El presidente de Estados Unidos Donald Trump ha hecho un llamamiento al gobierno danés. Tiene fijados sus ojos en un nuevo objetivo, Groenlandia, que desde hace más de 50 años pertenece a la corona de Margarita II, reina de Dinamarca. El estadounidense ha estado valorando seriamente junto a su Consejo de Asesores la posibilidad de comprar esta isla ubicada entre el océano Atlántico y el océano Ártico, debido a la cantidad de recursos naturales que habrían suscitado su interés. Al menos más de dos millones de kilómetros cuadrados plagados de "agua, minerales, hielo, marisco o energías renovables".
La noticia ha sido confirmada por The Wall Street Journal y según reportan, tendría un creciente interés en ampliar los dominios de su país e incluír entre ellos la que ostenta el título de ser la isla más grande del mundo. Un capricho demasiado apetecible que ya ha generado una jocosa respuesta en Dinamarca. Al Gobierno danés, especialmente al portavoz de Asuntos Exteriores Søren Espersen, no le ha gustado nada la idea: "es una muestra definitiva de que se ha vuelto loco". De hecho, les ha parecido tan surrealista que pensaron que se trataba de "una broma del 1 de abril". "Completamente fuera de temporada", declaraba en Twitter el ex primer ministro danés Lars Rasmussen.
También es un punto estratégico por su localización geográfica, pues está a caballo entre varios puntos importantes para el comercio y la seguridad nacional estadounidense. Supondría el control de todo paso entre Norteamérica, Europa y el Ártico. La isla tiene 56.000 habitantes y su idioma oficial es el groenlandés, después de haber recibido una mayor autonomía en 2008 por parte de Dinamarca. De hecho no forma parte de la Unión Europea, aunque la mayoría de la población también usa el danés de forma oficial e institucional.
Todo cambiaría demasiado en la sociedad groenlandesa en caso de que el deseo del republicano se materializara, aunque los daneses no estén muy por la labor de sucumbir ante los deseos de Trump. Por otro lado, los groenlandeses tampoco ostentan el derecho de autodeterminación, y es que aunque disfruten de una amplia autonomía, cualquier decisión del Gobierno local, ha de pasar por la aprobación de la corona danesa. "Estamos abiertos a los negocios, pero no estamos a la venta, aunque sí abiertos al comercio y la cooperación con otros países, incluido Estados Unidos", contemplan tanto el ministro de Exteriores como el presidente del Gobierno groenlandés en Twitter.
Luisiana y Alaska, precedentes fehacientes
The New York Times asegura que no es la primera vez que Trump muestra interés en este territorio. Una reunión en la primavera de 2018 fue el punto de partida de esta ocurrencia, que desde entonces ha rondado la mente del político, hasta que finalmente ha decido consultar con su equipo la posibilidad real de hacerlo. Si atendemos a datos históricos, Estados Unidos siempre ha tenido su mirada puesta en territorios ajenos a su dominio. Y los ha conseguido, puesto que ya habría realizado tratos similares con Francia, cuando adquirió Luisiana por 15 millones de dólares en 1803. El Imperio ruso vendió Alaska por 7,2 millones al Gobierno del demócrata Andrew Johnson.
No es la primera vez que los estadounidenses habrían querido iniciar negocios territoriales con los daneses, ya que de hecho lo hicieron por primera vez en 1917. A diferencia del acuerdo al que Truman quiso llegar con los daneses en 1946 para incorporar la ansiada isla a los Estados Unidos, cuando se acercaba el final de la Primera Guerra Mundial, el presidente Wilson les ofreció 25 millones de dólares por las Indias Occidentales. Dinamarca aceptó y cedió las que en la actualidad reciben el nombre de Islas Vírgenes de Estados Unidos: Saint Croix, Saint John y Saint Thomas.
Trump tendrá la oportunidad de sacar a relucir de nuevo todo este debate cuando visite el país por primera vez desde que ascendiera a la presidencia estadounidense. Esto ocurrirá a principios de septiembre de 2019 y se espera que lo reciban la primera ministra danesa, Mette Frederiksen; el líder de Groenlandia, Kim Kielsen y el primer ministro feroés, Aksel Vilhelmsson Johannesen.