Al más puro estilo de Vladímir Putin con Ucrania o Georgia, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha insistido en desarrollar sus planes expansionistas para controlar Groelandia (bajo soberanía danesa), el canal de Panamá y hasta Canadá, que ha llegado a catalogar como otro estado dentro de Estados Unidos.
En una rueda de prensa en su residencia de invierno en Florida, Mar-a-Lago, Trump ha puesto especial énfasis en Groelandia y Panamá como lugares que considera fundamentales para Estados Unidos para garantizar su seguridad económica. Al más puro estilo del bloque del este ruso y su 'cinturón de seguridad' sobre Moscú.
El interés sobre estos territorios aparenta ser tan grande, que incluso Donald Trump no ha descartado que tras su llegada a la Casa Blanca, el 20 de enero, pueda utilizar presiones militares o económicas para lograr su control: "No, no puedo tranquilizarle sobre ninguno de los dos", ha expresado.
Especialmente irónica ha sido su reflexión sobre Canadá y por qué opina que el país vecino en el norte debería ser un estado de Estados Unidos (ha llegado a llamar a Justin Trudeau "gobernador" del estado), a la vez que mantiene el muro con México como una de sus principales banderas: "La frontera es una línea completamente arbitraria", ha opinado.
La guerra comercial
Las amenazas sobre Canadá han ido sobre todo en el ámbito económico, puesto que Donald Trump considera que su vecino se beneficia de las compras de sus productos y protección militar sin que haya una contraprestación real. En realidad, el país no cumple con la meta del 2% del PIB en Defensa, como sí ocurre con el resto de países de la OTAN, e incluso la nueva Administración tiene como objetivo que esa tasa se vea incrementada hasta el 5%.
Las guerras con Canadá y las posibles consecuencias que pudieran desencadenar los aranceles para su economía ya han sido la piedra definitiva para el primer ministro del país, Justin Trudeau, que ha dimitido y adelantado elecciones ante las dificultades de alcanzar pactos con la nueva Administración estadounidense y su mala relación con Donald Trump.
El presidente electo también quiere jugar esta baza con Dinamarca para lograr un control sobre Groelandia, la isla más grande del mundo. Donald Trump ha amenazado al país con imponer fuertes aranceles a todos sus productos y asfixiar su economía, aunque la primera ministra del país, Mette Frederiksen, se niega en rotundo a cualquier cesión de soberanía o vender el territorio. De hecho, no es la primera vez que ocurre, puesto que la mandataria ya tuvo que responder con un "absurdo" a la reclamación que Trump también realizó en 2019.
Groelandia tiene especial interés para Estados Unidos, puesto que supone una localización estratégica en la respuesta a las ambiciones de Rusia y China en el Ártico, pero también comprende un territorio de enormes recursos naturales a los que sacar partido. Quizás por todas estas ambiciones, este ha sido el escenario de una reciente visita del hijo del mandatario, Donald Trump Jr, convenientemente promocionada por Elon Musk en X.
If the people of Greenland want to be part of America, which I hope they do, they would be most welcome! ???????? ???????? https://t.co/lgzbVDpYOG
— Elon Musk (@elonmusk) January 7, 2025
En cuanto a Panamá, el presidente electo ha puesto el foco en el Canal que conecta los océanos Pacífico y Atlántico y ha puesto sobre la mesa recuperar su control. Se trata de un punto estratégico de tránsito de mercancías, especialmente en un contexto en el que China continúa avanzando con su presencia en América Latina. El país centroamericano ya ha respondido para explicar que la vía es una "conquista irreversible".
Ucrania y Vladímir Putin
Los movimientos expansionistas de Donald Trump parecen estar encaminados en ocupar espacios estratégicos a nivel militar y económico; así como enfocarse especialmente en su guerra comercial con China. Sin embargo, el discurso del mandatario no deja de recordar, en cierta medida, a los planes anexionistas del presidente ruso, Vladímir Putin, con quien siempre ha planeado la sombra de su cercanía.
En el caso de la guerra de Ucrania, Trump se ha mostrado dispuesto a reunirse en el plazo de seis meses con el dictador ruso para resolver la guerra en Ucrania, e incluso ha llegado a afirmar que el conflicto nunca hubiera ocurrido si hubiese permanecido en la Casa Blanca.
Un discurso que exacerba a las filas conservadoras y que le puede ayudar a conectar con amplios sectores de la población al ganar adeptos con una causa territorial propia, tal y como se puede apreciar a nivel interno en Rusia con las reivindicaciones sobre Ucrania.
Otro de los retos de su presidencia es el combate a la inflación, por el que Donald Trump cree que ganó las últimas elecciones en detrimento de la continuidad de Kamala Harris. En este sentido, ha criticado lo que considera una mala gestión del gasto (a pesar de que los expertos lo atribuyen a la guerra de Ucrania o la pandemia) y se ha mostrado en disposición de aumentar los suministros de energía, entre otros aspectos, con futuras concesiones de petróleo y gas natural en las costas este y oeste, algo que la anterior Administración promete erradicar.