Hablar de Irlanda es hablar de uno de los gigantes del Festival de Eurovisión. Durante la década de los noventa se inició un reinado sin igual en el festival, donde desde la isla conseguía alzarse hasta con cuatro victorias en cinco años, un dato que aún no está al alcance de ninguna otra delegación. Con nombres como Linda Martin, Niamh Kavanagh, Eimear Quinn, unido al doblete hasta el momento no repetido de Johny Logan, cada vez que se oye Irlanda en una conversación eurovisiva hay que recordar un pasado dorado.
Sin embargo, las alegrías van y vienen, y la actualidad irlandesa es radicalmente distinta. Las apuestas que al RTÉ ha ido eligiendo en los últimos años han ido cayéndose en el olvido una detrás de otra, quedándose fuera de la final en los últimos cuatro años y quedando últimos hace cinco.
Frente a delegaciones que ante un desastre recurren rápidamente a un cambio de estilos, Irlanda sin embargo sigue sin bajarse del burro. Luego de quedarse sorpresivamente fuera de la final el año pasado con el joven Brendan Murray y su canción 'Dying to Try', este año desde Eire volverán a apostar por una balada que de momento le ha perseguido la polémica y que inequivocadamente suena irlandés.
Un paseo por Temple Bar
Irlanda en este año se ha sumado a la tendencia a recurrir a talent shows para encontrar representante para Eurovisión. En su búsqueda para una selección interna (suele ser la práctica habitual en Eire), han acabado recurriendo al también joven Ryan O'Shaughnessy, que ya pasara por 'La Voz' en Irlanda, y ese mismo año diera el salto a Reino Unido para participar en 'Britain Got Talent'.
Junto a él y su guitarra viene 'Together', una balada que le canta al despecho y la pérdida de confianza en el amor. Clamando a volver a los tiempos de antes, la canción es pegadiza y bien producida. Junto a ello, su videoclip, donde se han bastado de un paseo en pareja por las calles del célebre barrio dublinés de Temple Bar, cierran el círculo de una candidatura que al igual que la de Murray el año pasado, destacará en su estilo pero siempre con la duda de si les valdrá para alcanzar la final. Desde luego a la delegación le hace falta.
Una polémica ficticia
Por desgracia, en ciertas ocasiones en fechas cercanas a Eurovisión hablamos más de asuntos que quedan fuera de la música. Algo así ha pasado con la candidatura irlandesa a Eurovisión, de la que se ha hablado más de su videoclip que de la canción o el intérprete.
La presentación en vídeo, que ofrece algo tan normal como un paseo en pareja de dos chicos por las siempre emblemáticas calles de Temple Bar, desembocó en el bulo de que el mismísimo Vladimir Putin y la televisión rusa iba a prohibir su reproducción por apología de las relaciones homosexuales.
Ante tal información, O'Shaughnessy no tardaría en denunciar en Twitter el hecho, algo que desde el mismo momento en el que publicaba el tweet daba veracidad al bulo. Días después, tanto por parte rusa como por parte irlandesa tenían que desmentir el asunto, un hecho que terminaba por generar una polémica estéril y hablar más de faranduleo que de música. Entre disculpas y bulos, Irlanda no entraba con el mejor pie a la carrera de Eurovisión 2018.
La final, la tierra prometida
El tiempo corre para Irlanda, y en un país donde siempre se trata el festival con tanto mimo, esto de no aparecer por el sábado en cinco años pesa y mucho. Siete micrófonos de cristal relucen en las vitrinas de la delegación, y por ello, estar en la élite del festival resulta necesario.
De momento, de cara a las apuestas de pago, Irlanda se sitúa en torno al puesto 30, una primera entrada un tanto fría, pero que parece en subida. La interpretación en directo será el rasgo diferencial de una canción que luchará por un puesto en la final en la primera semifinal, una malísima noticia visto el nivel de la gala del martes.
¿Lo conseguirán? Los diferentes datos disponibles hasta el momento no hablan bien del asunto, aunque siempre quedará sacar pecho por el pasado y tener en cuenta al país más granado en la historia del festival. Hay tiempo para enmendar unos años oscuros aún, y encontrar luz en la balada, un género del que no hay muchos referentes en la actualidad más allá del intento balcánico de Montenegro, Islandia o Lituania. Tocará sufrir un año más en Eire.