La Iglesia vuelve a verse envuelta en un escándalo de abusos sexuales a menores. Esta vez, la situación es especialmente escabrosa, ya que todas las víctimas padecían algún tipo de discapacidad, como sordera o problemas en el habla. El ya conocido como caso Provolo se abre a finales del año pasado, cuando la justicia detuvo a tres trabajadores del centro, el Instituto Provolo de Mendoza, y a los sacerdotes Nicola Corradi y Horacio Corbacho, de 82 y 56 años, respectivamente. Los curas han sido acusados de "abuso sexual agravado con acceso carnal y sexo oral" contra una veintena de alumnos, según relata Clarín.
Kumiko permitía los abusos y participaba de ellos
Los menores aseguraron que durante su estancia en el centro habían sido violados, golpeados e incluso obligados a practicar sexo oral en presencia de otros curas. Los afectados coinciden en que eran entregados a los sacerdotes por Kosaka Kumiko o "la monja mala", como acostumbran ellos a llamarla. Según el testimonio de los alumnos, Kumiko, trabajadora del centro entre 2007 y 2012, se encargaba de estudiar el comportamiento de los niños para seleccionar después a los más sumisos y entregárselos a los curas. Una joven de 17 años, ha contado que con tan solo 5 años fue violada en el Instituto Provolo de Mendoza y Kumiko fue la encargada, no solo de entregarla, sino de colocarla un pañal para disimular el sangrado después de la violación.
Algunos testigos afirman que "la monja mala" también participó en algunos abusos junto al celador del centro. Kumiko pedía a las niñas que se tocaran entre ellas y veía pornografía en su presencia.
La Fiscalía ha enviando a la acusada al penal de mujeres de Cacheuta, a pesar de que Kumiko asegura que no sabía nada de los abusos que se cometían en el centro y que solo velaba por los niños que tenía a su cargo. La monja, que se enfrenta a una pena de entre 10 y 15 años de cárcel, se definió ante el juez como "una buena persona que ha entregado su vida a Dios", sin embargo, procuró esconderse bien al recibir la noticia de que pesaba sobre ella una orden de captura a nivel internacional. Antes de ser procesada, Kumiko pasó un mes en paradero desconocido.
Al mando del Instituto se encontraba Corradi, llegado a Argentina en la década de los sesenta desde el centro Provolo en Verona. Parece ser que la Iglesia decidió mandarlo lejos del Instituto de Verona cuando fue acusado de cometer abusos contra menores. El centro acumuló más de un centenar de denuncias contra 130 religiosos acusados de violaciones y abusos.
El caso Provolo, con la monja Kumiko como protagonista, supone un capítulo más de todos los que acumula la Iglesia católica en relación con los escándalos de pedofilia.