Mika se dirigía a su casa a finales de julio, a las diez y media de la mañana. Se encontraba cruzando una avenida murciana, al lado de una gasolinera, transitada por mucha gente, sobre todo a esa hora. Hacía mucho calor, nada más y nada menos que treinta y cuatro grados a la sombra, y ella llevaba pantalones cortos para tratar de huir de cualquier tipo de tejido que le hiciera pasar incluso más calor. Lo que ella no sabía es que, ese día, un agresor machista se iba a cruzar en su camino para recordarle que las mujeres aún no son libres de escoger su ropa sin ser juzgadas públicamente por ella.
"Iba tan tranquila (...) Ya estaba cerca de la gasolinera cuando, a lo lejos, empiezo a escuchar gritos de 'puta, zorra, asquerosa', y de todo lo que te puedas imaginar. Me giré. Miré a dos chicos que iban detrás y, de pronto, se me acerca un hombre montado en bicicleta, que era el que insultaba, y que me increpa cada vez con más intensidad. Ya no me acuerdo bien ni de lo que dije, porque estaba muy nerviosa y me puse a llorar, mientras intentaba avanzar", explica la joven. El hombre arrojó su bicicleta y le escupió mientras continuaba insultándola, sin ningún tipo de tapujo.
Hace ya una semana, viví uno de los momentos más malos de mi vida. Una agresión machista que, según mi agresor, me merecía por el simple hecho de llevar unos pantalones cortos. Dentro hilo.
— Mika | Mamá también aprende (@MamaAprende) 1 de agosto de 2018
"Solo recuerdo preguntar por qué, por qué me hacía eso. No me salían las palabras. Los chicos, que lo habían visto todo, me ignoraron", relata ella, visibilemente afectada, en su cuenta de Twitter. Fue entonces cuando el hombre se le acercó más y le dijo que la insultaba "porque yo llevaba pantalones cortos. Él decía que casi se me veía el culo y que tenía el derecho de insultar. No era el caso, pero hasta si hubiese ocurrido así, nadie tiene derecho a insultarme por cómo me visto. Él era imparable. Seguía con una retahíla de palabrotas y amenazó con partirme". Mika decidió hacerle frente, y decirle que iba a llamar a la policía; el hombre volvió a escupirle, y le dijo que cuando llegara la policía, él ya se habría ido. Que no habría justicia para ella.
Ella denunció, pero sirvió de poco
Mika no dudó en denunciar, cumpliendo su amenaza. Dos agentes le atendieron con amabilidad y le preguntaron si ella sería capaz de identificar al agresor, a lo que contestó de forma afirmativa. "Respondí que por supuesto. Aquello me dio mucha seguridad porque me daba la certeza de que iban a buscarlo". Al día siguiente, la joven pasó por la misma gasolinera en dirección a su trabajo, y entró para informar a la empleada de que había denunciado y preguntar si podrían conseguirse las grabaciones. En ese momento, Mika ya había sido informada de que si la policía no trataba de conseguir las imágenes en las cuarenta y ocho horas posteriores, estas se borrarían por medidas de seguridad y sería imposible volver a encontrarlas.
Otro día pasó, y Mika se encontraba preocupada. Acudió a la comisaría para señalarle que el plazo para recuperar las imágenes se acababa, y le indicaron que a la mañana siguiente, sin falta, debía llamar a un número de teléfono y dar su número de atestado. "Me atiende una señora y me dice que el policía que lleva el caso está de vacaciones. A mí, como excusa, no me vale porque otro compañero podría hacerse cargo. Le recuerdo que está agotado el plazo para las grabaciones y me dice que, de todas formas, en un caso de injurias y vejaciones como el mío, no pasa nada. Que confome llega al juzgado, se archiva. Y me indica, además, que si me hubiese agredido o pegado, o si me vuelve a pasar, entonces sí podrían hacer algo".
Tras esto, la mujer se sintió completamente indefensa, sabiendo que había poco que hacer, porque consideraban que si situación no era "tan grave". Dos horas después, la llamaron desde la comisaría y le preguntaron que a qué hora había sucedido, para ir a por las grabaciones. "Tras mi respuesta, este señor me indica que yo no metiera más presión, que había delante mía casos igual de importantes. Y yo no estaba metiendo presión. Me da igual el tiempo que luego tardaran en resolver o investigar pero solo les quería informar que, en la gasolinera, a las cuarenta y ocho horas las imágenes se borran. Solo quería informar que era nuestra única prueba para identificar al agresor, y que la íbamos a perder". Efectivamente, las imágenes se perdieron sin remedio.
Su caso ha recorrido las redes sociales, pese a que ella apenas las usaba. No se arrepiente de todo lo que ha hecho, no se arrepiente de absolutament nada, pero ahora su vida ha cambiado. Ahora, si sale tarde de trabajar pide un taxi, o pide a sus compañeros que la acompañen. "Hay gente que dice que lo mío no fue una agresión machista, y sí que lo fue porque los dos hombres que iban detrás de mí llevaban pantalón corto. Los dos. ¿Por qué no se les insulto a ellos y a mí sí? Por ser mujer e ir sola. A ellos no les dijeron ni puto, ni zorro, ni guarro, ni marrano. Se me dijo a mí. Se me ha atacado por ser mujer".