Se dice que hay que tener presentes las atrocidades cometidas por la humanidad para evitar que estas vuelvan a repetirse. El 7 de abril es el aniversario del genocidio contra los tutsi en Ruanda: uno de los capítulos más trágicos de la historia de la humanidad.
Se estima que 1 millón de personas fueron asesinadas en lo que se conoce como el Genocidio de Ruanda y alrededor de 200.000 mujeres fueron violadas.
Un repaso a los acontecimientos que rodearon la masacre
En el siglo XIX, cuando los belgas tenían el control del país, empezaron a clasificar la población de acuerdo a su etnia. La inequidad en los beneficios entregados a cada una de estas ocasionó las tensiones. A la etnia de los tutsis se les fueron otorgados los mejores empleos por ser considerados similares a los europeos. Los hutus, mayoría en Ruanda, fueron relegados a tareas menos cotizadas.
En 1959 cientos de tutsis fueron asesinados. Como respuesta, los tutsis pidieron refugio en países vecinos y comienzan a organizarse, para fundar en 1988 el Frente Patriótico Ruandés (FPR) en Uganda. En 1990, el FPR lanzó el mayor ataque a Ruanda desde Uganda.
Los tutsis que vivían en Ruanda fueron tratados como traidores y cómplices de lo sucedido. En 1993, ambos países firman los acuerdos de paz de Arusha y se crea un gobierno de transición compuesto por hutus y tutsis.
Así, el 6 de abril de 1994, la muerte del presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana, da comienzo a la masacre. El 7 de abril, la primera ministra Agathe Uwilingiyimana y los soldados belgas de las fuerzas de la ONU que la custodiaban sufren el mismo fatídico destino y son brutalmente asesinados.
La muerte de Uwilingiyimana acrecentó la ira de los extremistas hutus, quienes dieron inicio a una campaña basada en asesinar tutsis y a todo aquel que los protegiera.
El papel de la radio en la creación de odio
Los medios de comunicación, y en especial la reconocida emisora Radio Mil Collines, sirvieron como instrumento oficialista al trasmitir llamados a matar a todo aquel que fuera tutsi, a quienes se referían como "cucarachas".
La radio se dedicaba a lo que hoy nos parecería algo impensable: incentivar al odio y a que los jóvenes levantasen los machetes al grito de 'inyenzi' ('cucarachas' en ruandés). La emisora estaba controlada por la facción hutu más extremista del partido en el poder, y fue la más eficaz de las armas de la propaganda del régimen para inyectar el odio étnico en la población.
Además, el grado de analfabetismo de la población del momento colocó las palabras de los locutores como referentes mediáticos y fuentes de inspiración violenta para la población ruandesa.
Pronto la Mil Collines llamó la atención de los jóvenes que luego formarían los 'interahamwe' ('aquellos que luchan juntos'). Se convirtieron en milicias radicales hutus que protagonizaron algunos de los capítulos más sangrientos del genocidio.
La masacre de Gikondo
El 9 de abril de 1994 sucedió la masacre de Gikondo, en la que fueron asesinados más de 100 tutsis refugiados en una iglesia católica. Sus ejecutores eran miembros de la milicia hutu Interahamwe bajo supervisión de la guardia presidencial.
9 días más tarde se produce la masacre de la ciudad de Kibuye, donde unos 12.000 tutsis mueren asesinados tras buscar refugio en el estadio de Gatwaro, donde los esperaban soldados de la Gendarmería Nacional, policías e integrantes de Interahamwe. A mediados y finales de abril, con las tropas de la ONU replegadas, decenas de miles de refugiados comienzan a huir hacia países vecinos como Tanzania, Burundi y Zaire, lo que hoy es la República Dominicana del Congo.
El 22 de junio, el Consejo de Seguridad autorizó a las fuerzas francesas a enviar una misión humanitaria, llamada la "Operación Turquesa", que salvaría a cientos de civiles en el suroeste de Ruanda. En otras áreas, los asesinatos siguieron hasta el 4 de julio, cuando el FPR tomó el control militar de todo el país.
El fin de la masacre
Todo terminó ese mismo año cuando el Frente Patriótico Ruandés (FPR, ahora partido político) dirigido por Paul Kagame formado predominantemente por refugiados de etnia tutsi, derrotó al ejercito nacional y las milicia hutu. Además estableció un gobierno de unidad nacional. Es actualmente el partido que lidera en Ruanda.
Los ruandeses pelearon durante 100 días entre los meses de abril y julio, lo que provocó la exterminación sistemática a la población tutsi y aquellos hutus moderados por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda.
Se eliminó al menos al 75% de los tutsis estimándose no menos de 800.000 personas asesinadas. El arma utilizada fue el "masu" (machete local) y la violación a más de 200.000 mujeres. Además, muchos de los 5.000 niños nacidos fruto de esas violaciones fueron asesinados.
Las consecuencias y la resolución del conflicto
Las Naciones Unidas crearon el Tribunal Penal Internacional para el Genocidio de Ruanda (ICTR), con base en Arusha, que condenó a los inductores del exterminio tutsi por genocidio, crímenes contra la humanidad y fallar en la protección de las víctimas en un conflicto armado.
Los ejecutores fueron juzgados a nivel nacional en los tribunales judiciales convencionales y en los tribunales comunitarios de justicia participativa llamados "Gacacas". Se implantó también el "Umuganda", cuyo significado es "aunar esfuerzos en un sólo propósito para lograr un resultado". Gracias a esto y al trabajo de toda la comunidad, Ruanda resurgió de sus cenizas.
El Estado de Ruanda en la actualidad, ejemplo de desarrollo tras la tragedia
Un cuarto de siglo después de la mayor tragedia, Ruanda es uno de los países más desarrollados de África. Fue ejemplo de cómo romper con la espiral de violencia. En sólo 25 años pasó de tener cementerios a campo abierto y fosas comunes donde se apilaban los cadáveres a ostentar una infraestructura moderna, internet de alta velocidad y una tecnología de vanguardia con el uso de energías renovables.
Tras las intensas jornadas de violaciones y abusos a mujeres, estas se levantaron por sus derechos y ahora mismo es el país con más mujeres en el Parlamento, con un 63%, y está ubicado entre los 10 países africanos con mayor crecimiento económico anual, con un 8%.
La población ruandesa se quedó con a penas seis millones de habitantes tras la masacre, algo que han podido duplicar en estos 25 años, habiendo ahora doce millones. Según datos de 2017 del Banco Mundial, también incrementó su esperanza de vida que ahora es de 67 años, mientras que en 1994 era solo de 29 años.
Ahora mismo en Ruanda algunos luchan por el perdón y rezan porque se promueva la reconciliación, pero muchos otros no olvidan. El estrés postraumático de tantos hombres y mujeres ha desembocado en traumas de ansiedad generalizados por toda la población. Al fin y al cabo, algo tan brutal como lo que vivió el país de Ruanda en 1994 es imposible de olvidar.