Tigray es una de las diez regiones étnicas de Etiopía, en la que habita la etnia tigrina, que compone el 96% de la población de este territorio. Sin embargo, esta población está siendo actualmente objeto de persecución en una guerra que ha cambiado por completo la imagen internacional del presidente etíope, Abiy Ahmed Ali, que ha pasado de recibir en 2019 el Nobel de la Paz por sus prometedoras reformas democráticas y liberales a ser censurado por su persecución de esta minoría, su promoción de la guerra y sus mensajes violentos.
Lo que ocurre en la región de Tigray remite a los episodios más oscuros de la historia de la humanidad. Está pasando en estos momentos. Masacres de civiles, violaciones en grupo. Personas sometidas a todo tipo de situaciones de violencia, de hambre, de hostilidades.
El trasfondo de estos movimientos se encuentra en una limpieza étnica con el objetivo de repoblar este fértil área con personas oriundas de Amhara, una extensa región situada al sur de Tigray, tal y como manifiesta el informe We Will Erase you from this land (Os borraremos de esta tierra).
Son las conclusiones de un grupo de expertos de Amnistía Internacional y Human Rights Watch que han investigado a las personas tigrinas que, poco a poco, han huido del conflicto para instalarse en campos de refugiados en la cercana Sudán. Ambas organizaciones están vetadas en Etiopía, por lo que han tenido que conformarse con los testimonios de 400 refugiados que han salvado su vida huyendo como pudieron hacia el oeste. Testimonios suficientes para comprobar que se está ejecutando una operación sistemática de limpieza étnica para repoblar este área con personas que no son las que han habitado el entorno tradicionalmente.
En este conflicto, silenciado por los implicados, están involucrados aparentemente desde los ejércitos regulares de Etiopía -y también de su 'enemiga' Eritrea-, unidades paramilitares regionales y todo tipo de milicias con todo tipo de intereses comunes.
La investigación apunta directamente a las fuerzas especiales de Amhara y los milicianos de Fano, un grupo político-militar de la misma región. Pero, en esta estrategia de terror, señala el estudio, cuenta "con la aquiescencia y posible participación del ejército etíope". No hay pruebas concluyentes de que los gobiernos de Etiopía y Amhara hayan ordenado, directamente desde sus despachos, el desplazamiento de la población de Tigray. Pero las medidas para silenciar a su población y la complacencia levantan múltiples sospechas.
Entre estas medidas de silencio, por ejemplo, destaca que la región lleva 17 meses sin conexión a internet y, desde junio de 2021, tampoco sin teléfono. Además, se ha cortado la electricidad, algo que impide incluso cargar cámaras fotográficas. Es la denuncia que realiza Laetitia Bader, directora de Human Rights Watch en el Cuerno de África, que señala la clara consecuencia de esta política: "Cuando nos reunimos con refugiados en Sudán, esperábamos que tuvieran fotos o vídeos de lo que habían presenciado; no tenían nada", relata a El País.
La matanza de Tekeze
Los combates entre el Ejército etíope y el Frente de Liberación Popular de Tigray terminaron pocas semanas después de que estallara la guerra, en noviembre de 2020. Las fuerzas federales se hicieron entonces con el control del territorio. Muchos civiles creyeron que ya estarían a salvo, pero nada más lejos de la realidad: fue entonces cuando comenzó una auténtica política de limpieza étnica.
Con testigos presenciales, We will erase you from this land relata cómo empezaron a expulsar a cualquier persona que tuviera origen étnico tigrino. Las fuerzas especiales de Amhara y los milicianos de Fano acorralaron a la población, que llevaron en masa a autobuses y camiones. Algunos, hacia la frontera con Sudán. Pero la mayoría hasta el este, más allá del Río Tekeze, que delimita en el oeste de Tigray del norte y el centro de la región. Quienes mostraban reticencias eran convencidos a punta de pistola, otros no tenían siquiera tal oportunidad.
Cerca de un puente que cruza el río Tekeze, en enero de 2021, tuvo lugar uno de los más duros de violencia documentados en Tigray. Asesinaron a 60 hombres a sangre fría. Las noticias empezaron a circular y parte de la población huyó por miedo: la limpieza étnica más clásica, expulsar mediante el terror.
Unas 700.000 personas tigrinas se han ido del oeste de la región en el último año y medio. De manera paralela, están llegando en masa nuevos pobladores de Amhara, donde antes solo vivía una pequeña minoría en paz. Ahora, no hay constancia de la composición étnica de esta región.
Los crímenes contra la población civil han sido una constante en el conflicto. En el oeste, el informe también apela a la masacre de Mai Kadra, una pequeña ciudad cercana a la frontera con Sudán, donde poco después de comenzar la guerra, una multitud tigrina mató con todo tipo de armamento a los Amhara que encontraba a su paso.
Ahora, los autores del informe esperan que la invasión rusa de Ucrania y la masacre de Bucha hayan generado una mayor sensibilidad internacional en relación a los crímenes de guerra, después de que este tipo de realidades no hayan acaparado titulares durante los últimos años.