Aaron y Ruby Meeden, una pareja de Anacortes (una pequeña localidad de 16.000 habitantes situada en el noroeste de Estados Unidos, cerca de la frontera con Canadá) fueron a cenar junto a su hijo recién nacido y otros familiares a un restaurante griego de la ciudad. Sin embargo, la velada no salió como esperaban por los dueños del negocio.
Mientras esperaban la comida, su bebé de cuatro meses, el pequeño Rhett, comenzó a llorar, por lo que su madre decidió amamantarlo allí mismo. Se giró en su asiento, se puso cara a la pared y tapó a su hijo mientras le daba el pecho.
Cuando el pequeño terminó de comer, su madre se giró de nuevo hacia la mesa para esperar a que llegara la comida. Sin embargo, después de media hora esperando sin éxito, el dueño del establecimiento se acercó hasta su mesa y, sin mediar mayor explicación, les pidió "de malos modos" que se marcharan.
Ruby Meeden ha explicado a Komo News que le preguntaron: "¿Qué pasa, está todo bien?". El dueño del restaurante les respondió en ese momento lo siguiente: "No volváis nunca".
"Animal"
Aaron se quedó completamente asombrado por la situación que acababa de vivir, pero todo iba a ir a más. En ese momento, decidieron escribir una reseña en Google para relatar la experiencia que acababan de vivir y avisar a otros potenciales clientes.
El problema llegó cuando, sin esperarlo, contestó el dueño del restaurante. "Llamó mocosos a nuestros hijos y dijo que nunca volviéramos a amamantarlos allí. Calificó a mi esposa de animal". El dueño del local contestó diciendo que se comportaban "como animales".
Sin embargo, la ley está de parte de la familia Meeden. La legislación en Washington recoge el "derecho de una madre a amamantar a su hijo en cualquier lugar en público, alojamiento, reunión o lugar de entretenimiento" y, si no se permite, está considerado como un hecho discriminatorio.
Por ello, Ruby no entiende que el dueño del restaurante echara a toda su familia por su decisión de amamantar a su hijo. "Fue asqueroso", critica el gesto del dueño del local. La familia ahora quiere pedir una investigación a la Comisión de Derechos Humanos del Estado.
Mientras tanto, decenas de mujeres se dieron cita frente al establecimiento para protestar por lo sucedido. Ante esta situación, el dueño, que no ha querido hacer declaraciones, decidió cerrar su local para comer en su interior y solo ha dado la posibilidad de comprar comida para llevar.