El Partido Popular se encuentra en sus horas bajas. El último escándalo, el de Cristina Cifuentes, espoleado presuntamente por parte de las filas de su propio partido, solo ha servido para sacar los trapos sucios de los populares. Esto se suma a la caja B de Bárcenas, caso Lezo, caso Púnica, caso Gürtel o caso Brugal, entre otros; además, el ascenso de Ciudadanos, que solo ha hecho nada más empeorar la situación. Le crecen los enanos, como se popularmente.
El electorado popular ve irremediablemente cómo su partido se va hundiendo poco a poco en las encuestas. En la calle, el sentir es obvio y la frase más escuchada por los cargos públicos del partido es: "¡Haced algo!". Las críticas recibidas sobre lo que ha ocurrido en la Comunidad de Madrid ha instaurado el miedo en Génova, que ve más cerca que nunca la desaparición del partido.
Ese pensamiento se acentúa si pensamos el batacazo que el Partido Popular se metió en las elecciones catalanas del 21 de diciembre. Sin embargo, hay un hecho que sobrevuela la sede de Génova: la desaparición de UCD. La formación de Adolfo Suárez pasó de liderar La Moncloa con 168 diputados a hundirse con 11 escaños en las elecciones 1982, lo que le llevó a la disolución meses después.
El temor a desaparecer definitivamente
Es normal que en el seno del Partido Popular se llegue a pensar en la disolución. Parece que el escándalo de la Comunidad de Madrid le ha hecho más daño que cualquiera de las imputaciones en escándalos de corrupción. Una muestra de las prácticas mafiosas que parecen instauradas dentro del PP. Además, los últimos presidentes de Madrid -Ignacio González, Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, y Cristina Cifuentes-, junto a asesores y concejales, han quedado manchados por la sombra de escándalos. Algo que ha sumido al partido en disputas internas y en un creciente pesimismo.
El máster y las cremas de Cristina Cifuentes parece que han sido la estocada final para ver la terrible situación en la que se encuentra el Partido Popular. Algunos de sus dirigentes, consultados por La Vanguardia, ven un escenario muy negro como no se produzca una reestructuración por completa del partido; de hecho, varios piensan que, "nos jugamos que nos sustituyan como opción de centroderecha", y ante esto ratifican, "nadie hace nada".
Este sentir no hace más que recalcar y señalar el inmovilismo del presidente del gobierno y su cúpula. Incluso, llegan más allá los encuestados: "En el gobierno cada uno va por su lado". Esto es fácil reconocerlo si te das una vuelta por los programas e informativos de las distintas cadenas donde la opinión difiere dependiendo en función del miembro que opine. Parece que el PP se ha convertido en un sálvese quien pueda.
Inmovilismo en la cúpula del Partido Popular
La pasada convención de Sevilla, última frontera para lograr un nuevo enfoque en el mensaje y el proyecto del Partido Popular, quedó en agua de borrajas. Un último intento para reanimar el partido y buscar un nuevo rearme ideológico, se ha quedado en nada. De hecho, este es el sentir de muchos de sus dirigentes: "Hemos perdido electorado por la derecha y por el centro". El escepticismo de Rajoy sobre los últimos sondeos ya no cala entre los suyos y sienten que el presidente del gobierno no es consciente de la gravedad.
La sección más crítica dentro del Partido Popular solo ve una posibilidad para frenar la sangría en las próximas elecciones municipales y autonómicas: la refundación. En la que tiene que haber nuevos líderes y nuevo enfoque ideológico. Un rumbo diferente ya que las señas de identidad que formuló José María Aznar en su época: unidad de España, regeneración política ante los casos de corrupción del PSOE, política antiterrorista y gestión económica; han quedado desfasadas. Algunas de ellas, incluso, han sido robadas por el partido de Albert Rivera.