Franco fue un gran aliado de Hitler a pesar de no haber entrado en la II Guerra Mundial. La frontera pirenaica con Francia se convirtió en una gran red de captura para todos aquellos judíos que intentaban escapar del régimen nazi. Este les impedía el paso por lo que "muchos era capturados por los alemanes y acababan en campos de concentración", narra Carlos Hernández, autor de 'Los últimos españoles de Mauthausen', en laSexta.
La inestimable ayuda de Hitler y Mussolini supuso la estocada final para ganar la Guerra Civil Española. El régimen de Franco tenía muchas cosas en común con ambos líderes y, entre ellas, la de su ideología antisemita. Por eso, la dictadura desechó la idea de "salvar a un mínimo de 40.000 o 50.000 judíos de origen sefardí", cuando se le dio la oportunidad de repatriar a todos ellos a principios del 43, explica Hernández. Solo algunos diplomáticos franquistas, como el 'ángel de Budapest' lucharon contra esta barbarie para salvar miles de vidas.
Sin embargo, hay una cara B en esta historia que es mucho menos conocía, olvidada o realmente silenciada por el imaginario español: los prisioneros españoles de Mauthausen. Son aquellos exiliados españoles a los que Franco no quería ver ni en pintura y, para dar solución a eso, Hitler echó una mano a su aliado. Trasladó a 9.300 españoles a campos de concentración nazi, de los que casi 7.000, acabaron en Mauthausen. Allí, más de 5.000 fueron torturados, enterrados vivos o gaseados.
Mauthausen: el infierno español
Mauthausen fue un verdadero infierno donde más de 7.000 españoles sufrieron en sus carnes las bestialidades y horrores de los nazis. Un viaje que comenzó en uno de los acuerdos llevados a cabo por Ramón Serrano Súñer, mano derecha de Franco y admirador del régimen nazi tras uno de esosviajes a Berlín para negociar con Hitler.
Ramón Serrano Súñer "se reunió con Hitler, se reunió con Himmler y el día que él se marchaba de Berlín, el mismo día, es cuando salió una orden desde la oficina de seguridad del Reich para que agentes de la Gestapo acudieran a esos campos de prisioneros de guerra donde los españoles estaban junto a los franceses, belgas y holandeses, sacaran solo a los españoles y los enviaran a campos de concentración a morir", relata Carlos Hernández.
Los nazis realizaron el trabajo sucio por toda Europa y, entre esa tarea, se encontraba eliminar los refugiados españoles de la Guerra Civil. En Francia, uno de los testigos de aquella barbarie, Eufemio, relata su terrible experiencia en el convoy que salió desde la ciudad de Angulema cuando era solo un niño de cinco años: "El primer convoy que salió con niños, mujeres y hombres".
El primer convoy fue de prisioneros españoles
Carlos Hernández explica que el convoy de Angulema fue importante ya que "fue el primer convoy de la II Guerra Mundial con civiles que fue a los campos de concentración" y, deja claro que ese primer convoy de la historia "no fue de judíos" sino de "españoles que iban cargados con su maleta y sus pocas pertenencias". Relata que hacinaron durante más de tres días a hombres, mujeres y niños en vagones de un tren de ganado en donde ni siquiera "les habían dado agua". La gente tenía miedo porque no sabía dónde los llevaban o si los iban a matar directamente. Un viaje durante tres días y más de 1.400 kilómetros sin parar y en las condiciones más extremas para llegar a Mauthausen.
"Allí bajaron a los varones de 14 años a delante y a las mujeres y a los niños más pequeños, los devolvieron a Francia primero y acabaron entregándolos autoridades franquistas en la frontera de Irún", explica Carlos Hernández.
"Saldréis por la chimenea"
El terror en un campo de concentración como el de Mauthausen comenzaba unos metros antes de entrar. "Entrando en Mauthausen nos decias: 'entráis por la puerta y saldréis por la chimenea'", relata Eufemio, recordando aquel gigantesco crematorio donde miles de amigos, compañeros y prisionero acababan cremados. "Mientras yo he estado en Mauthausen, siempre estaba, noche y día", relata un superviviente, en referencia al humo que salía por la chimenea. Tiraban a los muertos "como si fuese madera", cuenta otro testigo laSexta.
Todos estos crímenes y horrores cometidos en los campos de concentración fueron documentados metódicamente por los nazis: "Esas fotografías iban a un laboratorio fotográfico donde había tres españoles que trabajan como ayudantes, entre ellos Francisco Boix".Carlos. Boix, el conocido fotógrafo de Mauthausen, logró burlarse de los nazis y sacar copias de todas las fotografías. Estas acabaron en los juicios de Nuremberg y sirvieron para que los líderes nazis pagaran por todos sus crímenes. Él testificó contra toda la cúpula del nazismo.
Los supervivientes
Sin embargo, el regreso de los supervivientes españoles de los campos de concentración no fue mejor. En España corrían el riesgo de ser de nuevo encarcelados. "Podían asumir el riesgo de llegar a España y que les abrieran un consejo de guerra y que los fusilaran", relata el historiador Víctor Peñalver a laSexta. "Si yo volvía a España para estar otra vez en la cárcel no valía la pena", explica un superviviente.
"No tenían nada, absolutamente, no tenían propiedades, no tenían dinero y ni siquiera sabían el idioma francés muchos de ellos y tuvieron que pasar largos años en la miseria hasta que consiguieron trabajo y pudieron ir rehaciendo su vida", comenta Carlos Hernández.
Secuelas psicológicas y suicidios
Hay que incluir las terribles consecuencias y secuelas psicológicas que llegan hasta el día de hoy a todos los supervivientes del infierno de Mauthausen. "Empiezo a sudar, ¿qué me pasa? Me despierto... sueño con Mauthausen", cuenta un superviviente. "Cuando me despierto por la mañana estoy contento porque ya no estaba en el campo... porque durante mi sueño estaba en el campo", relata otro de los supervivientes.
"Hubo incluso muchos españoles y prisioneros de otras nacionalidades que se suicidaron en los meses y en los años posteriores a la liberación" ya que "no podían soportar el peso de los recuerdos", relata Carlos Hernández. El periodista explica que, entre todos los supervivientes, "había un cierto sentimiento de culpa" ya que "todos tenían que competir de alguna manera con el resto de los prisioneros" para sobrevivir en el campo de concentración. "Ellos nunca, nunca abandonaron del todo los campos de concentración. Siempre permanecieron allí, siempre dejaron una parte de su alma en el interior", sentencia Hernández.