Algunos dirían que la Virgen de la Almudena tiene que interceder para que bajen los decibelios en la batalla entre Génova y la Puerta del Sol a costa de presidir el partido a nivel regional. No es suficiente que Isabel Díaz Ayuso arrasase en mayo ni que las encuestas empiecen a soplar a favor del partido conservador, no, todos han creído que este es el mejor momento para convertir las debilidades de sus rivales en fortalezas.
La fecha de celebración del Congreso regional no es más que el parapeto en el que se escudan para no reconocer que la guerra civil ya es inevitable. La fuerza de Ayuso en las urnas y el poder orgánico de Casado van a chocar como trenes que, sin piloto que los lleve a buen apeadero, están condenados a chocar. No solo serán ellos los perjudicados no, habrá muchos más damnificados, entre otros, los presidentes regionales que, atónitos, asisten a este macabro pulso.
La historia viene de lejos, no se ha inventado ahora este problema en las filas conservadoras, a nadie se le escapa la época Gallardón – Aguirre, las terceras vías o la solera de Pío García Escudero como Presidente popular en la región. Si echamos la vista atrás, la historia se repite, siempre que aumenta el ruido de sables, García Escudero acude al rescate como histórico que une y, con mano izquierda, gestiona.
Si bien es cierto que esto es así, no debemos olvidar que la actual situación no es la del bipartidismo que, pasara lo que pasase, tenían asegurada la cuota. Ahora, con el multipartidismo en efervescencia y las mayorías absolutas casi inalcanzables un traspiés en la estrategia puede dar al traste con todo lo conseguido antes.
El poder de Ayuso ante Génova
En la Comunidad de Madrid, salvo excepciones, no se atreven a discutir a Ayuso su sueño de ser investida todopoderosa del partido en la región, si bien la corriente de Martínez-Almeida prefiere la tercera vía, esto no es imperativo, sino que Génova maniobra para que al frente del choque de trenes no vaya Casado sino el alcalde de Madrid o, como dicen ellos, alcalde de España. Parece que el regidor no está dispuesto a entrar en una batalla que, de antemano, solo perjudicará a proyecto que tanto él como Ayuso representan en Madrid.
El Partido Popular de Madrid es la joya de la corona, a nadie se le escapa eso, es un contrapeso al poder de Génova y una piedra en el zapato para el líder nacional, pero esta batalla de Casado muestra más debilidad que fortaleza. Es cierto que el poder orgánico de un partido tan centralista como el Partido Popular, reside en su presidente nacional y equipo cercano -a la sazón, en Génova-, pero no es menos cierto que Casado necesita a Ayuso para llegar a La Moncloa.
Los madrileños, no solo los populares sino en general, han visto en su presidenta un acicate que puede salvar a la Comunidad de Madrid de los envistes que llegan desde el Gobierno central. Ayuso ha cambiado el marco pero también ha conseguido dar en la línea de flotación del poder genovés, esto es el cuerpo a cuerpo con Sánchez, ese papel está reservado para Casado y, de facto, no es así, no se ha respetado esa máxima.
A buen seguro la guerra interna no terminará bien, pues en este punto nadie, absolutamente nadie, puede sentirse victorioso si gana su propuesta. Romper un partido, como cualquier proyecto común, cuesta muy poco, pero tejer las costuras rotas es una obra maestra que, os aseguro, no está al alcance de cualquiera.
Cuando el centro derecha espera un liderazgo fuerte, el partido llamado a ocupar ese vacío está inmerso en peleas de patio de colegio, mientras tanto, Sánchez aprueba Presupuestos Generales del Estado y espera la lluvia de millones de Europa para poder regar a autonomías y municipios, con todo lo que ello conlleva.
Por cierto, esta guerra civil popular que se libra en Madrid, tiene espectadores de excepción. Son dos y, aunque preocupados, no ignoran que puede ser una oportunidad, uno está en el norte y otro en el sur. Hagan sus apuestas.