El triple crimen de Alcàsser ha vuelto al ojo del huracán tras la entrevista a varias personas relacionadas con el suceso en el programa 'Cuatro Milenio'. Uno de ellos fue el padre de Miriam, Fernando García, que repareció tras 20 años alejado de los focos por el estancamiento del caso. El otro fue el forense Luis Frontela, responsable de hacer la segunda autopsia a los restos mortales de las tres jóvenes.
Frontela, al que nunca dejaron ejercer su oficio de la forma apropiada durante la trama, siempre mantuvo una línea diferente a la oficial. El catedrático se muestra en desacuerdo, pero tampoco apoya la teoría de la conspiración que apunta a la participación de altos cargos políticos en las violaciones y asesinatos de Miriam, Toñi y Desirée, que según algunas voces como la del recientemente fallecido Juan Ignacio Blanco, quedaron grabadas en una cinta snuff. Lo cierto es que esta segunda versión, pese a estar basada en errores evidentes en la investigación, solo sirvió para crear una polémica incesante que perdura en las mentes de la sociedad civil del país.
Además de lanzar dardos contra el supuesto paradero del presunto asesino de las niñas, Antonio Anglés, Luis Frontela propuso en el programa una tercera vía. Una tercera línea en la investigación que el documental de Netflix, ampliamente comentado por Jiménez durante el programa, no enseña ni relata. Se la ha callado durante años y es que asegura que seguirá persiguiendo la verdad y buscando el origen de la trama. Al parecer, pudo haber un tercer implicado que dejó cuatro pelos en los cuerpos fallecidos de las tres niñas.
Los nuevos adelantos tecnológicos han permitido al doctor Frontela ir más allá en su discurso y ahora estaría a punto de comprobar una posibilidad que ya planteó hace 26 años. La sociedad se dividió y las diferentes opiniones vertidas en torno a los hechos fueron una constante en televisión. García y Blanco se encargaron de mantenerlo vivo durante algún tiempo en programas de televisión como 'Esta noche cruzamos el Mississippi', aunque también de forma privada. El periodista llegó incluso a lastrar su carrera por intentar llegar hasta el final. El tratamiento tan frío que le dieron los medios de comunicación de la época marcó el inicio de un fenómeno conocido como telebasura. Frontela nunca creyó en lo que establecieron, pero tampoco en la versión oficial que inculpaba a Anglés, con su desaparición en las aguas de Irlanda y Ricart como su ayudante.
Nunca más se supo
La forma en la que se realizó la primera autopsia, así como los pelos y la alfombra, en la que se encontraron envueltos los cuerpos de las tres jóvenes, que nunca se llegaron a analizar, sembraron ciertas incógnitas en la mente del forense. No llega a creerse que las chicas fueran secuestradas de forma repentina por dos extraños cualquiera cuando se dirigían a la discoteca Coolor, en la localidad vecina de Picassent, para ser torturadas, violadas, y posteriormente, ejecutadas y enterradas.
¿Viajó Anglés hasta Portugal para poder coger un barco de camino a Irlanda? ¿Estuvo realmente involucrado en los crímenes junto a Ricart? ¿Fueron contratados o los cabezas de turco de alguna organización? ¿Cómo trasladaron a las niñas, tanto vivas como muertas, por el paraje de La Romana?... Incógnitas que, al menos hasta ahora, nunca han encontrado respuesta. Miguel Ricart está en libertad desde 2013 tras cumplir 20 años de condena. El citado documental y los huesos encontrados por unos turistas junto a la fosa de La Romana reavivaron una polémica que aunque no se daba por enterrada, estaba dormida.
Existen numerosas voces, además de Frontela, que no confían en la razón de ser de la teoría de la conspiración, aunque tampoco en la oficial. Sin embargo, el catedrático afirma basar la suya en datos que ha podido ver, investigar y comprobar con sus ojos, como son los cuatro pelos que nunca fueron analizados. "Son conocimientos atrasados a los que ahora se le puede dar otra vuelta", explica, haciendo referencia al avance tecnológico que podría permitir averiguar el ADN de los mismos. Luis Frontela siempre ha defendido que a pesar de no ser analizados, los pelos no pertenecen ni a Antonio Anglés, ni a Miguel Ricart, sino a una tercera persona cuya identidad se desconoce. Sin embargo, se los quitaron de las manos y nunca más se supo.