Hay un hecho histórico que quizás se le escape a la mayoría de los españoles. Los británicos, en 1917 y en plena I Guerra Mundial, ofrecieron un truque Gibraltar y Ceuta. Un caramelito para que España, potencia neutral en la guerra, se posicionase como aliado contra las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, Imperio Otomano y Bulgaria). Una opción que fue tratada muy seriamente por una comisión británica ya que, incluso, el embajador español en Londres insinuó esta posibilidad -declarar la guerra- a la cesión de Gibraltar y Tánger y libertad de acción a Portugal, como cuenta Bullit Lowry en 'El indefendible Peñón: Inglaterra y la permuta de Gibraltar por Ceuta, de 1917 a 1919'.
La realidad es que el Imperio británico ya se había planteado este posible truque años antes de la I Guerra Mundial. Ya que Gibraltar tenía de serie unas desventajas muy evidentes: muy poca extensión, medios limitados -aeródromos-, blanco fácil para la artillería española, un puerto demasiado pequeño para los tiempos de guerra. Lo que convertía al peñón como unlugar militarmente difícil de defender y, por eso, la Comisión de Defensa Imperialveía con buenos ojos ese cambio con Ceuta.
Ceuta mejor base naval que Gibraltar
Está comisión británica, formada por la Oficina de Guerra, representantes del Almirantazgo y la Oficina del Exterior, establecieron que Ceuta era una mejor base naval y más útil. Una zona que también tenía su dificultad a la hora de su defensa, pero que era menos vulnerable de la artillería pesada por su distancia del territorio español, como explica Bullit Lowry. Los británicos veían nada más que ventajas en este trueque.
El propio Primo de Rivera, gobernador militar del Campo de Gibraltar en aquellos años, planteó esta posibilidad en un discurso sobre la permuta de Gibraltar por Ceuta; sin embargo, este fue destituido de su cargo por estas declaraciones. Aunque, era muy evidente que España tenía razones de peso para aprobar tal trueque, no solo por su reivindicación histórica del peñón, sino también por la insurrección de Marruecos que hacía a Ceuta muy difícil de defender.
Los memorándums negativos
Sin embargo, la Oficina de Exteriores británica también veía contras a este trueque y a la entrada de España como aliada contra las Potencias Centrales. Por eso, distribuyó un memorándum que explicaba que, si ellos y sus aliados ganaban la guerra, España entraría a formar parte en su esfera de influencia y que, por el momento, servía más a los intereses ingleses la neutralidad de España. Así, esta Oficina veía esta como una de las principales razones para descartar la permuta.
Un segundo memorándum planteaba otras razones más complejas para que no se produjera ese trueque. Hacía referencia a las restricciones que habían establecido los tratados sobre Marruecos y al Acuerdo Mediterráneo de 1907. Este último, conllevaba que los ingleses tenían que pedir la aprobación francesa y española antes de construir cualquier nueva fortificación en el Mediterráneo. Esto provocaría cierto recelo entre los franceses.
Mientras, el Almirantazgo británico también escribía otro memorándum sobre las cualidades positivas y protectoras que ofrecía el puerto de Gibraltar contra el viento de levante que soplaba "ciento sesenta y seis días al año". Afirmaba en ese escrito que ningún puerto africano ofrecía tanta protección y lo costoso que sería construir un fondeadero artificial en Ceuta. "Ningún puerto que pueda construirse nunca en Ceuta o en sus proximidades puede representar un fondeadero tan bueno como Gibraltar", concluía el Almirantazgo.
Mientras Inglaterra domine el mar
El general P. P. de B. Radcliffe, el director de Operaciones Militares de la Oficina de Guerra, si veía con muy buenos ojos ese trueque Gibraltar-Ceuta; de hecho, recomendaba cambiar el peñón por cualquier puerto africano en un escrito dirigido a la comisión británica.
Sus argumentos se centraban en que Inglaterra utilizaba Gibraltar para fines navales: como estación de aprovisionamiento, como puerto y como base para el dominio del Estrecho. Decía que estos fines también podían realizarse en la costa africana, en Ceuta o en Rincón de Medik. Que quizás podrían ser bombardeados desde las costas españolas, pero no tan fácilmente como en el Peñón. Incluso, afirmaba que "si España es hostil, el puerto de Gibraltar es indefendible. Una base en Ceuta, ocupando un campo extenso a su alrededor, será siempre más defendible que Gibraltar".
Radcliffe explicaba que mientras Inglaterra tuviese el dominio del mar, sería imposible que una potencia enemiga transportarse sus tropas y los aprovisionamientos necesarios para montar una operación terrestre contra una fortaleza africana.
Un trueque frustrado
Este trueque Gibraltar-Ceuta, al final, no se llevó a cabo. Arthur Balfour, Ministro de Asuntos Exteriores británico por aquella época, lo vio inviable ya que no veía consenso entre los asesores militares y navales. Por lo que se paró esa permuta durante la I Guerra Mundial.
Sin embargo, lo que terminó de frenar ese trueque fue cuando España no siguió los pasos de Rusia, en cuyo caso quizás hubiera sido interesante para los británicos controlar Ceuta. Por eso Inglaterra, en la Conferencia de Paz de París, reunión internacional para establecer los términos de la paz en 1919, decidió no presentar la propuesta.