El colectivo LGTB vive su mejor momento; obviando las 62 agresiones hómofobas en Madrid en lo que llevamos de año, la cruda homofobia en el mundo del deporte, la invisibilización por el miedo a represalias, los constantes ataques por parte de los sectores conservadores unidos a la Iglesia Católica en España, la ejecución de homosexuales por el simple hecho de serlo en países como Irán, Egipto o Singapur. De hecho, aún en 2016, 79 países del mundo consideran la homosexualidad como delito, sin tener en cuenta a Rusia, que aunque textualmente no se considera un delito, sí que se fomentan medidas homófobas como la Ley de propaganda homosexual.
A pesar de todo lo citado anteriormente, el colectivo LGTB en España permanece en un estado aletargado mientras el repunte de la homofobia va en aumento. Muchos son los miembros del colectivo que afirman que esto no va con ellos, pero lo cierto es que cualquiera está expuesto a las agresiones homófobas. Incluso una persona heterosexual. Una agresión homófoba es un delito de odio hacia una persona gay, según el criterio del atacante. ¿Qué aspecto tiene una persona gay? Ni que decir tiene que hoy en día, lo propio de lo masculino o lo femenino, lo heterosexual o lo homosexual son tan solo etiquetas que no definen a la persona.
La lucha contra la homofobia y los delitos de odio es un ejercicio de todos con todos. El sistema heteropatriarcal en el que se sustenta la sociedad presume que toda persona es heterosexual hasta que se demuestra lo contrario. La opresión de este modelo social puede influir en las personas LGTB hasta tal punto de generar en ellos ciertas actitudes de homofobia internalizada. Dentro del mismo colectivo también se producen casos de discriminación por rasgos como el físico, la pluma u otras muestras de diversidad.
A lo largo de la Historia, muchas han sido las minorías que han sufrido la opresión de la sociedad hasta alcanzar un estatus de igualdad. La diferencia es que una mujer no puede desvincularse de su naturaleza como mujer, un negro no puede esconder su condición racial, pero una persona LGTB sí que puede hacerlo.
No obstante, la invisibilización es una postura igual de respetable que la normalización pero también es una de las causas por las que se pierde la fuerza para luchar contra la opresión hacia el colectivo LGTB. El individualismo como manera de renegar o desprenderse de la condición para no ser discriminado también abre un debate: ¿de quién depende la lucha LGTB?
Breve historia de la lucha LGTB
Tras la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1945, el colectivo LGTB comenzó a organizarse y concentró su lucha en una etapa conocida como movimiento homófilo. Las ideas de esta corriente ponían sobre la mesa el debate sobre la relación entre el sexo y el amor a través de la ciencia y la vida pública. Este forma de activismo informativo propulsó la publicación de diferentes cabeceras de temática gay y la creación de asosaciones de homosexuales en países como Inglaterra, Holanda o Estados Unidos.
Gracias a la concienciación y divulgación de estos grupos de presión, el colectivo LGTB tuvo la fuerza suficiente para dar otro paso en la lucha por sus derechos. En 1969, toda esa fuerza se catalizó a través del Movimiento de Liberación Gay. El 28 de junio, una redada policial contra homosexuales en el bar gay Stonewall Inn, en Nueva York, provocó unos disturbios que se alargaron durante tres días. El colectivo luchó y cambió la historia, aseguró cierto estatus de seguridad para las personas LGBT. El 28 de junio de 1970 comenzó la primera marcha del orgullo gay de la historia.
En 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la homosexualidad del Manual de Diágnóstico de los trastornos mentales. Hasta 1990, la Organización Mundial de la Salud no eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. A día de hoy se siguen editando libros y abriendo centros para curar la homosexualidad en todo el mundo. Aún así, disfrutamos de un estado de bienestar que lamentablemente no es frecuente en otras partes del planeta. Según un estudio de Pew Research Center, España es el país donde se percibe mayor aceptación de la homosexualidad, un 88%, en comparación del 60% de Estados Unidos o el 42% de Holanda.
"Soy homosexual pero el Orgullo no me representa"
Es lo mismo que decir "Soy mujer pero el feminismo no me representa" o "Soy negro pero la lucha contra la segregación racial no va conmigo". No es más que una forma pasiva de asistir a las agresiones homófobas y a la discriminación, una manera de justificarse en la homofobia internalizada, una excusa para desentenderse. Para acabar con los ataques hacia el colectivo primero hay que tener conciencia histórica.
El Orgullo es la representación anual de la lucha diaria, e incluso histórica, LGTB. Hay manifestaciones, desfiles, fiestas por la diversidad. No representa a nadie en particular y representa a todo el mundo porque todos tenemos cabida. Se reinvidica a las personas que lucharon por unos derechos para todos y a las que lo hacen a día de hoy. Las plumas, la extravagancia y la fiesta también son símbolos del activismo. Fueron las personas con más pluma, los transexuales, o las personas LGTB más visibles las que sufrieron el acoso de las autoridades o el abuso de la sociedad y se enfrentaron desde su posición minoritaria.
¿No te gusta cómo se celebra el Orgullo? Haz que te represente desde tu perspectiva. Asiste, confronta, aporta. El Orgullo no es solo una fiesta una vez al año, su espíritu es válido para todos los días.
No hay excusa. Si reivindicamos el individualismo del colectivo como una forma de ser todos iguales en la diferencia, entonces la lucha del colectivo será fuerte. La Historia lo demuestra. Y también lo necesita.