El Festival de Eurovisión lleva más de 60 años de historia reinventándose e incorporando a nuevos países y, como consecuencia, a nuevos espectadores. Un espectáculo televisivo que se ve en muchos países más allá de Europa como China o, por primera vez en la vida del festival, Estados Unidos gracias al canal Logo (el mismo que emite el reality 'RuPaul's Drag Race').
Es por ello que, con más de 200 millones de espectadores a lo largo de todo el planeta, Eurovisión se convierte no solo en un espectáculo mundial sino en un escaparate para múltiples beneficiados. A saber:
- El artista cuya canción será escuchada y escuchada varias veces a lo largo de, mínimo, una noche.
- El país que tiene en sus manos una forma única de promocionar una nación y atraer turismo en tan solo 3 minutos. ¿Cómo si no un ucraniano puede conocer Andorra?
- Las reivindicaciones. Si te quieres quejar de algo, tienes 3 minutos para alzar tu voz.
Esta opción es la que tiene cada vez más peso en el festival. En el vídeo a continuación preguntamos a fans y medios acreditados este año en Estocolmo si Eurovisión debería reducirse a la música o es inevitablemente un acontecimiento político.
Con la globalización del show, Eurovisión se ha convertido en una manera perfecta para llevar a millones de televisores tu lucha además de los múltiples mensajes en foros, redes sociales y la eternidad del mensaje grabada en YouTube. Pero, ¿es buena idea aprovechar Eurovisión para ello?
A favor Hay temas que reivindicar y es un gran escaparate
Es muy favorable realizar actos reivindicativos sobre el escenario de turno cada año. Ya sea realizar una puesta en escena controvertida (Bosnia Herzegovina este año metió una frontera en el escenario), una canción con un mensaje claro (Grecia trataba el tema de los refugiados y Ucrania habla sin tapujos de la relación con Rusia por Crimea) o un intermedio más que discutible viniendo de una Unión Europea que transmite el mensaje contrario con sus decisiones políticas.
Como decíamos, la enorme cantidad de espectadores que están viendo el programa en ese momento hace que poner encima de la mesa un problema nacional o continental se convierta en un tema que, posiblemente, en los telediarios de muchos países no se hable. ¿Conocen en Islandia o Estonia el gran drama de los refugiados? ¿Lo hacen en China? ¿Y en Estados Unidos? Temas importantes que los gobiernos no suelen comentar son vistos en 3 minutos en todo el planeta.
Pero la crisis de refugiados no es el único problema de Europa en estos momentos. Aunque la crisis económica sigue azotando algunos países (Portugal en 2011 o Grecia en 2013 se acercaron a ello), un tema recurrente en Eurovisión es la homofobia de algunos países como Rusia. Eurovisión es un show con un gran público homosexual y ocultarlo sería desvirtuar la realidad, por lo que las acusaciones y abucheos a este país en el momento de las votaciones son constantes. Este año, con la posible victoria de Rusia, las preguntas de si los gays se pueden sentir seguros yendo al país en un futuro no muy lejano se repiten a lo que el representante declaró que no habría ningún problema. No obstante, en 2009 ya se intentaron prohibir festividades LGTB en Moscú.
Precisamente porque Eurovisión es un acontecimiento musical, la música es arte y el arte ha sido históricamente utilizado para reivindicar causas políticas y sociales. La música es una forma de expresión y es lícito utilizarla para mensajes que preocupan a la gente. No todo tiene que ser amor, amistad, azúcar y unicornios en las canciones de los países participantes, y precisamente tratar temas importantes puede ser una forma de defender el hueco que debe ocupar Eurovisión y que tantas veces se menosprecia.
En contra Eurovisión es un acontecimiento musical
En cambio, algunas voces opinan que Eurovisión no es sitio para reivindicaciones. Aquí se viene a cantar y ya está. ¿Qué es eso de darle voz a los más desfavorecidos o transmitir una realidad que vivas en tu día a día? Aunque pueda sonar drástico, la gente en contra de estas acciones se decanta por dejar claro que Eurovisión es un festival de canciones. Al fin y al cabo, el nombre oficial del festival es 'Eurovision Song Contest' (Festival de la Canción de Eurovisión, acortado en nuestro país desde tiempos inmemorables).
Y es que hay situaciones políticas que, debido a su delicadeza, es mejor dejar a un lado para no enturbiar el buen rollo y las buenas relaciones entre países que predomina en el festival. El ejemplo más claro ocurrió en la primera semifinal. La eterna disputa de Armenia y Azerbaiyán por el territorio de Nagorno Karabaj llegó este año en forma de bandera de dicha zona ondeada por la representante armenia. Tras un cruce de reproches, de "ya verás, se te va a caer el pelo" y de futuras sanciones, la cantante de Azerbaiyán decidió zanjar el tema con un simple "Eurovisión trata sobre música". Es decir, dejadme en paz que yo aquí he venido a cantar.
Del mismo modo, los medios en Estocolmo buscan continuamente titulares de la boca de Hovi Star, representante israelí abiertamente homosexual que canta un mensaje de igualdad y superación, esperando que cargue contra Rusia y sus políticas homófobas. "Si quisiera ser político no llevaría este corte de pelo", zanjó el cantante en la rueda de prensa tras clasificarse.
Es cierto que, dependiendo de la reivindicación y la gravedad de esta, puede ser más o menos útil sacarlo ante la audiencia de Eurovisión. Este 2016 la crisis de refugiados está afectando a un gran número de países europeos, pero la disputa entre Armenia y Azerbaiyán poco le puede importar a una mujer que viva en un remoto pueblo del norte de Noruega, por superficial que esto parezca. Siempre puedes hacer como Ucrania y llevar una canción con carga emocional y musical y hablar sobre un problema local que, en realidad, poca relevancia tiene en regiones situadas a 1.500 kilómetros de distancia. Es decir, no te quejes, pero si lo haces, que sea con una canción bonita.