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Mi vida dentro de un coche fúnebre: así es el 'día a día' en el vehículo más creepy

¿Te imaginas desplazarte todos los días en un coche fúnebre? Pepe, Antonio y Jose Angel lo conducen a diario y te cuentan su experiencia.

Pepe Ballester, más conocido por su mote 'Pepe Clandestino', es un diseñador valenciano de 32 años, hace surf clásico y se desplaza a diario en un coche fúnebre, un Seat 124 de 1974 de 60 caballos y con un motor de 1200 centrímetos cúbicos. Cuenta que cuando vio el coche en venta pensó en él como un coche clásico y amplio donde poder llevar sus tablas de surf y exponer su ropa en los mercadillos. "Es comodísimo, me cabe cualquier cosa de Ikea, incluso cosas que amigos con una Kangoo no pueden llevar. También he llevado la camilla de un masajista. En otra ocasión, un festival de surf daba como postre melón. Llevé como sesenta melones en el coche, la gente me iba haciendo fotos por la autovía" explica.

Tras su adquisición, las tablas de surf no cabían; sin embargo, Pepe se embarcó en la tarea de restaurarlo, una labor complicada que le llevó un gran esfuerzo y, sin embargo, también le reportó grandes anécdotas que contar, como la llamada que hicieron sus vecinos a sus suegros: "En vuestro garaje, están pasando cosas raras, hay un coche fúnebre y un chico se mete en él tumbado boca abajo en la caja". recuerda Pepe entre risas en Motorpasión.

Más allá de las historias divertidas, la compra de este vehículo tiene otras ventajas. Por ejemplo, Pepe no vuelto a tener una multa de tráfico: "He aparcado donde me ha dado la gana, encima de aceras incluso y en los controles de policía de mi pueblo, como ya me conocen, cuando paso los agentes me hacen una pequeña genuflexión y la señal de la cruz con el luminoso. Es muy divertido".

Una práctica poco aceptada

Así se vive en un coche fúnebre
"Así se vive en un coche fúnebre"

Sin embargo, para Pepe no todo son risas, ya que no termina de aceptar un coche fúnebre circulando fuera de su finalidad principal: le han llegado a gritar e, incluso, insultar por la calle. Según cuenta el entrevistado, hace falta mucha personalidad y una gran resistencia ante las críticas para conducir este tipo de coches: "Hay gente que no te conoce de nada y te juzga, comenta, se pasa fotos por WhatsApp... No eres consciente de toda la gente que te mira".

Pepe continua ahora las reformas de su coche aunque prefiere algo que no implique grandes modificaciones, "De este modelo se fabricaron 120 unidades. Te pones a mirar y quedarán, como mucho, 15. ¿Cuántos de esos en un estado como el mío? Me siento responsable. No soy quién para destrozar ese coche". Cuenta también que le gustaría transformar la carrocería y hacer el vehículo hard-top para poder desmontar el techo; eso sí, el llavero del coche seguirá siendo el ataúd de miniatura que encontró bajo el asiento.

Pero Pepe no es el único que se atreve a despazarse en un coche fúnebre  en su vida diaria. Antonio, de Ponteareas, conduce un Seat 131 que encontró en una funeraria de Badajoz y, a pesar de que su familia se muestra encantada con la adquisición, su jefe le ha prohibido por completo llevarlo al trabajo.

Por su parte, José Ángel, gaditano de Ubrique, se sumó hace tres meses a esta práctica aún poco conocida cuando se compró un Opel Kadett, de 1990, en su versión mortuoria, que le ha llevado a vivir situaciones peculiares, como las ocasiones en las que se ha encontrado con notas anónimas en el limpiaparabrisas que venían a decirle "no lo aparques en mi puerta, que soy muy supersticioso".

Todos ellos, sin embargo, coinciden en que esta tendencia no es una cuestión de atracción por lo gótico o lo relativo a la muerte, sino que más bien se trata de afición por los clásicos y preferencia por el espacio y los coches prácticos.

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