No comieron perdices. La infanta Cristina e Iñaki Urdangarin ya no son un matrimonio. Los exduques de Palma firmaron a finales de diciembre, en una notaría de Barcelona, los papeles de su divorcio. La expareja había acordado en septiembre todos los puntos que debían firmar para su separación definitiva. Solo faltaba la rúbrica y comunicarlo, y así ha sido.
Juntos acudieron, como marca la ley, a una notaría de Barcelona, tal como pactaron, pese a que en principio pensaron hacerlo en Ginebra. La revista ¡Hola! ha sido la encargada de comunicar la firma definitiva, algo que la expareja también acordó en su momento: comunicarían su divorcio una vez estuviera firmado.
Entre los detalles que ha revelado la revista, destaca que la expareja ha llegado a un acuerdo económico para cubrir los gastos comunes de sus cuatro hijos y que Urdangarin no recibirá indemnización ni pensión alguna.
La infanta y el exjugador de balonmano anunciaron en enero del 2022 que habían decidido "de común acuerdo, interrumpir su relación matrimonial", a través de un comunicado en el que subrayaban que el compromiso con sus cuatro hijos permanecía "intacto". El matrimonio saltó por los aires a raíz de la aparición de unas fotografías del exduque de Palma en compañía de una mujer que acabó siendo identificada como Ainhoa Armentia, una compañera de trabajo .
Vive con Ainhoa
Dentro de esa firma, se prevé también ese abandono del ámbito público de Iñaki Urdangarin, que quiere quedarse en un segundo plano y desaparecer del mapa mediático. Lo ha dicho a los suyos, cansado de que su vida se analice milímetro a milímetro. Con su pareja, Ainhoa Armentia, está feliz y ha encontrado una paz que necesitaba tras su paso por prisión. Tanto, que ya viven juntos.
Además, en breve le retirarán la escolta. Los pasos son sencillos. Una vez el divorcio se hace público, la infanta Cristina ya lo habrá comunicado a su hermano, el rey Felipe. Esta información debe llegar al Ministerio del Interior, que será el encargado de retirar la seguridad al exmarido de la Borbón. Pueden pasar de 15 días a uno o dos meses. Y el tiempo coincide, casualmente, con el final de la condena de Urdangarin.
Sin capitulaciones
Cabe recordar que, aunque parece inédito por tratarse de una hija de reyes, en el momento de la boda no firmaron capitulaciones matrimoniales. Aseguran que ella no quiso porque consideraba que era una humillación para el que iba a ser su marido. En aquel momento, hace ya 26 años, la Casa Real aceptó porque en Cataluña todos los matrimonios se rigen por el derecho civil catalán, que prevé la separación de bienes por ley. Así que, si ambos tuvieran bienes, no deberían repartírselos.
Pero la infanta ha aceptado que la vida de su exmarido no se vea afectada por la separación, por lo que compensará económicamente a Urdangarin, en cierto modo, para que su economía no sufra. No se trata de cantidades demasiado abultadas (para ellos), pero sí de ayudas para que la vida del exduque pueda ser parecida a la que llevaba con su exmujer. Ella lo justifica con que es necesario, sobre todo, cuando está con sus hijos.