Con las elecciones vascas a la vuelta de la esquina, el espectro político se agita con debates que resucitan el pasado y delinean el futuro de la región. En el epicentro de estas discusiones, se encuentra un tema que ha marcado profundamente la historia reciente del País Vasco, y de toda España: ETA.
Este año, las elecciones en el País Vasco está teñidas de un matiz particularmente relevante, a raíz de las declaraciones del candidato de EH Bildu a lehendakari, Pello Otxandiano.
Otxandiano ha pedido "perdón" por si su negativa a calificar a ETA como una organización terrorista ha podido "herir la sensibilidad de las víctimas". Su ambigüedad en cuanto a condenar el pasado terrorista del grupo ha generado reacciones encontradas, con algunas voces, como la del expresidente Zapatero, considerando estas palabras como una rectificación necesaria y positiva en el camino hacia una paz auténtica.
Orígenes de ETA: Una semilla de conflicto
El nacimiento de la organización separatista vasca ETA (Euskadi Ta Askatasuna, que significa País Vasco y Libertad), se remonta a finales de la década de 1950.
Surgió en un contexto de agitación política y represión durante la dictadura de Francisco Franco. La juventud vasca, frustrada por la negación de su identidad cultural y política, comenzó a organizarse clandestinamente para resistir el régimen autoritario.
En 1952, un grupo de estudiantes universitarios vascos fundó Ekin, una organización juvenil clandestina que abogaba por la autonomía del País Vasco y la defensa de la cultura vasca. Ekin se convirtió en un catalizador para el surgimiento de ETA, proporcionando una plataforma para la radicalización y la acción directa.
En 1959, un grupo de jóvenes militantes de Ekin, liderados por José Antonio Aguirre, un ex presidente del Gobierno vasco en el exilio, se separaron para formar ETA. Su objetivo inicial era claro: luchar por la independencia del País Vasco y la creación de un estado socialista, en oposición al régimen franquista.
Etapas tempranas y evolución ideológica
Durante sus primeros años, ETA operaba principalmente en la clandestinidad, realizando acciones de propaganda y resistencia simbólica contra el gobierno central español. Sin embargo, con el tiempo, la organización fue radicalizándose y adoptó la violencia como medio para alcanzar sus objetivos.
En la década de 1960, ETA llevó a cabo sus primeros actos de violencia, incluidos sabotajes y ataques contra símbolos del régimen franquista. La ejecución del guardia civil José Pardines en 1968 marcó un punto de inflexión, convirtiéndose en el primer asesinato perpetrado por ETA.
División y escisión interna
A medida que ETA se volvía más militante, surgieron tensiones internas en la propia organización. En 1966, se produjo una escisión que llevó a la creación de ETA política-militar (ETA pm), que abogaba por una estrategia de lucha armada centrada en objetivos políticos concretos.
Esta división reflejaba debates más amplios dentro del movimiento nacionalista vasco sobre la estrategia a seguir en la lucha por la autonomía. Mientras que algunos abogaban por métodos pacíficos y políticos, otros defendían la residencia armada como única vía para alcanzar la independencia.
Consolidación del terrorismo
A lo largo de la década de 1970, ETA intensificó sus acciones terroristas, llevando a cabo una campaña de violencia indiscriminada que causó numerosas víctimas civiles y policiales. Sus objetivos incluían tanto a representantes del gobierno español como a empresarios, militares y miembros de las fuerzas de seguridad del Estado.
El atentado más destacado de ETA durante este período fue el asesinato del presidente del Gobierno español, Luis Carrero Blanco, en 1973. La explosión de un coche bomba perpetrado por ETA en Madrid catapultó al vehículo de Blanco por los aires, causando su muerte y dejando un vacío político en el gobierno franquista.
Este acto de terrorismo marcó un punto de inflexión en la historia de ETA y consolidó su reputación como una organización dispuesta a utilizar la violencia extrema para alcanzar sus objetivos políticos.
Atentados: marcando la memoria colectiva
ETA perpetró una serie de atentados que dejaron una profunda cicatriz en la sociedad española como memoria colectiva. Estos actos de violencia indiscriminada buscaban sembrar el terror y forzar concesiones políticas por parte del gobierno español.
Uno de los atentados más infames ocurrió el 20 de diciembre de 1986 en el centro comercial Hipercor de Barcelona. En este acto de barbarie, un coche bomba estalló en el estacionamiento subterráneo del centro comercial, causando la muerte de 21 personas y dejando más de 45 heridos.
El ataque, dirigido contra civiles inocentes que realizaban sus compras navideñas, conmocionó a España y marcó un punto de inflexión en la percepción pública de ETA.
Otro atentado significativo tuvo lugar el 19 de junio de 1987, cuando ETA perpetró un ataque contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Una furgoneta bomba estalló frente al edificio, matando a 11 personas, incluidos cinco niños, e hiriendo gravemente a más de 30.
Este acto de barbarie, dirigido deliberadamente contra familias de miembros de las fuerzas de seguridad, provocó una condena unánime y reforzó la determinación del gobierno español en su lucha contra el terrorismo.
En la historia sangrienta de ETA también se encuentra el atentado en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas en Madrid, el 30 de diciembre de 2006. En este acto terrorista, ETA hizo estallar un coche bomba justo después de la llegada de un vuelo procedente de Ecuador, causando la muerte de dos ciudadanos ecuatorianos y dejando a otros 52 heridos. Este brutal ataque, que buscaba atacar la economía turística de España y sembrar el miedo entre la comunidad inmigrante, generó una ola de repudio tanto nacional como internacional.
Además de estos atentados, ETA llevó a cabo innumerables acciones violentas a lo largo de su historia, que dejaron un rastro de muerte y destrucción en toda España. Desde asesinatos selectivos de políticos y empresarios hasta atentados con bomba en lugares públicos, la organización terrorista sembró el caos y el sufrimiento en su búsqueda implacable de objetivos políticos.
Estos atentados no solo cobraron vidas inocentes, sino que también dejaron una profunda herida en el tejido social y político de España, alimentando el dolor y la indignación de una sociedad que se negaba a ceder ante el terrorismo. La memoria de estas víctimas perdura como un recordatorio sombrío de los horrores del extremismo y la necesidad urgente de trabajar hacia la reconciliación y la paz en el País Vasco y en toda España
La disolución de la banda y sus implicaciones políticas
Después de décadas de violencia y sufrimiento, ETA anunció oficialmente su disolución el 3 de mayo de 2018, poniendo fin a una de las organizaciones terroristas más longevas y mortíferas de Europa. Esta decisión marcó el cierre de un capítulo oscuro en la historia del País Vasco y de España, pero también planteó una serie de desafíos y dilemas políticos.
La disolución de ETA fue el resultado de un proceso largo y complejo que involucró negociaciones discretas entre representantes del gobierno español, la sociedad civil y los propios miembros de la organización terrorista. Aunque ETA había anunciado un alto el fuego permanente en 2011 y había desmantelado gran parte de su infraestructura militar, su disolución formal representó un paso crucial hacia la consolidación de la paz y la reconciliación en el País Vasco.
EH Bildu y ETA
La relación entre EH Bildu y ETA ha sido un tema de debate y controversia a lo largo de la historia contemporánea del País Vasco. EH Bildu, una coalición de partidos nacionalistas vascos de izquierda, ha estado vinculada a diferentes grados con el movimiento independentista vasco, del cual ETA fue una expresión radical y violenta.
Durante décadas, algunos de los partidos que eventualmente formaron parte de EH Bildu mantuvieron vínculos ideológicos y políticos con ETA, compartiendo objetivos comunes en la lucha por la autonomía y la identidad vasca. Sin embargo, EH Bildu ha rechazado públicamente la violencia y ha optado por participar en el proceso democrático dentro del marco legal establecido.
Dicha relación ha evolucionado a lo largo del tiempo, especialmente después del cese definitivo de la actividad armada por parte de ETA en 2011 y su disolución en 2018. Si bien algunos sectores dentro de EH Bildu han expresado solidaridad con los presos de ETA y han evitado condenar abiertamente el pasado terrorista del grupo, otros han abogado por una ruptura clara con la violencia y han trabajado hacia una nueva narrativa política basada en el respeto a los derechos humanos y los principios democráticos.
Las recientes y desacertadas declaraciones del candidato de EH Bildu a lehendakari, Pello Otxandiano, sobre ETA han generado controversia y han avivado el debate sobre la relación entre EH Bildu y la organización terrorista. La negativa de Otxandiano a calificar a ETA como una organización terrorista y su ambigüedad en cuanto a condenar el pasado terrorista del grupo han suscitado críticas y reacciones encontradas, especialmente entre las víctimas del terrorismo y aquellos que abogan por la reconciliación y la memoria histórica.
En las elecciones vascas del 21 de abril y en el proceso político que seguirá, es crucial que todas las partes involucradas, incluido EH Bildu, aborden de manera honesta y transparente el legado de ETA, reconozcan el sufrimiento causado por la violencia y trabajen hacia una reconciliación genuina y duradera en el País Vasco. Solo así se podrá construir un futuro basado en la justicia, la verdad y el respeto mutuo.