El Big-5 puede haber sido la mejor medida para España y el Festival de Eurovisión de los últimos años. Desde el año 2000, los cuatro países con mayor contribución al festival pasaron a entrar directamente en la final de Eurovisión, evitando los tortuosos pasos por semifinales que en más de una ocasión hubieran dejado a alguna candidatura de los clásicos fuera del gran evento eurovisivo. Tras entrar Reino Unido, Alemania, Francia y España a inicios de siglo, en 2011, la vuelta de Italia al festival lo introduciría también en el Big-5, un suceso comprensible ante el músculo económico e infraestructura de la RAI.
Así, desde hace más de una década, Reino Unido, Italia, Alemania, Francia y España preparan Eurovisión pensando en la final, y parece que esto seguirá siendo algo común "a medio plazo", tal y como declaraba Frank-Dieter Freiling, presidente del Grupo de Referencia del Festival de Eurovisión recientemente. Pensar en una Eurovisión sin la RAI, la BBC o TVE es algo absurdo en términos de financiación y audiencia, y por ello, la noticia no debería sorprender para nada. Sin embargo, la sorpresa llega con su posible expansión en un corto periodo de tiempo.
Y es que Freiling no ocultaba que "con regularidad" se valore la inclusión de otros países, como son el caso de Rusia y Turquía. al ser "países grandes". Consigo, Freiling, sin cortapisas, reconocía al Big-5 como "una buena solución para asegurar el futuro de Eurovisión", al que la llegada de otros países sería algo magnífico.
¿Es positivo llegar a un Big-7?
Pese a las palabras de Freiling y las intenciones de la UER, lo cierto es que no vemos mucho beneficio a tener un Big-7 en Eurovisión. Ante la creciente demanda de nuevos países para entrar en el festival (Kosovo o Kazajistán son los últimos en luchar por una plaza), y a vista del creciente nivel musical y organizativo de televisiones más modestas, garantizar siete de las veintiséis plazas para miembros privilegiados sería adulterar el festival por meros motivos de financiación. Si ya anualmente vemos como apuestas del Big-5 podrían quedarse fuera de la final perfectamente y llegan a ella por decreto, con siete podrían aumentar estos casos, rozando un 30% de invitaciones a la gran final (siete más la del organizador).
La llegada de Rusia y Turquía a este elenco privilegiado también calmaría un poco la tendencia de ambos países respecto al festival, que les ha llevado a abandonarlo recientemente. Por ello, da la sensación de que más que por motivos de infraestructura, la apertura a la TRT y a la VGTRK sería un premio a ambas naciones para volver por completo al festival, un regalo para tener a dos superpotencias de vuelta. Analicemos el caso de cada televisión y su postura actual frente a Eurovisión.
Rusia y su conflicto con Ucrania
La televisión rusa (VGTRK) volverá con muchísima fuerza este año a Tel Aviv. Luego de quedarse fuera de la final más que justificadamente con Julia Samoylova en Lisboa, y de no aparecer por Kiev por el conflicto de Crimea contra Ucrania, los exsoviéticos parecen dispuestos a poner toda la carne en el asador para volver a ganar el festival, algo que ya hicieran en el año 2008.
Heridos en el orgullo, los rusos se han visto desplazados en Eurovisión en los últimos años. Luego de ser segundos con Polina Gagarina en 2015, y terceros con Sergey Lazarev en 2016, el resto ha sido catástrofe, y hasta cierto punto la televisión rusa se ha sentido desamparada por la UER con el conflicto frente a Ucrania que le dejó fuera de Eurovisión 2017.
Por ello ahora, diplomáticamente, la entrada de Rusia en un hipotético Big-7 sería un golpe de efecto magnífico para la UER, y así reconciliarse con un país que se toma bien en serio Eurovisión y que invierte como casi ninguno.
Turquía y su discrepancia en valores
El caso de Turquía y su televisión, la TRT, es aún más complicado. Y es que los turcos, luego de participar en el festival desde 1975 y hacerlo de manera ininterrumpida desde 1995 a 2013, marchaban del festival alegando en 2014 contrariedades contra los valores que este transmitía.
Principalmente por la presencia de Conchita Wurst en 2014 y su posterior victoria, la TRT decía adiós al festival, quejándose con ello también precisamente del Big-5, o del televoto, buscando una vuelta al festival más tradicional sin peso del público. Ante estos hechos, Freiling ha sido también claro, indicando que Eurovisión "no va a prescindir de sus valores de diversidad y pluralismo", al mismo tiempo que afirma que "trabajan incansablemente cada año en que Turquía vuelva".
Ante esto, la ampliación del Big-5 está encima de la mesa y quien sabe si de cara al año próximo podemos encontrar novedades al respecto. Sea como sea, es una evidencia que Eurovisión necesita a Turquía y Rusia a un buen nivel. El precio a pagar para ello es quizá la mayor duda.