El pasado 26 de diciembre de 2004 un terremoto submarino de 9,1 grados registrado frente a la isla indonesia de Sumatra desembocó en una gran ola. Aquel devastador tsunami quedó en la memoria de todos y cada uno de nosotros. Casi medio millón de víctimas mortales no se olvidan fácilmente. A día de hoy, más de 40.000 personas continúan desaparecidas.
No obstante, hace unos meses, el número de desaparecidos descendió en, al menos, uno, pues Shareefa Ashra, una joven de Sri Lanka, ha regresado con su padre tras pasar doce años en paradero desconocido. La niña, que por entonces tan solo era un bebé de dos años, fue arrebatada de los brazos de Mowlana, su padre, cuando la gran ola les alcanzó.
Padre e hija se encontraban a un kilómetro de la playa y no pudieron evitar ser alcanzados por el agua. Desde entonces, Mowlana ha luchado por encontrar a su hija. Aunque durante el tsunami perdió todo rastro de ella, pocos días después de la catástrofe averiguó que alguien había rescatado al bebé y lo había llevado a un hospital. Mowlana nunca perdió la esperanza de que su hija siguiera viva.
Aun así, el tiempo desmoralizó a este padre coraje, quien dejó de soñar con encontrar a su pequeña. Doce años más tarde, en enero de 2016, una pista desde Kalmunai, al este de Sri Lanka, situó a Shareefa en el mapa y Mowlana descubrió el paradero de su hija. La imagen de su pequeña, ya adolescente e identificada como una de las desaparecidas en el tsunami, circulaba por Internet y llamó la atención a la familia biológica. Unas pequeñas marcas de nacimiento ayudaron a descubrir que aquella mujercita era el bebé perdido en 2004.
Tras encontrarla, decidió reclamar sus derechos de paternidad ante la Justicia de Sri Lanka. No iba a ser tan fácil recuperar a la menor, que ahora tiene catorce años y, como es obvio, está completamente irreconocible. Otras dos mujeres, cuidadoras de Shareefa durante estos últimos años, reclamaron también su custodia. Han visto crecer a la niña y forma parte de su familia. Pero la Justicia ha hablado.
El magistrado de la ciudad de Kalmunai, Fiazz Razzak, ha fallado a favor del padre de Shareefa y ahora Mowlana recuperará el tiempo perdido con una hija que apenas conoce. La última vez que la abrazó tan solo era un bebé. Ahora es toda una adolescente que, pese a haber sido cuidada durante su infancia, no ha tenido una vida fácil alejada de su verdadera familia.