A partir de la próxima primavera Francia permitirá donar sangre a los homosexuales, lo que supone una modificación de la ley que imperaba desde 1983. La apertura no es plena, ya que en principio solo podrán donar hombres que no hayan tenido sexo en el último año y los que tengan novio desde hace al menos cuatro meses. La Ministra de Sanidad francesa, Marisol Touraine, ha declarado que se activarán "unos mecanismos de control progresivos" para garantizar la seguridad.
La polémica sobre este tema surgió a principios de este año, cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea avaló el derecho de cada país a limitar los donantes de sangre si la legislación consideraba que habían estado expuestos a situaciones contagiosas. O lo que es el mismo, aceptó prohibir que los homosexuales donasen sangre, aunque animaba a los países a poner en marcha mecanismos de seguridad y prevención que evitasen la discriminación homosexual.
Precisamente había sido Francia quien había trasladado a Europa este asunto, después de que un ciudadano francés iniciase un litigio. Por este motivo, el gobierno de Hollande decidió ponerse manos a la obra para acabar con este problema. Dicho y hecho.
Una prohibición inexistente en España
No obstante, son más de 50 países en todo el mundo los que prohíben explicitamente a homosexuales donar sangre. Y no hablamos de países en vías de desarrollo donde la homosexualidad es un tabú o no se dispone de los medios necesarios para analizar la sangre, sino que entre este medio centenar se encuentran, entre otros, Alemania, Dinamarca, Bélgica o Noruega. Otros países, como Suecia, Reino Unido, Estados Unidos o Australia, adoptaron recientemente la misma política que Francia y debe pasar un año desde la última relación con un hombre para poder donar.
En España esta prohibición nos suena totalmente a chino. Aquí se considera que el método es suficientemente eficiente como para prevenir el contagio de enfermedades como el VIH. Previamente a la extracción se realiza una entrevista y se hacen unas pruebas médicas para comprobar la salud del donante. El proceso se detiene si no se superan dichas pruebas, o si durante la entrevista alguna respuesta levanta sospechas. Las preguntas, eso sí, giran en torno a las enfermedades que se han padecido antes, al consumo de drogas, a viajes realizados, a hábitos de limpieza o a si se ha practicado sexo sin protección con una pareja nueva (que no hombre u homosexual).
Una vez se ha extraído la sangre, se analiza como mínimo si la muestra tiene hepatitis B o C, sífilis y VIH. Sea cual sea el resultado, se comunica el resultado al donante y, en caso positivo, se destruye la bolsa de sangre.