Pablo Casado es ese tipo de político al que los suyos suelen llamar "de raza", con lo que ya te están diciendo que es uno de los suyos, uno de los muchos que nunca ha trabajado en el ámbito privado ni ganado un euro que no proveyera del erario público o, en el mejor de los casos, de las arcas de los partidos políticos. Casado es joven, tiene buena imagen, hace vibrar con la oratoria y gusta al sector más derechizado del Partido Popular -ahí es nada- porque representa esa derecha de misa dominical, rectitud en los valores y patriotismo de balcón, que todavía no ha conseguido modernizar sus principios y adaptarlos a un nuevo tiempo.
Esperanza Aguirre y José María Aznar fueron los mentores del hoy líder del Partido Popular. De la mano de la exlideresa madrileña daría el salto a las instituciones, obteniendo acta de diputado en la Asamblea de Madrid (2007-2009) y para el expresidente trabajó en FAES -laboratorio de ideas del Partido Popular hasta que consideraron que Rajoy era un "político de izquierdas"- como Director de Gabinete (2009-2012), entre tanto tuvo hueco para presidir las Nuevas Generaciones de Madrid, lo que le sirvió como plataforma para darse a conocer; el resto de su currículum es conocido por todos, ya sea por reciente o por la insistencia que mostró a la hora de ser la estrella mediática de los populares.
La estrella de la derecha
Como se puede imaginar, y como diría el refranero español, "con estos mimbres no se puede hacer más que este cesto", y así fue, ya siendo miembro destacado en Génova 13 comenzó a mostrar que él era de la derecha dura, la que representa Aznar y compañía, la que decía lo mismo en el siglo XIX, XX y XXI, la que no se renueva ni adapta, la derecha de toda la vida. En julio de 2018 se alzó con la presidencia del PP en unas primarias a doble vuelta en las que, en voto de la militancia, no consiguió derrotar a Soraya Sáenz de Santamaría, pero esto lo corregiría con el apoyo de la defenestrada María Dolores de Cospedal y de los fieles compromisarios que, en su mayor parte, viven del erario público desde que el mundo es mundo, dándole una victoria que devolvía al partido a sus esencias y postulados más de derechas, como así se encargó y encarga de decir él mismo con una frase que ya repite como un mantra: "el PP de siempre ha vuelto". No es que Casado criticara la gestión de Rajoy, al que alabó sin cesar cuando éste tenía poder, sino que hizo una enmienda a la totalidad y desempolvó la gloriosa época de su mentor Aznar, aquella en la que lo mismo se pactaba con el nacionalismo catalán o vasco que íbamos directos a la guerra de Irak, a ese Partido Popular, y no a otro, se refiere Casado cuando repite su mantra.
Casado ha hecho virar a la derecha al Partido Popular no por electoralismo calculado sino para contentar a los que lo auparon a la presidencia, los que a día de hoy siguen diciendo aquello de "y qué hay de lo mío", por eso es difícil, cuando no imposible, distinguir al Partido Popular de Aznar con el de Casado. Sírvanos de muestra la orden que dio a los eurodiputados populares para que no apoyasen la activación del Artículo 7 del Tratado de la Unión Europea contra el Presidente de Hungría, Viktor Orbán, el cual acomete reformas antidemocráticas, reduce la independencia de la prensa, pone límites a la división de poderes y encabeza posturas xenófobas; o su rechazo frontal al derecho al aborto -Hazte Oír pidió el voto para él- y la eutanasia, impregnado por el catolicismo más férreo, que también está de vuelta en el PP. Si esto fuera poco, VOX ha venido para quedarse, y Casado, entre moderar su discurso y enfrentarse a la derecha más extrema o acercarse a ella, prefirió lo segundo, secundando parte de su discurso en temas tan sensibles como inmigración o violencia de género.
El nuevo Partido Popular está inmerso en una purga de todo lo que no sea una caricatura de su Presidente, obviando el talento y la preparación, solo importando comulgar con él y, por supuesto, haber pasado antes por las Nuevas Generaciones, verdaderos beneficiados con su victoria.
Alejado del centro-derecha
Pablo Casado, por una carambola del destino y atendiendo al comportamiento electoral actual, podrá llegar al poder aunque antes no haya gestionado absolutamente nada, podrá reforzarse como líder del partido Popular, podrá seguir dando discursos incendiarios desde el atril o también podrá creer que los extremos no amenazan, siempre, a la democracia, pero lo que nunca podrá conseguir Casado es liderar un partido de centro-derecha, moderado, que esté en consonancia con lo que piden los españoles que defienden estas tesis. Él ha decidido competir con VOX y no con Ciudadanos, dejando todo el centro político al partido naranja, el cual, si lo maneja con astucia, sacará rédito político en las próximas convocatorias electorales.
"El Partido Popular de siempre ha vuelto", pero no a lo que sería deseable si atendemos a la polarización política dentro y fuera de nuestras fronteras, sino a ser un actor más que contribuya a este fenómeno y alejarse de una sociedad que clama diálogo, entendimiento y moderación.
Casado, antes de pasar por las urnas, ya ha ganado en algo: es el líder más joven con las ideas más viejas.