Es bastante difícil encontrar un proyecto potente para ganar Eurovisión desde un país de apenas 35.000 habitantes. Algo así le pasa a San Marino. El microestado, que participa en el festival desde 2008, el año pasado terminó contando con la ya ídolo Valentina Monetta por cuarta vez en las ocho veces que el país ha estado en el festival de la canción. Con solo una final en su historia (2015, precisamente, con Monetta), este año la radiotelevisión sanmarinense ha apostado por un método tremendamente innovador buscando una voz por todo el mundo.
A través de la plataforma de social media '1 in 360', se buscaron voces de todo el mundo gracias al envío de vídeos a este sitio web. Con nombres incluso españoles como los de Davinia Cuevas, (ya lo intentó en 2004 por España al ser finalista de 'OT 3') Maika Barbero (formó parte de la preselección española en 2017), o algún que otro fan que subió vídeos de concursantes de 'OT 2017', finalmente la plataforma elegiría once voces de nueve nacionalidades para la definitiva final. Jessika Muscat, maltesa que hubiera intentado representar a su país natal en ocho ocasiones (de 2009 a 2016), finalmente conseguiría el billete a Eurovisión por otro microestado.
Zöe, gran protagonista del método de selección
Este '1 in 360' no ha dejado de tener mala prensa desde su oficialización. Siendo uno de los primeros métodos de selección desvelados para Eurovisión 2018, esta primera preselección de la historia de San Marino ha tenido la polémica encima suya constantemente.
Primero, sorprendió y mucho que de las once voces finalistas solo una hubiera nacido en San Marino. El rapero IROL era el único natal de una preselección que para colmo estuvo grabada en Bratislava, sin contar siquiera con grabarla en territorio local.
Una vez llegó la final de un concurso que tuvo algunas galas previas, se descubría también la estrecha colaboración de Zöe Straub (representante de Austria en Eurovisión 2016) en el proceso de composición de las canciones candidatas a representar a San Marino. Firmando o participando en el proceso de composición de la amplia mayoría de temas, la que fuera representante de Austria en Estocolmo 2015 formaba también parte del jurado, al mismo tiempo que su padre del equipo organizador de la plataforma. Con esta información, '1 to 360' pretendía ganar algo más de credibilidad para una preselección que comenzaba a ser vista con malos ojos hasta en su país, aunque obtenía lo contrario por completo.
Respecto al uso de las canciones, en la final hasta tres artistas distintos interpretarían la misma canción, pudiendo elegir cada uno dos para intentar llegar al festival europeo de la canción. Si todo esto fuera extraño, el método de televoto terminó por cerrar el círculo.
Un crowdfunding como televoto
En España nos quejamos mucho de lo caro que son los mensajes y llamadas para el televoto. Frente a países como Portugal que deja su SMS a 0,60 euros, en España hemos llegado a pagar hasta dos euros por elegir nuestra canción favorita durante 'OT 2017'. Pues bien, si hay un televoto caro ha sido el de San Marino y su '1 in 360'.
Y es que sin necesidad de votos por teléfono, la televisión de San Marino apostó por un crowfunding a través de la plataforma Global Rockstar. A fin (suponemos) de financiar la candidatura al festival para el microestado, la audiencia podría votar a su artista favorita sin límite de cuantía, una idea que abría la veda a que familia, management o discográfica de los candidatos pudieran desvirtuar el método de selección.
La canción, demasiado común
Como fruto de este sistema, y aún sin conocer a ciencia cierta los resultados finales, la maltesa Jessika Muscat conseguiría el billete a Lisboa. Acompañada de la alemana Jennifer Braning a los coros, Muscat conseguía por fin ir a Eurovisión tras quedarse a las puertas hasta ocho veces en su país natal, Malta. Ahora, lejos de su tierra y gracias a este método, Muscat llevará el tema 'Who We Are', una canción pop bastante común que llega incluso a cerrar con un rapeo un poco extravagante.
Pese a abrir las fronteras para el festival, lo cierto es que la idea no les ha terminado de venir bien. Con la sombra de presuntas compras de votos y falta de transparencia, la canción tampoco ofrece nada nuevo como para alcanzar la final. En un país como San Marino, donde llegar a una final sería un hito, da la sensación de que las expectativas eran mucho mejores que el resultado final obtenido.
Con el único punto favorable de tener a un artista con una ilusión tremenda por acudir al festival, parece más que necesario terminar de ofrecer los datos definitivos de la preselección y las uniones entre jurado y compositores para ir completamente bien al festival. Mientras, desde la llegada del resultado final, en el mundo Eurovisión se ha hablado mucho más de la opacidad de la preselección que de la canción en sí, la que se coloca actualmente en un poco alentador puesto 40. El eurodrama está servido.