con la policía de la ciudad. En él, además, se refirió al caso de Harlem Park, y muestra cómo en prisión el detective le preguntó a uno de los condenados, a Watkins, si conseguía dormir bien por las noches. El joven, convencido siempre de su inocencia, le contestó que sí.
La duda sobre el racismo
Entra entonces la pregunta que rodea a diversos casos: ¿Habría ocurrido lo mismo si los jóvenes hubieran sido chicos blancos?
La abogada de Chestnut, por su parte, mantiene que el sesgo racista no está claro, ya que la víctima y varios de los investigadores eran afroamericanos. Asimismo, para Shawn Armbrust, directora de la Mid-Atlantic Innocence Project, organización que ha trabajado con la Fiscalía de Baltimore en esta exoneración, también es difícil pronunciarse firmemente sobre este suceso, aunque afirma que, generalmente, "en muchos de estos casos el racismo se percibe en las asunciones que se hacen sobre los chicos afroamericanos, se les ve capaces de ser violentos, no se les trata como individuos, sino como miembros de una comunidad".
Su organización, al igual que la Innocence Project Clinic de la Universidad de Baltimore, a la que pertenece Ford, trabaja en varios casos de personas que fueron encarceladas durante años a pesar de las flaquezas de la acusación, y las exoneraciones se han multiplicado a lo largo de los años gracias a los avances tecnológicos y a la suerte de los condenados, ya que juega un papel muy importante el hecho de que el fiscal quiera verse envuelto o no en el caso y que los archivos policiales se conserven a lo largo del tiempo.
El caso de 'Los Tres de Baltimore' se topó con Marylin Mosby, fiscal de Maryland, que creó una unidad especial para estos casos y que ha excarcelado ya a nueve personas. El pasado 25 de noviembre, cuando los acusados fueron liberados, Chestnut abrazó a su madre y se dirigió a los periodistas, que acudieron en masa. "Tengo ganas de vivir el resto de mi vida, humilde y pacífico, como yo soy". Stewart, otro de los tres chicos, se refirió a la vida que le espera fuera: "Cuando me lo dijeron no sabía cómo parar de llorar, un amigo me dijo que se acaba mi viaje, pero no es así, tengo que aprender cómo vivir ahora".
Tras 36 injustos años en prisión, 'Los Tres de Baltimore' han conseguido que se les declare inocentes y tener una oportunidad para empezar una nueva vida.