Septiembre y enero. Dos meses en los que intentamos dar lo mejor de nosotros mismos para volver a estar en forma tras un periodo de excesos. Ya sea por los helados en verano o los turrones en invierno, la vuelta de vacaciones siempre se hace cuesta arriba en términos de vida saludable y fitness, sin embargo, hay voces que piensan que no debe preocuparnos.
Convertirnos de nuevo en la mejor versión de nosotros mismos no tiene porqué llevarnos mucho tiempo, aunque tampoco es cuestión de un día. Sin embargo, no debe agobiarnos ver cómo los demás presumen de un cuerpo escultural, el propósito es equilibrar la balanza y no dejar que aquello de lo que no nos hemos privado, nos acabe finalmente dominando. Todo con control y moderación es bueno para nuestro organismo, aunque hay quien pasa por alto la primera parte de la frase. Por tanto, cuando sientas que pierdes esa fuerza de voluntad, deberás pararte a pensar en que la alimentación es más importante de lo que parece. La manera en la que ingerimos alimentos y qué tipo de comida consumimos son una parte vital de nuestra etapa evolutiva, así como el modo en el que producimos comida.
La sostenibilidad del mundo se mantiene de esta manera, a la vez que lo hace el bienestar de la población, por lo que es importante pensar que comer menos carne en nuestro día a día es bueno. De hecho, los expertos en nutrición lo recomiendan. Debemos hacer un mayor consumo de frutas, verduras y legumbres. De cualquier manera, esto es lo que el futuro nos depara y recibe el nombre de flexitarianismo.
La dieta flexitariana está basada en el consumo de todo tipo de alimento, eso sí, aumentando la ingesta de productos 100% saludables y nutritivos para el cuerpo humano y reduciendo aquellos cuyo consumo no está catalogado como tal, entre ellos, la carne. La carne debe comerse de forma ocasional y a pesar de que somos un país cárnico, cada vez son más aquellos conscientes que contemplan las múltiples ventajas de abandonar el consumo de carne. En el año 2017, según un estudio, un 6,3% de la población afirmó ser flexitariana, porcentaje que sumado al de vegetarianos (1,3%) y veganos (0,2%). La suma de estos porcentajes, traducido en datos reales, revelaría que al menos tres millones y medio de personas no van desencaminadas a la hora de renunciar a comer restos de otros animales. Simplemente hay que encontrar la manera de que estos hábitos se perpetúen en el tiempo y sean sostenibles.
Un estilo de vida para salvar la especie humana y el planeta
No es fácil alimentar a más de 10 mil millones de personas y menos de esta forma, por lo que la Comisión EAT-Lancet ha esbozado un plan a través del cual se idee un sistema por el cual la población mundial sea flexitariana para el año 2050. No se trata de dejar de comer carne roja, sino de consumirla mínimamente, al menos reducirla en un 50% de media, con respecto a la tendencia existente. En nuestras comidas, la fruta y la verdura debe ocupar al menos la mitad del plato, para que de esta manera, las proteínas procedan de vegetales en su mayoría. Las legumbres como las lentejas, las judías o las alubias son ricas en este nutriente y a diferencia del pescado, la carne y los productos lácteos, su impacto negativo en nosotros y en el medio ambiente es infinitas veces menor. De hecho, implantar definitivamente esta medida podría prevenir unas 11 millones de muertes al año y proteger el ecosistema, disminuyendo el riesgo de "cambios irreversibles y potencialmente catastróficos en el sistema terrestre".
Lo que estos 37 científicos descubrieron y recomiendan también ha sido secundado por la revista Nature, que en uno de sus artículos ha asegurado que sustituir el consumo de proteína animal por vegatal tendría un impacto muy positivo en la superviviencia del planeta, al menos en lo que al sistema alimentario se refiere. Dentro de EAT-Lancet se encuentra el investigador Luis Lassaletta, que asegurá que la población española debe ceñirse estrictamente a la dieta mediterránea de la que tanto presume. "Es una dieta saludable, sostenible mediambientalmente y basada en productos adaptados a nuestro clima", afirma, asegurando que realmente hemos dejado de lado esos hábitos, tras comprobar que la proporción de proteína animal en la dieta española diaria era del 35% en los años sesenta y ahora sobrepasa el 60%.
Sin embargo no todo es negativo, ya que en los últimos diez años y a diferencia de la década pasada, la población española dejó de comer tanta carne. Asimismo, el consumo asciende a 2.115 millones de kilos en 2018 y según las estimaciones del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, equivale a un total de 46 kilográmos por persona al año. El catedrático de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad de Navarra, Miguel Ángel Martínez, cree que en el imaginario de todos aún perdura un pensamiento por el cual convencionalmente creemos que "es necesario comer carne a diario". "Debe haber días sin carne", explica el experto, señalando que el término flexitariano es igualmente impreciso.
¿Podemos contraer cáncer si abusamos del consumo de carne?
En líneas generales, "debería haber uno o dos días a la semana en que no se coma nada de carne". Recomienda dar presencia a la carne de ave en nuestra dieta, que compense el consumo de carne roja y que no sobrepase el consumo de 125 gramos a la semana, divididos en dos raciones. Si encima la carne está procesada, se debe reducir su consumo aún más, o directamente, no comprarla ni ingerirla. La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) también está de acuerdo con esta afirmación y garantiza que "el consumo continuado o excesivo puede relacionarse con determinados problemas de salud". Dentro de estas afecciones nos encontraríamos las enfermedades cardiovasculares o el desarrollo de tumores cancerígenos.
Según el informe del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC), "cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta el riesgo de desarrollar un tumor en el colon aproximadamente en un 18% de probabilidades". A pesar de que la IARC cataloga la relación entre la carne roja y el cáncer como "limitada", asegura que aún puede ser la causante de "agentes probablemente cancerígenos para los humanos".
En cuanto a lo que pueda afectar al medio ambiente, la última evaluación del Grupo Intergubermental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) declaró a lo largo del verano que la humanidad debe cambiar sus habitos diarios de nutrición y alimentación para que el calentamiento global no supere los dos grados centígrados a finales de siglo. "Tenemos que contribuir como consumidores, pero también apoyando la educación, apostando por la información, la trazabilidad o la investigación de la sostenibilidad del sistema agroalimentario", reflexiona Lassaletta, uno de los 37 científicos que firmaron el proyecto de alcance global a favor de las medidas mencionadas.
En conclusión, no se trata de reducir, sino de sustituir e invertir el consumo de alimentos. La disminución en el consumo de carne debe ser inversamente proporcional al aumento en el consumo de proteína vegetal de alta calidad.