El trastorno de ansiedad se trata de una patología muy dañina, en función de su grado de gravedad, que puede derivar en múltiples riesgos para la persona que lo sufre. Aislarse del ambiente social, romper relaciones o abusar de sustancias pueden ser algunos de los síntomas que, a ojo del resto de personas, no tienen una causa aparente.
Hay múltiples factores que pueden desencadenar una enfermedad de este tipo. Entre ellos, se encuentran las propias vivencias de cada persona, o algunas enfermedades físicas como el hipotiroidismo.
Este trastorno, que tiene una incidencia más alta de lo que la población en general piensa, ha sido el que ha sufrido un hombre tras inhalar disolventes químicos durante un largo período de tiempo, en concreto, cinco años.
El paciente había absorbido los gases en compañía de su tripulación, ya que trabajaba como ingeniero naval en Reino Unido, tal y como recoge la revista científica BMJ Case Reports.
El hombre comenzó a sufrir intensos ataques de pánico que se repetían en el tiempo y sin una razón aparente que pudiera explicarlos. Pero no había ninguna causa psicológica: todo se debía a la inhalación de una sustancia tóxica, el tricoroetileno o TCE.
El problema llegó varias semanas después. Con el consumo regular de esta sustancia, la intoxicación fue aumentando e incluso llegó a sentir varios mareos durante varios días. Además, el peligro fue aumentando poco a poco porque la exposición a la sustancia era cada vez más peligrosa, a la vez que el entorno de trabajo no gozaba de una buena ventilación.
El problema fue de tal calibre, que el hombre comenzó a consumir grandes cantidades de alcohol (nunca había contado con ese patrón). Todo ello le llevó a acudir al hospital, donde percibieron que se encontraba ansioso y tembloroso, así como aseguraba sentir un intenso dolor de cabeza, visión borrosa y hormigueo en el lado derecho de su cara.
Por todo ello, el paciente fue derivado a la unidad de psiquiatría, donde le diagnosticaron un trastorno de ansiedad secundario. A pesar de los tratamientos, su enfermedad fue aumentando y las crisis comenzaron a ser más frecuentes para terminar siendo contínuas.
Examen de toxicología y secuelas permanentes
Ante la imposibilidad de encontrar un buen tratamiento, los médicos finalmente decidieron derivarle a la unidad de toxicología para descartar cualquier tipo de intoxicación por alguna sustancia nociva.
Allí, tras las pruebas, pudieron comprobar que, realmente, todo se debía al tricloroetileno que se había expandido en todo su cuerpo. El problema de todo ello era que los médicos habían detectado los hechos tarde.
La presencia de estos gases nocivos en su cuerpo durante un período de tiempo tan largo habían deteriorado parte de su sistema nervioso de manera permanente, por lo que el hombre iba a padecer cuadros de ansiedad y depresión durante el resto de su vida.
Ahora, 20 años más tarde, el paciente ha terminado siendo adicto al alcohol, llegando a ingerir hasta tres botellas de vino diarias. Además, los médicos le han recetado varias pastillas sedantes para que pueda mantener una vida lo más 'normal' posible.