Podía suceder hace varios siglos, pero no es así. Lamentablemente, ha pasado en el 2022 y en España, concretamente en Salamanca. En ella, un hombre de 21 años se enfrenta a una sentencia condenatoria de 36 años de prisión y más de 50.000 euros de indemnización. El joven se casó con una menor de edad de 12 años mediante el rito gitano en el 202, y desde entonces le habría agredido de manera continuada.
Según ha informado el medio 'La Gaceta' de Salamanca, la Fiscalía ha actuado y ha informado que el hombre habría vejado, humillado y violado a la menor. Ante esta situación, la Audiencia Provincial de Salamanca no ha tenido más remedio que actuar de urgencia, programando un juicio contra el acusado, que cuyas iniciales corresponde a M.L.B, que se celebrará los próximos 27, 28 y 29 de septiembre.
El inicio del infierno que ha vivido la joven se situaba en el 2020, cuando según apunta el escrito de calificación provisional del Ministerio Fiscal, las familias de ambas partes alcanzaron un acuerdo gitano. Una vez se casaron, la joven se fue a vivir con el acusado y su familia a Peñaranda.
En el escrito del organismo que ha tenido acceso el citado medio, después de casarse estuvo acosando y violando a la menor durante varios meses: "A partir de entonces y hasta el 27 de diciembre de 2020, recoge el escrito de la Fiscalía, M.L.B., con intención de saciar sus libidinosos instintos, mantuvo relaciones sexuales con la niña sin el consentimiento de esta y prácticamente a diario".
Un calvario diario
Uno de los días que siempre recordará la joven fue el día de Nochebuena, el 24 de diciembre de 2020. En esa fecha, el acusado sacó su lado más violento, propinándole un puñetazo en el ojo de la menor, tirándole de la cama y obligándole a dormir en el suelo. Como consecuencia le quedaría un marcado hematoma en el párpado superior del ojo derecho.
El acusado le habría sometido a varias acciones vejatorias y habría tenido varios episodios de violencia física. Según consta en la instrucción, le habría realizado varias quemaduras en distintas partes del cuerpo mediante un soplete, provocándole que varias heridas se infectasen y dejándole cicatrices en el cuerpo. Con este tipo de acción, exponía la integridad física de la joven, ocupando él una posición de superioridad.
La víctima también vivía secuestrada en casa de la familia de su pareja. El acusado la dejaba encerrada en la habitación de la pareja durante varios días, dejándole asearse dos veces a la semana y teniendo la posibilidad de comer durante una vez al día. Todo ello era fruto de un ataque de celos, vejándola como mujer y menoscabando su dignidad, según el ministerio Fiscal.
La menor estaba coaccionada continuamente y la propia familia de la víctima no sabía nada de lo sucedido. La joven hablaba frecuentemente con sus progenitores, pero el acusado le amenazaba poniéndole un cuchillo en el cuello, siendo la vía telefónica la única manera en la que podían contactar entre ellos.