El cambio estacional, las horas de luz o el estrés son factores muy influyentes en el deseo sexual. Esto explica que en verano, estación de sol y vacaciones, nos apetezcan más los encuentros íntimos que en invierno, donde ya no hay tanta vitamina D ni serotonina, sino responsabilidades y trabajo.
Aunque cada persona es un mundo y es cierto que muchas personas encuentran en el sexo la mejor salida para escapar de los momentos más fatigados. Esto tiene que ver con la gran liberación de oxitocina, hormona de la relajación, que acompaña al acto.
Independientemente del factor que sea, las condiciones de invierno no suelen alentar el deseo erótico, pero sí del amor. El frío del último mes del año y los tres primeros del siguiente invitan a pasar más tiempo con la pareja y a reforzar el vínculo.
Con reforzar el vínculo nos referimos a decisiones importantes como empezar a buscar descendencia. Además, según LELO, la reconocida marca de juguetería erótica de lujo y bienestar sexual, un estudio ha revelado que "existe una mayor concentración y mejor calidad del esperma durante los meses de invierno".
Hay que tener en cuenta también que el periodo invernal coincide con las fechas navideñas y un estudio revela que "durante las vacaciones, la gente hace más búsquedas en Google relacionadas con el sexo, como consejos respecto al embarazo o cuestiones relacionadas con la pornografía", según afirma la marca.
El deseo de lo oculto
Pero las veces que hay ganas en invierno no se deben únicamente al deseo de reproducirnos, sino que muchas veces se hace por placer. Y a veces este placer llega de uno de los mayores afrodisiacos: el deseo de disfrutar de lo que no se ve.
En invierno nuestro cuerpo se esconde bajo un sinfín de capas y el interés por conocer qué se oculta detrás de los cuellos vueltos aumenta el deseo sexual. Lo que se tapa, lo escondido o prohibido activa mucho más nuestro interés, siendo unos de los pilares de la erótica.