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Japón y el culto a la niñez: el anime, las muñecas hinchables para pedófilos y el burusera

El debate está servido: la sociedad japonesa tiene algunas prácticas bastante preocupantes.

Japón es un país completamente distinto a España, tanto en cultura como en tradiciones. No se escucha la misma música (aunque la globalización poco a poco esté cambiando esto), las relaciones familiares y amorosas no tienen nada que ver, e incluso las prácticas sexuales se ven de forma diferente. Es por eso que es complicado analizar una cultura como la nipona al vivir en España: se puede caer en el error de juzgar como negativo algo que, en realidad, dentro de esa sociedad no lo sea. Cada cultura tiene sus propias costumbres y sus propias convicciones morales, con lo cual es injusto tratar de analizarlas desde una perspectiva completamente opuesta.

Hay prácticas japonesas que, sin embargo,sí que se pueden poner en entredicho desde cualquier cultura externa, porque afectan directamente a valores que consideramos universales, como es el respeto a la integridad sexual de los menores de edad, o a la libertad de las mujeres. Por ejemplo, ¿habéis oído hablar de una práctica japonesa llamada "burusera"? Hace referencia a una especie de negocio de compra y venta de ropa interior usada, y es algo que en España también se hace. El problema es que en Japón la ropa interior que se suele comprar es la de las colegialas, menores de edad en su mayoría; el típico estereotipo de niñas pequeñas, con rostros inocentes y cuerpos aún sin desarrollar. Sí, esto es una práctica de una cultura totalmente opuesta a la nuestra, pero... Las connotaciones negativas de todo esto son fáciles de entrever. Estamos hablando de una cultura de la pedofilia que se extiende cada vez más y que, por supuesto, no se queda únicamente en Japón. En 2015, la etiqueta más buscada en los distintos servidores porno fue 'teen', que significa adolescente.

La burusera, compra y venta de ropa interior de adolescentes
"La burusera, compra y venta de ropa interior de adolescentes"

Por no centrarnos únicamente en una visión europeísta del asunto, podemos ver qué estudios se han realizado en Japón al respecto. Hifumi Okunuki, una profesora de la Universidad de Mujeres de Sagami, explicó hace tiempo en un artículo que la industria japonesa estaba explotando sin ton ni son a las conocidas como JK, o joshi kosei, que es el nombre que reciben las estudiantes de instituto japonesas. El burusera guarda una estrecha relación con las JK, puesto que los compradores suelen ir buscando ropa interior usada de este tipo de chicas. Keith Vincent, un investigador, escribió una tesis titulada The Genealogy of Japanase Inmaturity, donde se puede entrever de dónde viene exactamente todo este culto a la niñez, a la infantilidad, y no solo en su aspecto sexual. Al parecer, según Vincent, los japoneses sienten devoción por la primera etapa de su vida; es por eso que la moda Kawaii, tan dulce e infantil, está tan arraigada en este país, y también explicaría esto por qué las mujeres continúan vistiendo de forma adolescente durante gran parte de su vida. Según este autor, todo esto se explicaría porque durante su infancia no deben seguir normas, mas durante la etapa adulta no les queda más remedio que someterse al sistema. Que haya algún tipo de explicación social no hace que la situación sea menos preocupante, porque la realidad continúa siendo la misma: se está idolatrando todo aquello que está relacionado con la infancia, y esto hace que la cultura de la pedofilia sea cada vez mayor.

El mito de Lolita en Occidente: el problema es el mismo

En Japón es más que evidente que se fomenta la sexualización de las mujeres cuando estas son muy jóvenes, apenas niñas; se puede ver en el porno, en las series de animación, en los enjo kosai (hombres adultos que pagan por pasear con niñas), en la cantidad de muñecas hinchables con figura de niña de diez años, y en mil cosas más. Pero esto no es algo exclusivo de la cultura nipona, ni mucho menos: es algo que podemos ver en Occidente de forma diaria.

Recordemos, sino, el mito de Lolita: la "adolescente" (si es que se puede considerar adolescente a apenas una niña) que se convierte en el amor de un hombre adulto completamente formado. Él cree que ella busca seducirle, que ella le controla, que usa una sexualidad que casi no ha descubierto para manejarle a su antojo. Hay muchísimos hombres en Occidente que defenderían a capa y espada que una niña de doce años, o de catorce, es activa sexualmente, y pondrían a la Lolita de Nabokov como ejemplo, pese a que cualquiera que haya leído el libro sabe a la perfección que todo eso no fueron más que imaginaciones de la mente del protagonista.

Un problema que se explota económicamente

La colegialas, sexualizadas en Japón
"La colegialas, sexualizadas en Japón"

Volviendo a Japón, y teniendo en cuenta que la obsesión que los adultos sienten hacia las niñas no es algo exclusivo de este país, podemos ver claramente dónde reside la diferencia: en Japón esto es algo que se explota a nivel social y económico. Con el estilo Kawaii (idealizando la niñez), con el hentai, con esos manga donde se híper sexualiza y se cosifica a las mujeres y a las niñas por igual, con una educación nefasta sobre el sexo y con el burusera como un negocio que es realmente beneficioso a nivel económico. En Japón, ser pederasta (o pedófilo, ¿dónde está la barrera exactamente? ¿En aprovecharse físicamente de un o una menor de edad?) es mucho más sencillo que en España, y no está tan vetado. Porque el negocio de la pederastia da dinero, las empresas lo saben y se aprovechan rápidamente de ello.

Japón tiene un problema con el sexo a nivel social; al haberlo convertido en un tabú, ha hecho que una buena parte de la población no sepa cómo gestionar sus instintos sexuales; no hay más que ver el estudio del Instituto Nacional de la Población y la Seguridad Social japonés, que afirma que el cuarenta por ciento de los solteros japoneses con menos de treinta y cuatro años continúan siendo vírgenes, y que un setenta por ciento de estos jamás ha tenido una relación amorosa. La solución parte, como siempre, de una educación y, por supuesto, de legislar en contra de la pederastia y la pedofilia.

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