El 9 de enero del 2007 fue el inicio de una nueva etapa en la historia. Aquel día, un flamante Steve Jobs se aventuraba a presentar un nuevo teléfono, compuesto simplemente de una gran pantalla y un único botón central. En la todopoderosa Nokia se reían de aquel 'despropósito'. Hoy, la compañía finlandesa camina sin rumbo en manos de un inversor chino. Y la firma de la manzana domina el mercado tecnológico con puño de hierro.
La afirmación con la que comenzamos este artículo puede sonar un tanto osada, pero la llegada de aquel pequeño aparato ha revolucionado el mundo. Ha provocado cambios políticos, guerras y un profundo cambio social en pleno contexto de crisis económica.
¿Cuál es el motivo? Precisamente, la viralidad y la capacidad de acceder a todo tipo de contenidos en la palma de la mano. Algo que ya intentó Blackberry de manera precaria. Porque ahora miramos 150 veces nuestro teléfono durante el día, recibimos notificaciones de medios, miramos las redes y recibimos noticias a través de WhatsApp. Noticias que influyen en nuestra forma de valorar el mundo.
Porque... quién iba a decir que existiría la posibilidad de organizar un medio de comunicación con un simple dispositivo portátil. Que una estructura precaria tendría capacidad de ensombrecer a los grandes poderosos dueños de rotativas. ¿Quién hubiera pensado que una pequeña página web iba a llegar a millones de lectores que encienden ese pequeño teléfono con un solo botón en sus viajes en Metro?
Y llegado a este punto, conviene analizar todo este proceso. ¿Cuál sería ese punto de inflexión? ¿Cuál es ese espejo de viralidad que organizó los primeros cambios y que han derivado en un nuevo contexto, con una sociedad menos manipulable (a priori, ahí tienen la injerencia rusa) y con mayor ansia de información libre?
El éxito de la 'Revolución de los Jazmines'
Nos trasladamos al año 2010. La dictadura de Zine El Abidine Ben Ali intenta mostrarse como una de las más abiertas del mundo árabe, con cierto corte laico y con una gran apertura al turismo internacional. Por detrás, la corrupción política y económica se unen a una enorme represión sin altavoz en muchos medios de comunicación.
Sin embargo, el hastío en una población que reclamaba cambios crecía. Y llegó el día: un 17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi, preso de fuertes problemas económicos, decide quemarse a lo bonzo en pleno centro de la capital. Unos intentan ayudarle. Otros graban la escena y la comparten en redes sociales incluyendo críticas al gobierno. El contenido se viraliza por todo el mundo y los grupos se concentran en movilizaciones a través de servicios de mensajería instantánea. Y se desata una ola que termina en un conato de guerra y la huída del dictador a Arabia Saudita. Aún continúa en busca y captura por el robo de dinero de las arcas del Estado, mientras que reconoce que ha sido el autor de "errores, abusos y violaciones" de derechos humanos.
Aquel proceso dio pie a las denominada como 'Primavera árabe'. El espíritu del movimiento tunecino se trasladó a Egipto, Libia o Siria y supuso el final del baazismo, el socialismo panarabista que controlaba grandes países de la mano de dictaduras. Y todo por un tuit.
El caso más paradigmático se encuentra en Siria. El arresto de un grupo de niños en 2011 por realizar una pintada contra el presidente alcanzó una fuerte repercusión en redes sociales dentro de un país que controla los medios de comunicación con puño de hierro. Damasco no pudo controlar la ola de indignación y la guerra que derivó ha dejado más de 300.000 muertos y un éxodo de más de 10 millones de personas. Solo la influencia rusa y el miedo al Daesh le mantienen en el poder, pero da buena cuenta de cómo la llegada de información inmediata en la palma de la mano ha cambiado la situación.
El 15-M
Lejos de conflictos bélicos, España también ha bebido de aquel espíritu revolucionario. Y el gran detonante, sin duda, fue el 15-M. Aquel movimiento revolucionario permitió congregar a grandes colectivos de toda España en una plaza: la madrileña Puerta del Sol.
La influencia de redes sociales como Twitter fue determinante en una movilización que, de otra manera, podría haber quedado una simple protesta más entre las miles que frecuentemente se organizan en la capital.
Aquel movimiento, que dio la vuelta al mundo, terminó articulándose en un partido político, Podemos, que supo aprovechar con fuerza las redes sociales para extender su discurso. Pablo Iglesias, con sus cinco diputados en las europeas, había conseguido lo que jamás imaginó Izquierda Unida durante tres décadas, tal y como han destacado reiteradamente los herederos del PCE de la época de la Transición.
Pero hay más. Lejos de la estabilidad política vivida en el Congreso, algunos movimientos como el independentismo catalán han puesto en cuestión la soberanía del Estado a través de las redes, convocando movilizaciones y difundiendo todo tipo de proclamas infladas desde Òmnium y la ANC. Algunos contenidos, como utilizar fotos de las cargas del 15-M en Madrid para ilustrar lo sucedido en el 1 de octubre, fueron determinantes para el éxito de un movimiento que ha pasado del 13% de apoyos a principios de década hasta un 47% en las últimas elecciones autonómicas.
Este conflicto llegó a Bruselas, que el pasado 13 de noviembre de 2017 ya puso en alerta sobre el peligro de las 'fake news' para la estabilidad de los países miembros y que, ahora, ha establecido un protocolo rápido para atajar este tipo de contenidos. Precisamente, Facebook también ha abierto una oficina europea con este motivo en Barcelona.
El final de sólidas carreras políticas y la capacidad de debilitar gobiernos
Como hemos comentado, la irrupción de los smartphone también ha permitido que simples páginas web consigan mayor relevancia que los tradicionales medios de comunicación.
Uno de esos ejemplos lo representa Moncloa.com. La web, gestionada por un pequeño grupo de periodistas, ha conseguido poner en jaque la estabilidad del Gobierno tras la publicación de los audios de Villarejo con la ministra de Justicia, Dolores Delgado, o la todopoderosa exsecretaria general del PP, María Dolores de Cospedal.
Con mayor soporte, cuentan otros medios como El Confidencial o El Diario. Este último ha conseguido derribar a la 'esperanza blanca' del PP, Cristina Cifuentes y ha denunciado con éxito las irregularidades en la financiación del partido en Madrid.
Llama la atención que en 2008, el ahora director de El Diario, Ignacio Escolar, utilizase otro medio del mismo corte, Público, denunciase la trama Fundescam, el uso de una organización sin supuesto ánimo de lucro mediante el que se canalizaban las donaciones al PP de Madrid. En aquella época, España (que presentaba cierto atraso tecnológico), no tuvo la oportunidad de conocer al detalle la trama y no llegó a los juzgados.
La extrema derecha
Volviendo al poder de las 'fake news', el éxito de las redes sociales ha sido determinante para la irrupción de la extrema derecha. Y, sin duda, el caso más paradigmático lo representa Donald Trump.
La victoria del candidato republicano llegó en mitad de todo tipo de acusaciones por injerencia rusa en la campaña. Ningún medio de comunicación, quizás, hubiera publicado el historial médico de Hillary Clinton ni hubiera favorecido la candidatura de un popular personaje que pretende construir un muro blindado en la frontera con México.
Esa injerencia rusa, sin duda, ha supuesto la mayor influencia del Kremlim en la política estadounidense. Un movimiento muy ansiado desde la época de la Guerra Fría que, ciertamente, no hubiera tenido ningún éxito sin la gran extensión que mantienen las redes sociales.
La supuesta vacuna de los fascismos del siglo XX se disuelve ahora y personajes como Marine le Pen, Salvini o ahora Santiago Abascal, consiguen viralizar contenidos que se están traduciendo en una enorme influencia en la política nacional. Ahí tenemos el ejemplo de Alternativa por Alemania, que ha situado la inmigración en el centro del debate y ha conseguido arrastrar a este camino, incluso, a los socialistas del SPD.
Sin duda, tras doce años de aquel evento protagonizado por Steve Jobs, el mundo está irreconocible. Las ansias de consumir información y de manera inmediata han desbancado a la solidez del papel y han aumentado la influencia de colectivos que, en otras ocasiones, habían sido marginales. Una revolución que se muestra, sin duda, imparable.