La dominación sexual es una realidad poco desconocida para nuestra sociedad. Obras como 'Cincuenta sombras de Grey' han acercado a la población hacia una práctica sexual que, aunque oculta, es bastante común. Esta tendencia se basa en una relación de sumisión entre un amo y un dominado, el cual deberá complacer todos los deseos de su 'superior'. Estas relaciones pueden añadir novedad a la pareja, alejándola de la monotonía, aunque siempre dentro de unos límites, en los que se respete la voluntad de ambas partes y se tenga en cuenta la integridad física y psicológica de las personas. Y es que, en ciertas ocasiones, este tipo de 'contratos', acaban siendo la puerta de entrada hacia un mundo de perversión psicológica, donde la voluntad del sometido acaba siendo destruida por completo, aprovechando el amo para humillar, degradar y vejar a la otra persona.
Una variante de estas prácticas es el feederismo. En esta relación, no hay sumisión sexual, es más ni siquiera hay sexo. Este consiste en dejar de lado el contacto físico, obteniendo placer de ver como tu pareja engorda hasta límites insospechados. En la mayoría de los casos, suele ser un hombre el que ejerce el rol de alimentador (feeder), y la mujer de alimentada (feede). Su relación se basa pues en que el hombre alimente a la mujer, hasta que ella... ¿Hasta donde? Esa es la pregunta. Ni ellos mismos lo saben. El summun de esta práctica es llegar hasta la dependencia, en la que la mujer no pueda hacer nada por ella misma, sometiéndose por completo a su benefactor.
De hecho, en la página web Feeder Fantasy, la historia más leída es la de una mujer secuestrada, que despierta en una sala donde está conectada a un tubo para alimentarla contra su voluntad. Finalmente, la mujer deriva en una especie de síndrome de Estocolmo, pues acaba encontrado un 'placer sexual inconfesable', cuando el alimentador la obliga a engullir comida a través del tubo.
En un primer momento, muchos Feeder encontraron problemas para que la mujer cediera ante sus pretensiones, sin embargo 'satisfacer los deseos del ser amado' puede ser una presión muy grande.
"Los días de justificar nuestra gordura, los días de mentiras alegando un misterioso trastorno genético o metabólico han terminado. Ahora admitimos y abrazamos libremente lo que los enemigos de los gordos llaman glotonería. Nosotros, hermanos de la gordura, ya no hacemos apología de nuestro peso ni de nuestra glotonería codiciosa. Estamos gordos porque comemos enormes cantidades de comida y nos encanta. Si no te gusta, acostúmbrate porque la gente gorda ahora somos abrumadora mayoría". Así se presenta el blog Bigger Fatter, una web dedicada a esta práctica. Es cierto que está bien romper los cánones de belleza tradicionales, apartarnos de las aburridas dietas y aceptar nuestras figuras tal y como son, pero el problema radica en que este hábito busca la dependencia de la otra persona, quedando patente también las cuestiones sobre salud.
Así lo atestiguan comentarios de los usuarios de la web Feeder Fantasy:
Cuando conocí a mi esposa hace 28 años era de talla pequeñita. A pesar de que siempre he amado a mujeres más gordas me gustó su culo. Como le gustaba la comida rápida y era muy perezosa logré que aumentara 10 tallas. Ahora soy feliz como un cerdo bañándose en la mierda. Sospecho que ella preferiría ser un poco más delgada, pero como ella sabe que la amo así es lo suficientemente feliz como para continuar y no preocuparse por su peso
Hace 20 años mi esposa pesaba 77 kilos. No estaba contenta con su peso, pero amaba la comida y los dulces. Sin destapar mi amor por la grasa, siempre la animaba a comer más y era muy positivo con sus debilidades. Siempre que podía le traía golosinas y la invitaba a comer a sitios de dulces. Para mi era realmente emocionante cuando no podía caminar dos calles de regreso al coche porque estaba muy llena. 20 años más tarde está cerca de los 140 kilos
Admito que cuando se pone a dieta mi libido cae bajo mínimos. Afortunadamente, los kilos que pierde siempre vuelven. Creo que cuando más disfruto es viendo como vuelve a aumentar de peso. Mi esposa ha pasado de 77 a 140 kilos en 20 años. No es exactamente la fantasía ideal que desearía, pero esto es la vida real, y disfruto con cada nuevo progreso