La población está envejeciendo a pasos agigantados, y no solo en España. La tasa de mortalidad se reduce, y otro tanto de lo mismo le está pasando a la tasa de natalidad en muchos países. Además, la esperanza de vida no hace más que aumentar gracias a los avances sanitarios. Y pese a que todo esto es ventajoso, porque nos promete más años de vida, también hay un creciente problema: la tasa de población activa no es suficiente con respecto a la tasa de personas que ya se ha jubilado.
Esto repercute negativamente en las pensiones de jubilación, haciendo que estas cada vez sean más bajas, que haya menos ayudas para las personas que ya no trabajan por edad, y que sus condiciones de vida sean considerablemente peores. Es algo que sucede en nuestro país, pero que también sucede fuera; un ejemplo de ello es Japón. El país nipón ostenta ahora mismo el dudoso récord de tener la población más vieja del mundo. La esperanza de vida media es de ochenta y cuatro años, y casi un tercio de los japoneses actualmente tiene más de sesenta y cinco años. Si la situación es complicada en España,imaginad en Japón con estos números sobre la mesa.
Tanto es así que el número de delitos cometidos por ancianos no hace más que aumentar. Curiosamente, son las ancianas las que están llenando actualmente las cárceles, y siempre por delitos menores (robos sin uso de fuerza, habitualmente). ¿Qué relación guarda esto con el hecho de que la población esté envejeciendo? Al ser tanta la población mayor de sesenta y cinco años, no hay forma de sufragar unas pensiones justas, y las condiciones en las que viven muchas de estas personas dejan mucho que desear; esto les hace cometer delitos para, de esta forma, acabar en prisión y tener techo y comida.
Sus necesidades básicas están cubiertas en prisión
Tradicionalmente, en Japón los ancianos eran tratados de forma excepcional. Mas el paso del tiempo ha causado estragos en esta tradición, y ha favorecido que los hijos vean a sus padres mayores más como una carga que como una bendición; solo cuando reciben pagas les son útiles, o cuando ayudan en la rutina de limpieza y cuidado del hogar.
Aunque también hay una gran cantidad de ancianos que ni siquiera tienen la "oportunidad" de aportar algo en casa de sus hijos, sino que viven solos, con una pensión casi inexistente y más hambre que cualquier otra cosa. No disponen de ayuda, no tienen nadie a quien llamar cuando tengan algún problema, y no tienen medios económicos suficientes como para mantenerse por sí mismos. ¿Qué hacen al verse en esa situación? Deciden cometer un delito menor para que, de esta forma, les condenen a prisión. Porque en la cárcel sí que tendrán un techo, comida y sanidad asegurada.
Las cárceles japonesas están, poco a poco, transformándose casi en residencias de ancianos debido a las facilidades que dan a las personas de mayor edad, y esto no hace más que empujar a las personas mayores a entrar lo antes posible. Normalmente, el perfil de personas que hacen esto es el de mujeres mayores, que no tienen hijos o cuyos hijos no quieren hacerse cargo de ellas, se sienten solas, viven de las ayudas públicas y no saben qué hacer. Creen que entrar en la cárcel les hará la vida mucho más fácil, y que así podrán estar en contacto diario con otras personas. Esto es lo realmente triste de la situación: que sus condiciones las empujen a ver la cárcel como única salida viable.
No es algo que solo suceda en Japón. En España se reformó hace poco el Código Penal para que las personas mayores de setenta años no tengan que entrar en prisión, pero aún así se está viviendo cómo los reclusos cada vez tienen edades más avanzadas. Sí es cierto que, comparados con el país nipón, aún no estamos en una situación tan grave; no obstante, lo apropiado sería solucionarlo todo antes de que nos viéramos en esa tesitura. Eso pasaría por ver si las pensiones realmente son suficientes (algo de lo que muchos pensionistas se llevan quejando años) y si los mayores está realmente bien atendidos.