El Festival de Eurovisión es la perfecta unión de música, televisión y política. El certamen no deja de ser una competición entre naciones de la Eurozona y otras invitadas por tener la mejor canción del continente, y esto, en muchas ocasiones revierte en que diversos conflictos internacionales aparecen colateralmente durante el festival. En estas ocasiones, al igual que suele suceder con el deporte, ganar Eurovisión o quedar bien es el perfecto respaldo a una acción militar, un conflicto entre naciones o cualquier problema diplomático.
Algo así pasaba en Estocolmo allá por 2016, y el eco todavía dura. En pleno conflicto entre Rusia y Ucrania por la región de Crimea, la música era tan caprichosa de dejar a ambas naciones como grandes favoritas junto a Australia para ganar el festival. De hecho, Jamala, que acabara resultando ganadora, se presentaba en Suecia con '1944', un tema sobre la invasión de Stalin precisamente en Crimea, que movió a muchos tártaros a otros territorios como Uzbekistán. Llevando la historia de su abuela, Jamala vencía el festival superando precisamente a Rusia, que presentaba a Sergey Lazarev y su canción 'You're My Only One' y terminaba tercera.
Pese a que la UER prohíbe todo tipo de canciones con mensajes políticos en el festival, Ucrania se llevaba el micrófono de cristal, y desde ese momento comenzaban las quejas. Desde la misma rueda de prensa en Estocolmo, Rusia ya avisaba que se abstendría de participar si el festival se celebraba en Ucrania. Meses después, apostaría por Julia Samoylova, una artista que habría concedido conciertos pro-rusos en la región de Crimea. Este hecho, según la legislación ucraniana, le impedía entrar en el país, algo que desembocó en que finalmente Rusia no actuara en Kiev teniendo canción incluso.
Un año después, luego de un pulso que parecía interminable, Rusia volvía al cerco de Eurovisión, y tras ganar el Eurovision Junior, anunciaba que Samoylova volvería al festival, cumpliendo una promesa para una artista que se quedó a las puertas de representar a su país en el certamen. De la mano de 'I Won't Break', Julia llegará a Lisboa con mucha prensa escrita sobre ella y casi ninguna musical. Es un año con muy mala pinta para los rusos.
El directo habla por sí solo
Respecto a la canción, 'I Won't Break' no se aleja mucho de lo que era 'Flame is Burning', la canción con la que Julia Samoylova pretendía representar a Rusia en Kiev2017. Quedándose en el pop en inglés, sí es verdad que la canción que marcha a Lisboa tiene un punto más de fuerza al mismo tiempo que un estribillo más pegadizo que la candidata en 2017, la que fuera creada a marchas forzadas y con pocas garantías de que pudiera competir en concurso.
El problema reside en lo que se conoce en el argot eurovisivo como un 'car crush'. Y es que hay veces que la versión de estudio está a leguas de un directo como tal, y con Rusia este asunto es más que grave. Asociando muchas voces este suceso a la distrofia muscular que sufre Julia, no creemos que sea problema de la discapacidad ni mucho menos, sino de la disposición de los coros, los que de momento dejan prácticamente sola a la intérprete en puntos clave de la canción, fomentando esto unos desafines que serían imperdonables en una semifinal de Eurovisión.
Habiendo escuchado de momento solamente una interpretación en directo de 'I Won't Break' durante la pre-party de Moscú, algo nos dice que será la única de Julia antes de los ensayos en Lisboa, por lo que hay tiempo para enmendar la composición coral de la canción y evitar fallos vocales que le podrían llevar al fondo de la clasificación final.
El entorno puede favorecer
Viendo todo el panorama, parece que este año Rusia tiene todas las papeletas de quedarse en semifinales. Teniendo la ligera 'suerte' de aparecer en la semifinal del jueves y librarse de todos los cocos que actúan en la del martes, de momento Samoylova ocupa una fría vigésimo cuarta posición, que si bien la coloca entre los 26 finalistas, a la hora de ver la composición de la semifinal la cosa se complica.
La clave de todo esto es que Rusia es Rusia. La nostalgia del pasado y el apoyo de jurados y televotos de su entorno siempre les favorece, y en esta ocasión no tiene por qué ser menos. En un país de primer nivel eurovisivo como Rusia, nunca se ha quedado fuera de una final, llegando a ganar cuatro semifinales y una vez el festival en solo veinte participaciones. Caer en semis sería una debacle total, más aún recordando el largo pulso internacional que les ha traído la candidatura de Samoylova, aunque lo cierto es que la canción es lo que es. ¿Salvarán la papeleta?