Temas tan trascendentales como la relación humana con los animales, los límites culturales del arte... han sido la condena para 15 ovejas. Las pobres se han visto encerradas en un redil de proporciones más que pequeñas para que Boyer Tresaco, un reconocido y a la vez polémico artista, pueda criticar a gusto el arte.
Así transcurrió la exposición en la galería Theredoom, situada en el castizo barrio de Lavapiés y que ha contado con la aprobación de la dueña del local, Andrea Piedralzar, que por otro lado es también la esposa del artista.
Los borregos estaban situados alrededor de un podio con un urinario duchampiano, amontonados, para denunciar que "es falso, es totalmente falso que el urinario de Duchamp sea arte".
El problema es que las 15 ovejas se hacinan en un minúsculo recinto vallado, se dan cabezazos entre ellas y pugnan, sin éxito, por alcanzar un poco más del espacio vital al que no tienen acceso.
Todo ello, con el fin de conseguir un "ready-made", es decir, "anti-arte" en el que se intenta que el espectador reflexione sobre la naturaleza, los límites y el sentido de la expresión. Además, Tresaco no duda en calificar a la Gioconda como "un trozo de tela bien pintado, muy bien pintado, pero nada más que eso".
Polémica división de opiniones
La obra ha generado todo tipo de división de opiniones, aunque la mayoría se ha mostrado en contra del uso de animales para estos fines.
Algunos de los partidarios de esta obra aseguran que con ella se consigue provocar -uno de los fines del arte- a la vez que se plantea con contundencia el debate sobre los límites del arte y nuestra relación con los animales. Así, por ejemplo lo considera el profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la UCM, Miguel Cereceda, que manifestaba en Facebook lo productivo de esta exposición para dar mayor visibilidad al arte a la hora de generar debate social.
Quienes se encuentran en contra dan, además, varios argumentos. Por ejemplo, el artista Santiago Talavera ha asegurado en declaraciones a El Diario que esta obra "nace con la intención de generar bulla en un contexto social que, cada vez más, rechaza estas prácticas. Una metáfora muy ramplona sobre el cerril seguimiento del arte del siglo XX" y denuncia que esto se podría haber hecho "sin necesidad de instrumentalizar vidas de animales sintientes, causándoles estrés y separación de su hábitat. El artista y el comisario deberían revisar su idea de humanismo".
Las críticas sobre un posible maltrato animal han sido constantes. Rafael Doctor, gestor cultural, crítico e historiador del arte e impulsor de 'Capital Animal' ha mostrado su "vergüenza y tristeza infinita" por la obra, ya que considera que "atenta contra la dignidad de los animales" e incluso llega a ver la posibilidad de un delito que "ya está siendo denunciado". A su juicio, "el arte tendría que ofrecer alternativas para avanzar hacia un mundo mejor y con exposiciones como esta se convierte en este triste circo amoral e incluso perverso. No vale todo y, sobre todo, no valen todos los medios".
Ese posible delito al que hacía mención Doctor podría terminar en una multa administrativa. Así al menos lo considera la abogada Arancha Sanz, que recuerda que "la exposición está incurriendo claramente en lo que la ley considea una infracción grave, que acarrea una sanción que va de 600 a 6.000 euros, dado que no cuenta con el permiso administrativo corresponediente, puesto que ese local no es un núcleo zoológico y los animales no pueden estar en cualquier sitio".
La respuesta de Tresaco
El autor de la obra, Boyer Tresaco, no ha dudado rápidamente en reaccionar en su perfil de Facebook. A su juicio, las críticas que ha recibido son "aberrantes", producto de "unos 50 fanáticos" que se han dedicado a "insultar, difamar y calumniar".
Y ha continuado: "es obvio que nosotros tratamos infinitamente mejor a los animales que vosotros a las personas", tras lo cual se ha definido a sí mismo como "animalista", pero no "fanático", por lo que asegura que cuidó "todos los detalles para que las ovejas estuvieran adecuadamente".
Además, el artista asegura que cumplió en todo momento con la normativa vigente y que se encargó de que fueran ovejas acostumbradas al público, puesto que provenían de "una granja visitada constantemente por padres y niños".
En cuanto a la falta de espacio para los animales, Tresaco asegura que en un prinicipio quisieron dejar más hueco, pero "el ganadero y el pastor nos dijeron que era un error, pues su carácter gregario les hace encontrarse mejor juntas, y nos hicieron reunirlas en el espacio que ellos deseaban".
Y después de todo ello sentencia: "me gustaría saber qué hacéis con las garrapatas de vuestros perros, o con los piojos que los niños pueden traer del colegio; supongo que no paseáis por una zona verde 'asesinando' hormigas".
Tresaco termina asegurando que estos ataques únicamente perjudican la imagen pública de las personas que son animalistas como él y asegurando que espera que los ataques provengan de la desinformación y no del odio.
El uso de animales para exposiciones artísticas ha sido una constante durante todo el siglo XX. En dicha época, se llegaban a emplear cerdos abiertos en canal o vacas despiezadas con el fin de otorgar mayor provocación en el espectador. Jannis Kounellis llegó a introducir hasta 12 caballos vivos en una instalación, algo que ahora sería impensable. La mayor concienciación en el respeto a los animales ha provocado que este tipo de prácticas, al final, hayan caído en el desuso.