Vladimir Kara-Murza se ha hecho famoso no solo por ser un opositor del gobierno ruso, sino también por haber sido envenenado dos veces y continuar con vida. El hombre lleva décadas luchando contra el Kremlin, reivindicando la democracia en Rusia, en pleno gobierno de Vladimir Putin. Su lucha ha llegado a incomodar profundamente al Kremlin y a toda la élite del país eslavo. Por ello, sospecha de los encargados de su envenenamiento.
Su vida cambió por completo cuando, en mayo de 2015, se encontraba reunido con un grupo de disidentes del gobierno ruso en Moscú. Estaban dialogando y debatiendo cuando, de repente, Kara-Murza comenzó a sudar y a vomitar, mientras notaba que su pulso se aceleraba notablemente.
Acudió rápidamente al hospital. Sin embargo, los médicos rusos no pudieron llegar a una conclusión sobre la causa de esta intoxicación. Días más tarde, un laboratorio francés se encargó de hacer las pruebas pertinentes y llegó a la conclusión de que había sufrido un envenenamiento binario.
Cuando hablan de un envenenamiento binario, se está haciendo referencia a un envenanemiento producido por dos sustancias diferentes que, además, habían sido administradas por separado. Por suerte, consiguieron salvar su vida.
Sin embargo, en febrero de 2017, hace algo más de un año, Kara-Murza volvió a ser ingresado. Los síntomas eran los mismos, pero en esta ocasión le provocaron tales daños que tuvieron que inducirle un coma. En ese momento, los médicos ya se lo advirtieron: no sobreviviría a un tercer intento, por lo que debería de extremar precauciones al máximo desde ese momento.
El envenenamiento no es algo extraño en Rusia
En una entrevista que el ciudadano ruso ha concedido a La Razón durante la Cumbre de Ginebra de Derechos Humanos, ha explicado que no sabe ni quién, ni dónde, ni cómo consiguieron envenenarle, "pero sí por qué me envenenaron". Kara-Murza ha recibido un premio por su valentía, por haber luchado a favor de la democracia en un país tan conflictivo como Rusia. Un país en el que, además, los envenenamientos está a la orden del día; hace poco, el antiguo espía Serguei Skripal y su hija fueron envenenados.
Kara-Murza es considerado casi un traidor del régimen ruso, puesto que lleva años hablando de lo corrupta que se encuentra la élite rusa, y de cómo su gobierno no representa en absoluto la democracia. Su discurso y su lucha sirvieron para que el Congreso de Estados Unidos aprobara hace seis años la Ley Magnitsky, que posteriormente copiaron otros países. Esta Ley hace que se puedan imponer sanciones contra funcionarios rusos que hayan sido acusados de violar los derechos humanos de forma flagrante.
Según el activista, Putin no es ningún líder sólido. "Es un estereotipo aceptado en Occidente, pero un líder fuerte no encarcela opositores ni censura medios. Además, los sondeos en un país autoritario no tienen valor. La gente no está bien informada y responde con miedo. Pese a su victoria, la famosa popularidad de Putin no ha sido contrastada ni una sola vez en unas elecciones libres y justas con oponentes de verdad. En Rusia teníamos a dos grandes líderes opositores en las últimas. Uno está muerto, Nemtsov, y el otro, Alexey Navalni, inhabilitado".
En Rusia, defiende Kara-Murza, no hay ninguna posibilidad de que la situación cambie, porque no hay un proceso electoral limpio. A pesar de ello, no ve una revolución como una solución. "Rusia ya ha tenido bastantes. Queremos una transformación pacífica y democrática. El problema es que el régimen de Putin ha eliminado cualquier posibilidad de cambio constitucional y la única opción es la calle".
Él mismo admite que el ser un opositor de Putin es una labor muy complicada, y es por eso que obligó a su familia a instalarse en Estados Unidos, pese a que continúa con su lucha. "El mejor regalo que le podríamos hacer a Putin es rendirnos. Y no lo vamos a hacer. Nos merecemos algo mucho mejor que un régimen corrupto liderado por un ex funcionario de la KGB. Si nos limitamos mirar y no hacemos nada seremos cómplices", ha señalado.
Para él, la solución parte de aumentar las sanciones que ahora mismo se imponen a los altos funcionarios rusos, puesto que cree que violan "los derechos fundamentales de la democracia". "Roban en Rusia y se lo gastan en Occidente. Durante mucho tiempo, los países occidentales daban la bienvenida a los ricos rusos, incluido España, pero en los últimos ocho años hemos trabajado con diputados de muchas naciones para convencerles de que impongan sanciones. Seguimos hablando con legisladores de muchos países para que envíen un mensaje muy claro a esa gente", ha explicado.