Por mucho que pasen los años, hay heridas que no acaban de cerrarse. En un país como España, que acaba de estrenar al séptimo presidente de su etapa democrática, y que dijo adiós hace ya 42 años a la dictadura, aún tenemos a familias que desconocen el paradero de los restos de sus familiares tras la Guerra Civil. Además, algunas historias del pasado reverdecen a base de investigaciones de la más que necesaria memoria histórica.
Una de ellas ha tenido como protagonista a Rafael Molina Mantas. El último alcalde republicano del municipio granadino de Huetor-Tájar, condenado a muerte en 1939 y finalmente salvó su vida cuando fue conmutada su pena por veinte años de prisión en la prisión madrileña de Yeserías. De esta pena de dos décadas, Molina apenas podría cumplir seis años, falleciendo en 1945 de causas difíciles de determinar. Ahora, casi setenta y cinco años después, sus biznietos han ahondado en el pasado de este presidio madrileño, que parece reconocido como un centro de experimentación humana en manos del régimen.
Un traslado fatal a Yeserías
La historia de Molina es similar a las de muchos presos y ajusticiados por sus ideas en una guerra entre hermanos. El alcalde sería condenado a muerte semanas después del final del conflicto, tras ser acusado de "auxilio a la rebelión y complicidad con el asesinato de un vecino falangista de Huétor-Tájar durante la guerra", tal y como indica el diario El Plural.
Lo que en inicio iba a ser un fusilamiento, finalmente se convertía en una pena de veinte años de prisión, en parte por los testimonios de vecinos del propio pueblo procedentes del bando nacional, los que reconocían al alcalde como una persona moderada y sin implicaciones en hechos delictivos. En esta tesitura, Molina Mantas sería ingresado en prisión en 1944, siendo trasladado un año después a la ya citada cárcel de Yeserías.
Sin embargo, el tiempo ha demostrado que un ingreso en Yeserías implicaba extrañas operaciones experimentales con sus presos. Encontrando similitudes con experimentos llevados a cabo por los nazis en Alemania, múltiples testimonios reconocen esta cárcel, con funcionamiento desde 1941, como un centro de experimentaciones quirúrgicas con los presos como conejillos de indias. Ya en 1943, al presidio se le añadiría las instalaciones del Hospital Eduardo Aunós, epicentro de esa serie de experimentos fatales para los presos del recinto.
Las causas de la muerte, difusas
Rafael Molina Mantas fallecería el 29 de mayo de 1945, tras una teórica complicación en una operación por una hernia. Aludiendo el régimen como causa del deceso una angina de pecho, poco se explica la operación realizada al que fuera alcalde de Huétor-Tajar, reconociendo en su cuerpo cicatrices para nada correspondientes a una operación para solventar una hernia.
Dejando Molina mujer y hijos, la imposibilidad de llevar sus restos a su Granada natal haría que el régimen los hiciera reposar en una fosa común en el cementerio de la Almudena. En ella, con más de 3000 cuerpos, otros nombres como los de las 13 rosas o el padre de Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE, permanecieron durante años. Ahora, la Ley de Memoria Histórica rescata estas historias y las pretende resolver.
Homenajeado setenta años después
La labor de investigación acerca de la muerte de Molina y de los procesos realizados en Yeserías ha caído en manos de sus biznietos. Encabezado por uno de ellos, el cantautor Juan Pinilla, el pasado 30 de mayo se organizaba un homenaje en la fosa de la Almudena, donde salía a relucir de nuevo las malas prácticas llevadas a cabo en la cárcel, actualmente reformada como centro de inserción social e incluso escenario de más de una película de cine.
En el acto, se reconocía a Molina como un alcalde que luchó por "una sociedad más igualitaria", con la promesa de seguir luchando "por sus ideales", al mismo tiempo que se reiteraba desde UGT que "no habrá justicia en este país hasta que las cunetas estén vacías".
La historia de Molina es una más de las muchas que se desarrollarían en el hospital de la cárcel madrileña de Yeserías, un recinto que esconde cada vez menos la cara más negra de la dictadura en España. Por suerte, mirando al pasado se cierran heridas.