Siempre hemos conocido Japón por ser un país tradicional a la par que moderno, además de por la gran disciplina de sus habitantes y la dedicación plena a la vida laboral. Hemos llegado incluso a escuchar el 'karoshi', una palabra japonesa que significa "muerte por exceso de trabajo" y que se usa para describir un fenómeno social en el ambiente laboral que existe desde hace varias décadas en Japón. Sin embargo, Shoji Morimoto, un hombre de Tokyo, decidió cambiar las reglas del juego.
Morimoto es un hombre de 37 años que ha montado su propio negocio, en el que trabaja sin hacer nada. No ofrece ningún tipo de servicio, sino que se promociona a sí mismo como un acompañante tranquilo y discreto. Le pagan por no hacer nada y puede permitirse vivir bien.
Esta sorprendente forma de ganarse la vida, mas curiosa aun allí, llamó la atención de The Mainichi, un popular diario japonés. Realizaron un reportaje sobre su forma de vida en el que se aprecia cómo es su modelo de trabajo y lo mucho que ha crecido a lo largo del tiempo.
Contactar con Morimoto es tarea fácil: cualquiera puede escribirle por redes sociales para informarse sobre sus servicios y él explicará que cobra 80 euros por jornada. Se formaliza el acuerdo y el cliente podrá disfrutar de su compañía cuando le plazca. Shoji Morimoto, además, se define como una persona que "puede comer, beber y dar algo de feedback, pero nada más".
80 euros por no hacer nada
Teniendo en cuenta sus funciones, las tarifas pueden parecernos caras, aunque le está yendo especialmente bien. Comenzó con este pequeño negocio hace tres años, y al principio ofrecía su compañía de forma gratuita. No obstante, ahora cobra 10.000 yenes. por cada jornada, unos 80 euros. Morimoto ha recibido ya más de 3.000 solicitudes y tiene más de 270.000 seguidores en Twitter. Además, algunos de sus clientes se han convertido ya en fieles acompañantes, llegando a contratarle en más de diez ocasiones.
Los clientes le contratan por diferentes razones, ya sea para alcanzar el mínimo de jugadores de mesa, para acompañarles al juzgado o para escuchar a aquellos a los que les falta un hombro en el que llorar. Morimoto ha conseguido dar la vuelta a esta cultura tan centrada en el trabajo, sacando provecho y rentabilizando el poder que tiene escuchar y el sentirse escuchado.