¿Cómo podríamos valernos de la imagen pop de la hispanidad para estructurar este despropósito de país? He aquí algunas ideas:
1 Intercambio de hemisferios
Dos de los precandidatos republicanos a la Casa Blanca se apellidan Cruz y Rubio. Otro se llama Bush y, aun así, habla un castellano que ni Guardiola, además de tener hijos cuyo aspecto se acerca más al de extras del Zorro que al estereotipo de presidente, caucásico y cano, que popularizaron George W. y George H. W. Algo cambia en la fábrica global de corrientes mainstream: lo que en los 40 eran judíos productores de cine, hoy son cubanos compositores de reggaetón -el 'Taxi' de Pitbull tiene más huella social que la que tuvo 'Lo que el viento se llevó' en su día-.
Que los que nos acusaron de hundir el Maine hace más de un siglo hoy sucumban a lo prolífico de nuestra herencia hispana es mordaz. Como también lo es el rechazo que sentimos en la península a nuestro carácter congénito, ya sea en su forma más tradicional, como una copla de Carlos Cano, o encarnado en híbridos más recientes, como el electrolatino que profetiza Juan Magán. Mientras que el mundo pide a gritos que tengamos un morenazo de presidente, tipo el Puma o Felipe González en su primera época, de camisa de cuadros abierta y pelo en pecho, nosotros soñamos con cuellos almidonados y entrevistas en la BBC. Esa es nuestra sentencia al ostracismo internacional.
2 El marquesado de Truhanes
Es cuestión de tiempo que un hispano gobierne en Estados Unidos. Por lo tanto, es obligación nuestra, de los segundones de Occidente, el aprovechar tal circunstancia. Si queremos sobrevivir, hemos de valernos de nuestro perfil para sintonizar con el macho alfa. O sea, somos el gordito de mediana estatura, con gafas de miope furibundo y entradas prominentes. Pero, oh providencia, el quarterback habla castellano -como el hijo bastardo que tuvo Schwarzenegger con su doméstica hispana-, ¿hola? ¿Por qué no estamos desde ya haciendo gracejas en su asiento de copiloto?
España debería ser el Israel del siglo XXI. Contamos con una posición geoestratégica envidiable, en Europa, a medio palmo de África, ¿por qué no cedemos a perpetuidad la base de Morón a EEUU a cambio de una jefatura honorífica del estado de Florida para la Infanta Sofía? ¿Por qué el gobierno no concede un escudo de armas a la dinastía de Julio Iglesias por su promoción del español? El marquesado de Truhanes, ahí queda. En definitiva, ¿por qué no institucionalizamos las manifestaciones pop que tan bien funcionan a nivel internacional? Aprovechemos nuestras influencias para invadir el lugar que otros ocupan.
No nos engañemos. Ante el desafío secesionista catalán y los revisionismos célticos del norte de España, que instan a rebautizar pueblos con palabros acabados en k, no podemos esgrimir a Benito Pérez Galdós. Necesitamos un Jaime Bayly como ministro de Cultura -da igual si es del PP o de Podemos-; de igual manera, Wisin y Yandel habrían de ganar el Princesa de Asturias de las Artes, y Daddy Yankee el Cervantes; los adolescentes malaseñeros deberían superar el pop indie llorica y, en cambio, bailar bachata adulterada con tempo de reggaetón. Por lo menos, hará que suba la natalidad.
3 Miami Queen
Albert Rivera, la gran esperanza blanca de España, al ser inquirido en El País por sus objetivos internacionales responde: "primero, un inequívoco compromiso con la unificación de políticas europeas. Nuestra situación económica nos ha hecho perder mucha credibilidad frente al Eurogrupo y otros miembros de Europa", ¿de verdad? O sea, basta de retórica vacía sobre nuestros vecinos. Europa fue siempre nuestra perdición, desde las inferencias de la casa de Borgoña para independizar Portugal en el siglo XII, pasando por la obsesión de los Austrias por los Países Bajos; ¿por qué no asumimos que Europa no es sinónimo de bondad? Alemanes tratan con rusos, galos con la francofonía del norte de África, ¡y nosotros les damos igual! Juguemos al ajedrez, tengamos un Ministro de Exteriores cool, tipo Fran Rivera, fumando puros con Obama, el Papa y Raúl Castro.
Además, siendo francos: Bélgica tiene a los flamencos, Reino Unido a los escoceses, Francia a los corsos, Italia a la Liga Norte; Europa es un hervidero de problemas, una geografía plagada de ombliguismos que, sin un liderazgo claro, solo puede suponer el caos. ¡A freír espárragos! Constituyamos un continente transoceánico que incluya Colombia, Cuba y los Estados Unidos. Y que Oriol Junqueras se vaya a Perpiñán a negociar la anexión de Cataluña a Francia.
4 Cebiche vs Calçots
El rechazo ontológico a los culebrones venezolanos es nuestra perdición, como también lo es la fascinación hacia los estándares europeos vendidos en forma de 'Downton Abbey'. La fortaleza de España no es su errática Historia de los últimos cinco siglos, en la que hemos jugado como socios acomplejados del club continental; nuestro auténtico potencial nació en la Reconquista, aquel resorte de ambición que llevó al castellano a ser el segundo idioma más hablado del mundo. Por ello, siglos más tarde, la España real no luchaba en el bando carlista a favor de privilegios medievales: andaba buscándose la vida en la jungla de la Amazonía. Allí no se estilaban barbas dieciochescas tipo Pi y Margall, sino trenzados indígenas de melena azabache.
El fruto de Fernando el Católico no se haya en los guapetes catalanes rubios que esgrimen la estelada -ay, el zorro de Piqué con su hijo-; se encuentra en los mestizos que venden cebiche en una carretera perdida del Ecuador. Ellos no hablan quechua: usan el idioma del infante don Juan Manuel. Aprovechémoslo.