El 17 de diciembre de 1997, Ana Orantes murió tras haber sido quemada viva por su exmarido en la vivienda que tenían que compartir tras la separación. Murió en el patio de la que había sido su casa mientras su hijo pequeño lo veía todo. Ana Orantes fue, desgraciadamente, una de las víctimas que la violencia de género que el machismo se han llevado consigo, pero también fue y es el coraje y la voz con la empezaron a cambiar las cosas.
El 4 de diciembre de aquel año, tan solo 13 días antes de su asesinato, Ana Orantes decidió plantarse en el plató de Canal Sur para contarle a todo el mundo su historia. Ana vivía en una pesadilla desde que se casó, 40 años atrás, en un país en el que por aquel entonces el maltrato se normalizaba y se silenciaba e incluso llegaban a hacerse bromas acerca del tema. Hasta que relató su infierno en la televisión pública.
"Yo tenía que aguantar paliza sobre paliza. Le tenía miedo y horror", decía ella. "Para él nunca fui nada, absolutamente nada. Nunca he sido nada para él, ni me ha querido. Sólo me ha dado palizas y sinsabores", decía. "Yo no podía respirar, yo no podía hablar, porque yo no sabía hablar, porque yo era una analfabeta, porque yo era un bulto, porque yo no valía un duro. Así ha sido cuarenta años. Yo lo creía, lo creía, lo creía, porque yo tenía once hijos, no tenía dónde irme, no tenía dónde irme. Me daba palizas un día y otro día y el del medio...".
Así mostró Ana Orantes a la sociedad lo que esta acallaba e ignoraba. Así rompió el silencio ante una lucha que por aquel entonces parecía perdida.
Ana tuvo 8 hijos con su maltratador, hijos con los que también él mismo descargaba su rabia. Pero no fue solo aquello: Ana vio cómo cada una de las denuncias se quedaban en nada. Más de diez llegó a recibir su asesino y no le sirvieron para nada. El juez estableció que vivirían en la misma propiedad: ella en la planta de arriba, y él, en la de abajo. Una nueva razón que tuvo José Parejo, su asesino, para maltratarla.
Decidió desahogarse en el programa que presentaba Irma Soriano, relató su calvario interminable, malos tratos durante cuatro décadas, sin respiro ni amor. "Ana fue la voz de la conciencia de un país que no estaba preparado para escuchar su historia, que era la de tantas miles de mujeres. Ella contó aquello que nadie quería oír", declaró Soriano. Y es que Ana no solo contó su dolor, sino que en ella pudo verse a una mujer cansada pero valiente, que no quería más violencia ni golpes, ni para ella ni para sus hijos.
Sin embargo, aquella actuación terminó amargamente. El 17 de diciembre de 1997, su marido la asesinó. José Parejo, un albañil que no se cansó de maltratarla, le prendió fuego en el patio de la entrada de su casa. Un crimen y unos años de dolor intensos que nunca llegó a pagar como debería, ya que la justicia le impuso una condena de 17 años en la prisión de Albolote. Una condena insuficiente que ni siquiera llegó a cumplir, porque falleció en noviembre de 2004 por un infarto.
Un antes y un después
Flor de Torres, la Fiscal Delegada de Violencia sobre la mujer de la Fiscalía Superior de Andalucía también se ha referido en ocasiones a Ana Orantes. "Cómo olvidarla", señala. Para de Torres, el caso de Orantes provocó una catarsis que reactivó el movimiento feminista español y que desencadenó un cambio social con consecuencias más que positivas a todos los niveles. Cuando pensamos en el crimen que tuvo lugar en Cúllar Vega, Granada, apreciamos lo inverosímil que sería que a día de hoy ocurriera algo similar a aquello.
Tras el brutal asesinato, Francisco Álvarez-Cascos, vicepresidente del Gobierno de Aznar, habló de ello como un "caso aislado obra de un excéntrico", aunque Ana había sido la víctima 59 de aquel año. A partir de entonces comenzaron los debates y los cambios legislativos que ha desarrollado el país, hasta colocarse como uno de los más avanzados.
El asesinato de Ana Orantes inició un camino de cambios que a día de hoy todavía hay que ultimar, pero fue el punto de salida que movió al feminismo entonces.
En 1999 se reformó el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que añadió la persecución de oficio de los malos tratos sin que hubiese denuncia de la agredida, la violencia psicológica como delito y las órdenes de alejamiento. Este artículo fue ampliándose y en 2003 se estableció que cuando se fijara una orden de alejamiento también quedara suspendido el régimen de visitas, la comunicación y la estancia respecto a los hijos.
La orden de protección, en 2003
En 2003 se modificó la Ley de Enjuiciamiento Criminal y el BOE publicó una nueva ley para regular las órdenes de protección. El objetivo fue que los jueces pudieran adoptar medidas civiles y penales provisionales en un plazo máximo establecido (72 horas), después de recibir una denuncia por violencia machista. "Supondrá, a su vez, que las distintas Administraciones públicas, estatal, autonómica y local, activen inmediatamente los instrumentos de protección social establecidos en sus respectivos sistemas jurídicos. En ello consiste, precisamente, su elemento más innovador", dictó el texto.
Tan solo ocho meses después, Encarnación Rubio pasó a ser la primera víctima de violencia machista con orden de protección tras haber denunciado. Fue, casualmente, en el mismo pueblo en el que José Parejo quemó viva a Ana Orantes. En esta ocasión, Francisco Jiménez atropelló tres veces a la que todavía era su mujer, en abril de 2004. Esto volvió a provocar la apertura de un debate.
La Ley de Violencia de Género, en 2004
Fue la primera legislación específica de este ámbito en todo Europa. Con ella se crearon los juzgados de violencia contra la mujer, se implantaron ayudas para las víctimas y se incluyeron medidas judiciales, laborales y educativas.
Tras la reivindicativa ley apareció el agravante de género y las listas paritarias en 2008; el caso de la primera menor que fue víctima directa de violencia machista, en 2014; los feminicidios fuera del ámbito romántico, como los asesinatos a Diana Quer en 2016 o de Laura Luelmo en 2018; el hecho de que se reconociera al Estado como responsable de la violencia machista, en 2018; la revisión de los delitos sexuales en el Código Penal, también en 2018, a raíz del caso de 'La Manada' de los Sanfermines; el agravante de que un niño perciba la agresión aunque no la vea, o el alejamiento para el matrato sin lesiones, en 2018.
Los avances han sido claros, pero llegan a parecernos insuficientes. Ana Orantes nos enseñó que debemos alzar la voz, que la violencia machista no es algo que se deba normalizar. Marcó un antes y un después en el país y en cualquiera que haya podido escuchar su testimonio. Tantos años después ha ganado un reconocimiento del que seguramente estaría orgullosa, pero seguramente se enorgulleciera más de ver todos los avances a los que hemos podido llegar. La sentencia de su exmarido es insultante, y si hubiera ocurrido a día de hoy no dudamos en que la gente se habría echado a las calles.