Ay, los 90. Si en algo coincidimos todos los que nos criamos en esa década es en lo absolutamente sobrevalorados que están los 80. Los noventeros somos, de largo, los que tenemos la visión más completa de lo que está pasando hoy en día: nacimos en un mundo ochentero, crecimos en un mundo analógico, vivimos el esplendor tecnológico y conocimos una adolescencia sin la presión de las redes sociales, que llegaron justo en el momento en que te hacías mayor de edad y todo era mucho más fuerte.
¿Y dónde podemos observar mejor el espíritu noventero que en los juguetes con los que nos criamos? Nacimos lo suficientemente tarde como para no jugar con muñecas de madera pero a tiempo de que las apps del móvil no fuesen nuestro principal entretenimiento. Aunque cuidado, si por algo se caracterizaban los juguetes de los años 90 era por su alto índice de adicción: no importaba que jugases con una Barbie o con un Tamagotchi, tu madre siempre vivía atemorizada porque había oído en la puerta del colegio (ay, cuando no existía Google) que un niño de no sé qué pueblo había muerto tras pasar siete semanas seguidas con el juguete de moda. Y podías notar cómo se iba poniendo nerviosa a medida que transcurría la tarde y tú seguías embelesado con tu Furby, el mismo que podía convertirte en un niño autista si jugabas al anochecer.
Seguro que si creciste en los años 90 recordarás con gran nostalgia estos juguetes de tu infancia, los que pedías entusiasmado cada noche de Reyes y en cada cumpleaños.
1 El Furby
El Furby es, sin duda, uno de los iconos de los años 90, uno de los primeros 'juguetes inteligentes'. El Furby podía interactuar contigo y aprender lo que le ibas enseñando, así que era el mejor sustituto de un perro o un hermano en el caso de que fueses hijo único (o tus hermanos te cayesen mal). Una especie de Nenuco de nueva generación que, reconozcámoslo, tenía forma de bicho ojoplático bastante inquietante (aunque eran muy suavitos). Cuando aparecieron en el año 98 todo el mundo quería tener uno... y tan pronto como llegó la moda, se fue.
En 2005 se lanzó una nueva versión, de mayor tamaño y con un DVD de regalo (¡un DVD!) y, en 2012, un tercer Furby con ojos LCD para otorgarle mayor expresividad. La última novedad fue el Furby Boom, compatible con el teléfono móvil. No sé vosotros, pero yo nunca volví a ver a un crío jugando con una de estas criaturas.
2 Los Power Rangers vueltacabezas
En los 90 no había chaval que no tuviese alguna figura de los Power Rangers, aunque fuese una de plástico no articulado del Todo a 100 (porque antes, jóvenes lectores, a las tiendas de los chinos se les llamaba 'Todo a 100'). Los niños más pro tenían incluso las armas y los accesorios con los que los Rangers se transformaban, siendo los más míticos los muñecos que, al apretar el cinturón, volteaban su cabeza para transformarse en su alter ego secreto. Muy mítico.
3 La granja de Playmobil
De todos los Playmobil con los que nos bombardeaban en nuestra infancia, sin duda el kit más inolvidable es el de la granja, con ese siniestro espantapájaros con manos de paja y esa cancioncilla que, si volvéis a escuchar ahora, seguro recordaréis. No obstante, no nos olvidamos del circo, de la isla del tesoro, del barco pirata, del castillo...
4 El Tamagotchi
El Tamagotchi era otro de esos juguetes potencialmente peligrosos de acuerdo a las madres de todas las APAs del país (porque antes el AMPA era el APA). De origen japonés, se comenzó a comercializar en 1996 y seguro que sus creadores no se imaginaban el grado de compromiso que tomaríamos los críos con esos seres virtuales a los que debíamos alimentar, limpiar cuando se cagaban, enseñarles y entretenerles. ¡Y ojo! El Tamagotchi podía morir si no lo cuidabas bien, sumiéndote en una profunda depresión. También podías matarlo con el botón de 'reset' trasero y hacer borrón y cuenta nueva. No había peor venganza contra tu hermano pequeño que aniquilar a su Tamagotchi en un momento de descuido.
5 El cocodrilo sacamuelas
Aunque este juguete se extendió algo más en el tiempo, en los 90 no había nada más emocionante que jugarte la mano con tus amigos para desdentar a este cocodrilo con caries. Cuidado si intentabas arrancarle un diente santo, el cocodrilo se volvía loco y te atacaba. Era de estos juegos absurdos que te subía a cien la adrenalina. Otro de los anuncios más recordados.
6 Hot Wheels
En realidad no tantos niños tenían en casa estos coches propulsados, posiblemente porque los padres de los 90 preferían cosas tranquilitas incapaces de perturbar su hora de la siesta, pero seguro que todos recordáis estos anuncios con los que nos bombardeaban hasta en varias ocasiones durante los descansos de los dibujos animados. Nunca podían faltar los planos de una intersección en la que los coches chocaban y salían disparados.
7 Las Turbo Peonzas
A finales de los 90 comenzó a ponerse de moda 'electrificar' los juegos de toda la vida. No importaba que fuese lo más rudimentario del mundo, la industria juguetera se inventaba la versión electrónica de yoyós, cubos de rubik y hasta de peonzas. Y si además le añadían un puntito de agresividad, mejor que mejor. Las Turbo Peonzas eran impulsadas por un pequeño aparato que las hacía girar a toda velocidad. El reto era colocar otras peonzas girando encima de la inicial en equilibrio o conseguir que otra peonza desestabilizase a la del adversario. Con lo divertido que era pintar la peonza de madera y clavarle chinchetas...
8 Betty Spaghetty
"¿Has oído hablar de Betty Spaguetty?". Esta muñeca de extremidades delgaduchas llegó a finales de los 90. Puestos a tener juguetes de mujeres esqueléticas, al menos Betty lo hacía con humor, ya que sus brazos y piernas eran moldeables y tenía estilismos esperpénticos. ¿Soy el único al que le recordaba ligeramente a Pepper Ann?
9 Línea Directa
Las jovencitas más espabiladas podían deleitarse con Línea Directa, el juego precursor de los acosos telefónicos. Estaba absolutamente dirigido a las chicas, que tenían que descubrir la identidad de su admirador secreto mediante las pistas que recibían a través de un teléfono de color rosa (por supuesto). Las chicas del anuncio, lejos de asustarse por tener a un pesado que no paraba de llamarlas de forma anónima, se entusiasmaban y caían rendidas a los pies de su admirador cuando descubrían su verdadera identidad. Parece que no, pero algo hemos avanzado.
10 La maleta de Lego
En la vida de alguien de los 90 hay dos tipos de personas: los de Playmobil y los de Lego. Personalmente siempre fui de Playmobil porque nunca vi el momento de iniciar una colección de Lego. Si tenías pocas piezas era un rollo porque apenas podías construir nada y hasta juntar una gran arsenal de bloques podían transcurrir años (si tenemos en cuenta que solo podías hacer dos pedidos anuales de juguetes: cumple y Navidad). Sin embargo, siempre me llamó la atención la maleta de Lego de mis amigos, que tenía muchas piezas con las que comenzar las primeras construcciones. Por desgracia eran las piezas más básicas y no había ninguna figura chula, por lo que permanecí del lado de mis Playmobil.
11 La Herencia de Tía Ágata
'La Herencia de Tía Ágata' es uno de los juegos de mesa más conocidos y seguro que todavía muchos disfrutan en familia o amigos. La idea es algo macabra, pues consiste en cargarse a todos los posibles herederos de la gran fortuna de la tía Ágata, que posee una gran mansión llena de trampas. El novio, la peluquera, el profesor de tenis, la adivina, el gato... los personajes no tienen desperdicio y, el morbo de mandarlos al otro barrio, tampoco.
12 Pinypon
Los Pinypon eran esos muñequitos cabezones cuyo plural nos hacía mucha gracia: 'Pinypones'. Se presentaban como una versión más simple de los Playmobil o de la Polly Pocket y, aunque nunca tuvieron el lugar que se merecían en nuestro imaginario, se han seguido comercializando y los niños de hoy en día todavía juegan con ellos, aunque han perdido ese aire cándido y ahora parecen otakus japoneses.
13 Patitos Cua Cua
"...si no coges el tuyo, vuelves a empezar. Pero si pescas bien, ¡seguro ganarás!". Seguramente, en este caso el anuncio será mucho más recordado que el juguete en sí. Los Patitos Cua Cua eran la versión doméstica de los patos de la feria, sin agua y en unas dimensiones mucho más reducidas. Tenían su gracia, aunque más como regalo que se pedía un amigo tuyo y al que jugabas cuando ibas a su casa, tampoco era como para desperdiciar un hueco de la carta de los Reyes.
14 Meccano
Meccano, ese juego que nos entrenaría para las clases de tecnología del instituto... o peor: para aprender a montar muebles del Ikea. Meccano se vendía en pequeños sets de piezas con las que construir coches, grúas, montacargas y muchos más tipos de vehículos y aparatos. Podías incluso ponerle unas pilas para que la construcción adquiriese vida. Todavía se vende a los chavales de hoy en día, aunque, cómo no, ha ido incorporando luces LED, detectores de voz y hasta se pueden controlar con una app de smartphone o tablet.
15 ¿Quién es quién?
Si un juego no podía faltar en esta recopilatorio es el '¿Quién es quién?', con el que podías tirarte horas muertas divirtiéndote a pesar de que de tanto jugar ya te conocías a cada personaje por sus lunares. El mismo que provocó peleas irreparables entre hermanos por una pregunta (inocentemente) mal contestada, Como muchos otros afectados por la era tecnológica, con el tiempo llegarían versiones electrónicas con sonidos, luces y botones, pero ninguno como el original, en el que tenías que ir tumbando a los personajes cuando los descartabas.
16 Mis peinados preferidos de Play-Doh
Las pegadizas canciones los anuncios de Play-Doh también son inolvidables, sobre todo si al final de los mismos nos sorprende una joven Leticia Sabater, imagen de estos kits de plastilina de los 90, con un "¡colegui, es súper fácil y muy diver!". Lo bueno que tenía Play-Doh para sus fabricantes es que, al igual que ocurría con la musiquilla de los anuncios, los accesorios de cada set lo mismo valían para la peluquería que para la pastelería: así pues, podías ver a una muñeca echando pelo por la cabeza del mismo modo que servías un cucurucho de helado.
17 Uva-Ploff
Uva-Ploff también empleaba plastilina de Play-Doh para hacer una especie de versión de 'La Herencia de Tía Ágata', en la que las uvas tenían que sobrevivir a las trampas que se encontraban en su camino: tijeras, botas que las pisaban, rodillos que las trituraban... El juego perfecto para los niños que se entretenían poniendo petardos en los hormigueros.
18 El Castillo de Casper
Y cerramos esta lista con una pequeña frustración de la infancia: por más que lo pedí, nunca conseguí que los Reyes me trajeran el Castillo de Casper (tranquilos, no es que me trajeran todos los demás juguetes que he incluido en el recopilatorio). Quizás habría tenido más suerte pidiéndoselo a las Reinas Magas. El castillo estaba lleno de trampas y rincones ocultos en el que se escondían el buenazo del fantasmita y sus malvados tíos. Una chorrada más de la que, probablemente, me habría cansado a los dos días. Mucho mejor regalo el diccionario de Espasa.