Ignacio Echeverría, español de 39 años y residente en la capital británica desde hace más de un año, es una de las ocho víctimas mortales del doble atentado ocurrido el pasado sábado 3 de junio en Londres. Tras días de angustia, este miércoles su hermana ha confirmado la fatal noticia a través de Facebook.
En su mensaje agradece todas las muestras de apoyo recibidas durante los últimos días y destaca que el gobierno británico no permitirá a la familia reencontrarse con el cuerpo de Echevarria hasta el viernes, justo después de las elecciones que se celebrarán en el país.
Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores, que ya había mostrado su malestar con el gobierno británico por la tardanza en la identificación del cuerpo, también ha emitido un comunicado informando de la noticia y mostrando sus condolencias: "El Gobierno desea transmitir a sus familiares y amigos que no están solos en su dolor y que, hoy, España está con ellos compartiendo sus sentimientos y desolación y acompañándoles en este terrible trance".
El Gobierno ha destacado también la "actitud ejemplar de Ignacio Echevarría durante los atentados": "Su valor al defender a una persona indefensa sirve para recordar la necesidad de permanecer unidos frente a la lacra del terrorismo, frente a aquellos que hacen de la violencia y del terror su único lenguaje".
Ignacio Echevarría, un héroe
El horror llegó a Borough Market, una zona de bares y restaurantes muy concurrida los fines de semana, cuando un grupo de tres terroristas irrumpió con una camioneta, arrolló a la multitud y después salió del vehículo para acuchillar a todos los que se encontraban a su paso.
En mitad del ataque, Ignacio Echeverría, de 39 años y atural de Ferrol, que se enfrentó a uno de los terroristas en el momento en el que se disponía a acuchillar a una mujer que se encontraba en la zona. El español llegó a Borough Market de casualidad ya que regresaba de una tarde tranquila patinando con sus amigos.
El resto de personas huyeron despavoridad. Él no. Se encaró valientemente al terrorista para salvar la vida de una mujer inocente. Su gesto salió caro: la última vez que alguien le vio estaba tendido en el suelo. Después se le perdió la pista.
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